viernes, 30 de noviembre de 2012

Comienzo de algo

No todos, mas los más días de la semana, Eufrosio González abandona su domicilio a las 7:30 de la mañana. Está comprobado que enciende la luz de la escalera, cierra su puerta con dos vueltas de llave mientras la luz se apaga de nuevo, llama al ascensor y pulsa la tecla del portal. A continuación, gira a la derecha, conservando la acera hasta el final de la calle, y después gira a la izquierda, cruzando dos intersecciones muy próximas antes de llegar a la esquina de la cafetería.

Allí hay quien asegura que continúa hasta el ascensor del metro, mientras que otros afirman que cruza el semáforo para tomar las escaleras. En cualquier caso, le ocupa siempre un buen rato encontrar en su bolsillo el abono, extraer el cupón, introducirlo en la ranura del torno, atravesar éste con su cuerpo y recoger de nuevo el cupón que debe guardar con dificultad en su bolsillo. Por eso nunca hemos tenido la paciencia de averiguar qué hace a continuación.

Sin embargo, sabemos que es común que se le localice, cincuenta minutos más tarde, a cincuenta minutos de allí: exactamente, en otra boca de metro. Lugar a donde vuelve a acudir puntualmente a las dos treinta los miércoles y los jueves, pero donde no llega hasta las tres y veinte los lunes y martes; en ocasiones, los viernes tarda mucho más.

Quizá por ello su extraño comportamiento ha despertado la atención de su mujer. Que un individuo abandone el domicilio conyugal a las siete de la mañana girando con dos vueltas de llave podría tener un sentido protector, pero también --dice el psiquiatra de su esposa-- una evidente connotación de alejamiento. Respecto de la incapacidad para encontrar los orificios magnéticos en el momento más oportuno, no se nos ha comunicado una opinión profesional; empero, los comentarios a la puerta del metro son demasiado explícitos como para reproducirse en estas líneas.

Así que la familia política de Eufosio --por indicación de la suegra-- ha aunado esfuerzos con el fin de contratar un detective que compruebe el comportamiento del abnegado varón --"ese canijo", en palabras de doña Abelina--. Y esa va a ser la misión de quien esto escribe durante los próximos meses.

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