miércoles, 15 de marzo de 2006

Contenedores.

Lo confieso. Tengo síndrome de Diógenes. Limitado sólo al sector informático, es verdad, pero, aun así, estoy enfermo. De los cuatro ordenadores y una placa base que tengo en mi cuarto, uno lo compré (hace años ya), otro recogí en un piso desalquilado, y el resto proceden de contenedores. Otro residuo de contenedores lo usé, hace años ya, para montarle un ordenador a Aurelio, un anciano muy simpático de mi pueblo. Lamentablemente, él me había dicho que lo quería para escribir, y no me aclaró que le gustaría poder ver unos CDs en él, por lo que no le coloqué ese adminículo.

Hará como mucho un mes que cogí la placa base de un AMD K6, extrayéndola de su caja, donde había quedado, vacía de unidades de disco (lógico), memorias (también lógico), e incluso de procesador. Era una placa muy chula, con un chipset gráfico nvidia y ethernet incorporada, y me dio penita que se quedara allí. Al menos me servirá de elemento ornamental. Me quedé también, de paso, con la fuente de alimentación ATX. Nunca se sabe cuándo se puede necesitar.

Y esta misma mañana, cuando iba a trabajar, me he encontrado con un ordenador con las tripas abiertas, que conservaba las cuatro memorias de 72 pin, el disco duro y (según he visto luego) la disquetera, una unidad de CD-ROM e incluso tarjeta de sonido. Vaya, ya tengo CD-ROM para Aurelio. Pero quizá le pase el ordenador entero, aunque no sé... Creo que a él le puse un 486 DX-4/100 y este es un 486DX-2/S. En todo caso, le pasaré la tarjeta de sonido (tengo el driver apropiado en un viejo CD de soundblaster) y la memoria.

O quizá simplemente me lo quede, e instale en su exiguo disco duro (450Mb) el Quake. Creo que es un buen uso para un ordenador, ¿no? Si conservo en el pueblo un 286 es porque es el único ordenador en el que puedo jugar a otro juego, el Midwinter.

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