miércoles, 21 de enero de 2009

El cuento del miércoles: nadie es culpable.

¿No tienes la culpa? ¿Estás seguro? Recuerda que, el otro día, habías pasado ante el cartel y lo miraste como si la cosa no fuera contigo. Recuerda que viste a aquellos muchachos revolviendo entre las piedras y te dijiste: «es sólo un juego». No te hallabas, es cierto, entre los chiquillos a los que Mohammed les enseñó, con una sonrisa, su hallazgo. Pero deberías haber supuesto que algo así podría suceder. No le pediste: «déjame verlo»; ni se lo quitaste de la mano, ni lo agitaste ante los asustados ojos de sus amigos. «Es inofensivo», hubieras exclamado tú también. Y luego, como ellos, como cualquier persona a la que encuentran los doce años en la calle y sin balón, hubieses terminado por emplear la lata como pelota de fútbol. Y quizá, al sacar una falta, el fuerte chut hubiera activado la espoleta.

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