Por las noches suenan las sirenas y las persianas a medio echar reflejan las luces de los automóviles. Hay rugidos nocturnos que recorren las calles, y fiereas de dos piernas que habitan las esquinas.
No se puede dormir en este barrio. Es necesario atraer el sueo encendiendo el televisor y, si no basta, bajar a tomar una cerveza en ese tugurio de taxistas donde se recogen los insomnes. Con un poco de suerte, se conoce a alguien y se puede entablar una conversación civilizada.
si se desea ir más lejos, hay que tomar el coche y, ya en el auto, cualquier lugar es apropiado. ¿Por qué no ahí, en la cuneta? Por aquí no pasa nadie. Está bien un poco de intimidad, de silencio; no como en el barrio. Realmente, se podría dormir, pero ahora no se trata de eso. Ahora que no hay voces ni oídos es el momento de los amortiguadores, de los jadeos, de los gemidos, de los gritos. Luego, una pala; un poco de ejercio para poder dormir en esa casa ruidosa. Por las noches, suenan las sirenas.
1 comentario:
¡Venga! no? En todo caso felices sueños José.
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