A veces descubrimos
que huele a gasóleo en las calles más desiertas
y sabe a tubo de escape polvoriento
el aire que circunda nuestra cara
como una lija de barro alrededor de los ojos.
A veces intento asomar la cabeza fuera de este tufo
que ahoga los bronquios
y no puedo respirar, y aspiro
tan solo a que un viento venga
y barra esta mierda del aire
y se la lleve a otros
y envenene sus pulmones.
Mientras tanto, maldigo
esta suciedad en que me revuelco
a sabiendas de que no me queda otra,
pues soy yo mismo el que añade
ponzoñas a este mundo.
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