Boris Izaguirre y Ana Siñeriz, esos dos grandes intelectuales que ha dado la raza hispánica al mundo, debatían ayer en Cuatro sobre un caso curioso: un grupo de vecinos que han protestado, ley en mano, contra los ruidosos carnavales canarios, y a los que un juez ha dado la razón.
No entraré en polémica sobre si el interés particular ha de rendirse ante el general (los carnavales atraen numerosos visitantes hacia las Islas Afortunadas), ni sobre si el Carnaval es transgresión y, por tanto, también transgresión contra las leyes (también las fiestas de los pueblos son transgresoras, pero hace ya unos años que no permiten que en Nalda se decapiten gallos vivos). Me limitaré a hacer una observación sobre un detalle que muestra hasta qué punto la Siñeriz (la gramática permite ese la delante de los patronímicos femeninos) y el otro sabio se dedican a hablar sobre asuntos de los que no tienen ni idea.
A lo largo del acalorado debate, se comienza a discutir sobre si los 50 decibelios que exige el juez son una medida draconiana. Entonces, alguien envía un mensaje al programa: «El silencio produce 40 decibelios». Siñeriz e Izaguirre deciden comprobarlo y se callan (lo cual se agradece), y después los técnicos de Cuatro se apresuran a comprobarlo, con un equipamiento que, obviamente, no está pensado para medir el ruido, sino la intensidad de la señal de entrada a los equipos de grabación, amplificadores de por medio. Es cierto que 40 decibelios son el «ruido silencios» de una biblioteca, pero una biblioteca llena de gente, con el pequeño ruido producido por los susurros, la gente que coloca y deja los libros, etcétera. Más interesante es que 50 decibelios son el límite legal de ruido que tiene que escucharse en el dormitorio de la vivienda situada encima de un bar (dentro del bar en sí habría unos 80 decibelios). Sospecho que a Boris, que seguramente tenga algún bar o se dedique a promocionar alguno, le interesaría conocer este dato. También le interesaría, seguramente, releer la sentencia, pues es probable que en ella ese límite de 50 dB se refiera al dormitorio, no a la calle.
¿Por qué medir el ruido en el dormitorio? Por algo que parece haber escapado al entendimiento de los dos tertulianos. Normalmente, quien se queja del ruido es quien está intentando dormir mientras nosotros molestamos. Pues aunque nosotros estemos de fiesta, hay gente que trabaja al día siguiente.
1 comentario:
Es algo que me rompe los esquemas esto del ruido. Por ejemplo, la ley no escrita de que hasta las 12 de la noche se pueda hacer todo el ruido que a uno le dé la gana o que en fiestas uno puede tocar e bombo durante toda la noche, porque son fiestas... ¡Qué país!
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