miércoles, 28 de enero de 2009

El cuento del miércoles: Zorrerías

Sobre la mesa de cemento del merendero han quedado unas migas de algo que parece queso. Un cuervo ha descubierto esos restos de la comida campestre de algún excursionista descuidado, y con ellos celebra un banquete.
Cautelosamente, una raposa emerge de entre los bujos y se acerca, al olor de la comida. El cuervo, asustado, toma con su pico el envoltorio metálico y consigue arrastrar en él la mayor parte de las migas. Después, se percha en la rama de un álamo.
Mientras tanto, el cánido ha trepado al banco, y de ahí ha saltado al tablero hormigonado para descubrir una exigua cantidad de queso que lame con fruición, pero le deja insatisfecho. Encaramada a la mesa, contempla la vulpeja la frenética actividad del córvido. Un instante después, gira y salta en torno del Populus alba para comprobar que el ave se halla fuera de su alcance. Finalmente, se vuelve hacia los arbustos con el rabo entre las piernas, como si se hubiera rendido.
El cuervo, receloso, ha tomado de nuevo en su pico el envoltorio metálico y, con cuidado de no perder ninguna miga, vuela a una rama superior, donde queda a la defensiva.
En ese momento, la zorra pide al director del documental permiso para hablar, y el director se lo da. Avanza de nuevo hacia el erecto pobo y, con unos ladridos en que se adivina un todo de afectación dice algo que, desde Esopo, viene traduciéndose más o menos así:
—Oh, cuervo, la más bella de las aves, cuyas negras alas nada han de envidiar a las del colorido papagayo ni a la azulada cola del pavón: dime si es cierto que tampoco tu voz, que tan bien sabe imitar silbos y voces, supera en registros no ya a la del ruiseñor, sino a la misteriosa ave del paraíso.
En ese momento, el córvido emite un grazido que el buen conocedor identifica como grito de alerta, y en que el fabulista creyó escuchar la vanagloria y pompa del cuervo. Sea lo que fuere, el caso es que la envoltura de papel de plata cae al suelo, donde se convierte en merienda de la marfusa, mientras el cuervo, en el árbol, llora sus miserias.

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