A estas horas ya se me ha pasado el enfado que me ha producido el saber que estaré puteado hasta el martes con las evaluaciones. ¿Cuándo lo he sabido? A las ocho de la mañana, cuando los alumnos de 2º D me han jurado que, cuando me pidieron cambiar el examen de fecha, les pedí que me recordaran si había clase con ellos los viernes y me dijeron que no, mi respuesta ("entonces, nada") les dio a entender que no habría examen, en lugar de darles a entender que no habría cambios.
Sospecho que mis alumnos, aparte de comprensión escrita, carecen absolutamente de comprensión oral. En cuanto a la expresión oral, ya lo sabía: mi gran proeza con 3º B fue lograr que guardaran el turno de palabra durante una hora. Por lo demás, poseen un sentido especial para considerar que se les habla a ellos cuando se dice "sí" (ejemplo: dos alumnos pidiendo permiso para ir al baño y otro preguntando si algo entra en el examen), y que se habla con otro cuando se les dice "no".
Todo esto me hace pensar por enésima vez en el anuncio ese contra las drogas, en el que se dice que enseñar a los niños a no poner los pies en el suelo, coger la cuchara adecuadamente o decir "gracias" son conocimientos inútiles si al niño no se le enseña a decir "no". El gran fallo de ese anuncio es obviar que, para que el niño sepa decir "no", han de haberle dicho "no" muchas veces. Tengo que reconocer que yo tuve una educación bastante liberal, después de haber sido en algunos aspectos un trasto en mi primera infancia. Pero me enseñaron pronto a comportarme de forma más o menos sensata, de manera que, a partir de los 14 años, hice muy pocas trastadas. Otros amigos míos, con una educación estricta, tuvieron una adolescencia y un principio de la edad adulta mucho más problemático, por lo que llegué a la idea de que la educación no debía ser estricta. Sin embargo, tras varios años en institutos he desarrollado la opinión contraria.
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