Porque no es verdad que el cazador mate por obtener su presa. Nunca se ha matado solamente por eso, ni siquiera en los tiempos del hombre primitivo, aunque éste se alimentara casi exclusivamente de lo que cazaba. A la caza la acompañaba siempre un ritual tribal y religioso. El buen cazador era siempre el primer hombre de la tribu, una especie de sacerdote. Claro, todo esto perdió fuerza con el paso del tiempo. Sin embargo, quedaron los rituales, aunque debilitados.
(Sándor Márai, El último Encuentro, Barcelona, Salamandra, 2004, p. 113; © Heirs of Sándor Márai)
Puede pensarse que el autor está intoxicado por la lectura de La Rama Dorada y otros clásicos de la antropología decimonónica; sin embargo, hace poco releí un artículo del National Geographic Magazine de julio que hablaban del ritual de la caza entre los barabaig tanzanos, y de cómo el puesto de primer cazador había de ser alcanzado antes de la caza, y confería honores tras ella.
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