Lo primero de todo, feliz año nuevo. Deseo que entréis en este nuevo año con mejor pie que en el anterior, que para mi no fue demasiado bueno, por lo menos en lo que a salud de mis allegados se refiere.
Pero hoy no voy a hablar de eso. He dedicado las vacaciones de navidad a releer a Verne, autor que me cautivaba cuando chaval y que no llegué a releer en el año del centenario, celebrado recientemente. Mi criterio para la relectura fue comenzar leyendo dos obras menores que tenía en un mismo tomo, y que no estaba realmente seguro de haber leído nunca: La casa de Vapor y Keraban el testarudo, parte de cuyo argumento conocía por una de esas versiones en cómic que la editorial Bruguera publicaba en la versión "Súper" de sus tebeos (no recuerdo si en Súper Mortadelo, Súper Pulgarcito, Súper Zipi y Zape o Bruguelandia). Otro día quizá os hable de su argumento; hoy me interesan más las siguientes obras que leí, las archiconocidas 20.000 Leguas de Viaje Submarino y La Isla Misteriosa.
Respecto de 20.000 Leguas de Viaje Submarino, me interesó especialmente el aspecto tecnológico. No recordaba yo que Nemo citara a los inventores de los diversos artilugios de su submarino, y de hecho estuve a punto de buscar en Wikipedia qué inventos de los citados eran reales. Llama la atención que el submarino sea eléctrico pero no produzca la electricidad mediante un generador (quizá Verne conociera que la masa de carbón y oxígeno necesaria para hacer funcionar un generador mediante una máquina de vapor hace inviable ese método; o quizá simplemente no se hubiera descubierto el generador eléctrico). Lo que hace Nemo es obtener sodio mediante el viejo sistema de calcinar madera o carbón, y utilizar este sodio para fabricar baterías. ¡Vaya tontería!, ¿verdad? Porque seguro que en la época se conocía ya la forma de extraer sodio de la sal, abundante en el agua de mar, mediante la electrólisis. Y una central térmica situada en una isla sería menos imposible que el submarino a vapor. De todas formas, el submarino completamente eléctrico fue imposible hasta el descubrimiento de la energía nuclear: no hay baterías que aguanten tantos días de navegación sin recargarse. Pero, claro, los submarinos clásicos usan las pesadas baterías recargables de plomo y ácido, mientras que Nemo usa las más ligeras de sodio y cinc.
Respecto de La Isla Misteriosa, me llamó la atención, desde el principio, la incoherencia cronológica con 20.000 leguas de viaje submarino. No quiero crear un spoiler, pero sabido es (venga, ¿quién no ha visto la película?) que un Nemo anciano y derrotado aparece en el final de este libro. Por eso saltaron todas mis alarmas cuando, en la primera página, leí la fecha en que se situaba la acción: 1865. En las primeras páginas de 20.000 leguas de viaje submarino, la fecha era un año posterior. Y lo más curioso de todo es que, en el final del libro, Verne cita de nuevo la fecha de 1866 como año en el que acogió al ballenero, al oceanógrafo y a su criado en su nave, para decir a continuación que desde esta fecha han transcurrido 16 años, de los cuales lleva 6 en la isla. Unas páginas antes, se hablaba del comienzo del año 1868.
¿Cómo es posible un error tan garrafal? ¿No se dio cuenta Verne de que estaba situando los acontecimientos en fechas demasiado cercanas? ¿O no quiso darse cuenta? Ya os he dicho que no me he documentado sobre el autor, pero todo tiene el aspecto de novela publicada por entregas y solucionada por el autor de la única manera que se le ocurrió: incluyendo al final de la misma a un personaje que, cronológicamente, no podía llevar seis años en la isla, pues había estado dando la vuelta al mundo entre 1866 y 1867.
En cualquier caso, consultaré ahora la wikipedia y todas las webs en que encuentre referencias a este "problema" y os daré una respuesta mejor cuando la tenga.
2 comentarios:
Pues me has dejado con la mosca detrás de la oreja. Y si ha sido fallo, es demasiado llamativo, ¿no?
Puse una teoría en la wikipedia: Verne juega con dos tiempos. La datación es incorrecta para el tiempo interno de las novelas, pero es real para los lectores, que, efectivamente, han leído 20.000 leguas de viaje submarino seis años atrás.
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