No me cuesta nada ser un extraño. Lo que me cuesta es querer ser conocido. Me gustaría por eso no ser, pasar como el viento invisible. Pero de vez en cuando alguien me obliga a asomar la cabeza, me saca del rincón en que me agazapo y me inunda de luz.
(Escrito entre septiembre y noviembre de 2013)
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