Hijo de hombre, voy a quitarte de repente lo que hace tus delicias, pero no te lamentes ni llores, no derrames una lágrima. Suspira en silencio sin llevar luto por el muerto; ponte el turbante en la cabeza y calza tus pies, no te cubras el rostro ni comas el pan del duelo(*) y no es por dármelas de adivina, Mario, pero cuando murió tu madre y te vi tan campante, como si nada, me di cuenta del orgullo que te recome. Y la pánfila de Esther todavía: "tu marido tiene una gran dignidad en el dolor" [...] Dignidad en el dolor, ¿qué te parece? También son ganas de trabucarlo todo.
(*) La cita bíblica es de Ezequiel 24, 15
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