Debes morir
no porque te lo merezcas, sino
porque debes morir.
Quizá por eso tu indiferencia
hacia el dolor
que causas en los demás,
quiza por eso tu horrible desprecio
hacia el prójimo,
tu gélido corazón, tu rostro alegre
y tu cara de bobo
cuando se te reprocha
tu falta de empatía.
Has nacido para la muerte y acaso nos castigas
viviendo entre nosotros,
con la secreta satisfacción de que nunca
disfrutaremos
—pues somos viejos—
viendo cómo agonizas
abandonado
de tus nietos.
jueves, 29 de enero de 2015
Inhumano
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