Inspirado por Qbikus y por la película Inteligencia Artificial, que pusieron anteayer en la TV y estoy viendo ahora.
Algo se activó dentro de él. Necesitaba reponer sus reservas de energía. A la tenue luz de la lámpara infrarroja, vio la forma gordezuela de un gasterópodo. Alargó su brazo hacia él y lo introdujo en su boca. Rico, está rico. Pero seguía sintiéndose débil. Más allá, quizá a medio metro, se veía otra forma que se deslizaba en la noche. Se acercó y trató de cogerla, pero otra mano chocó con la suya. Está en mi territorio. Vuelve a tu posición. Sentía que aquello era una crueldad. Necesito reservas. Tu ya has comido lo suficiente. Su mensaje no fue escuchado por aquel individuo, demasiado anciano como para comprender aquellas palabras.
Así que trató de arrastrarse hacia la base. Allí siempre había algo que echarse a la boca, aunque supiera a rayos. Pero la base estaba lejos, y quizá desfalleciera antes de llegar. El mejor camino es el camino de las coles. Siempre hay comida en el camino de las coles. Pero el camino de las coles estaba lleno de pequeños depredadores que competían por su misma comida. Se preguntó si aquellos depredadores serían comestibles, pero no estaba seguro. Si comes lo que no debes, acabarás en el hospital. Es mejor desfallecer, y esperar a que alguien te encuentre. Esa era la segunda ventaja del camino de las coles: todo el mundo pasaba por allí, y seguro que alguien le rescataría.
Se dio cuenta de que sus reservas alcanzaban para apenas un metro más. La situación era desesperada. Se arrastró los últimos centímetros escudriñando debajo de cada hoja, en busca de algo que echarse a la boca, aunque fuera una mísera lombriz. Entonces, miró en derredor, para buscar la base. Todavía quedaban por lo menos cinco metros. Era imposible.
Pero, de repente, de entre las matas de coles salió un brazo. Un compañero había decidido apiadarse de él y compartir sus alimentos. Una sensación de amor se adueñó de sus circuitos.
P.D. quizá os convenga leer también este artículo de septiembre.
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