Es una pena, entre tantos millones
(siete mil ya) de personas
que haya quien come trufa cada día
y quien no come.
Mas, si lo piensas,
peor decían que iban a estar las cosas.
Como en aquella película
en que comían Soylent Green
hecho de gente.
¡Comer gente! ¡Qué disparate!
¿No es más fácil comprar las tierras
de esos salvajes despilfarradores
que aún no han sabido cultivarlas
y sembrarlas de soja?
Soja para engordar bien las vacas,
para hinchar los vientres de los congeladores,
para traer filetes que acaben con el hambre
de la vieja Europa.
¡Y tanta hambre, los pobres!
¿Es que no saben comer su soja?
Y en algún lugar del periódico
ves, pequeñita,
una nota diciendo que esa soja
crece entre sangre.
Cuando al fin comprendes tu hipocresía
después de rasgar tus vestiduras
lamentando el mal que seguirás causando,
aprovechas las rebajas,
renuevas tu vestuario
y empiezas a criticar a tus víctimas:
al fin, coherencia.
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