No soy partidario de las teorías postmodernas, especialmente por cuanto se refiere al relativismo cultural e incluso científico. Sin embargo, educado como estoy en ellas, adolezco de un importante defecto: la carencia de criterios que me permitan valorar una obra literaria. Así, nada me permite demostrar que Cervantes sea mejor escritor que Corín Tellado; en todo caso, puedo afirmar que estoy más acostumbrado al primero que a la segunda.
Es este un defecto que ya había percibido antes, cuando algún amigo me recomendaba con gran efusividad una obra literaria. Ni Siddharta ni El guardián entre el centeno me han conmovido lo más mínimo; de Cortázar puedo decir que, si me gusta, probablemente haya sido por mi afición tardoadolescente a todo lo raro. En Hamlet veo una descripción de la indecisión juvenil que no resiste la comparación con ninguna obra de Conrad; veo mejor literatura en cualquier diálogo de Platón que en Aristófanes. Molière, por otra parte, es entretenido, pero parece mejor construida cualquier película de Wilder.
Es por ello que, a modo de profiláctico, estoy tratando de leer El canon occidental, libro que originó una tormenta académica hace unos años y que ahora se puede obtener en edición económica. El libro de Bloom también tiene sus defectos: por decirlo de un modo romántico, en él se transparenta esa tendencia según la cual el norteamericano, hijo del fanatismo religioso, es incapaz de considerar ninguna época histórica anterior a Lutero. Así, el autor, aunque mencione de pasada a Dante y Petrarca, y también a algunos clásicos —y, por supuesto, esa Biblia que los católicos procuramos no leer— considera que el origen del canon ha de ser Shakespeare. «Un anglosajón», diréis. Sí, pero la paja en el ojo ajeno sólo evidencia la viga en el propio: carezco de cualquier educación formal relativa a literatura no hispánica. Además, la nacionalidad del autor trae consigo un interesante efecto secundario: sabe escribir. Compárenlo con cualquier crítico español contemporáneo (o por ejemplo con ese Helios Jaime cuyo libro comenté el otro día) y sabrán a qué me refiero.
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