viernes, 8 de julio de 2005

Sobre el atentado de Londes, su cobertura informativa y otras gaitas.

Lo primero que hemos de decir es que lamentamos profundamente lo sucedido en Londres, donde los ciudadanos han visto hecha realidad una de sus peores pesadillas, uno de esos apocalipsis que todos solemos imaginar relegados al mundo cinematográfico.

Lo segundo que hay que decir es que, ciertamente, los madrileños tuvimos que experimentar en el pasado (véase primer artículo de este blog) una pesadilla semejante. Pero, frente a lo que dicen los expertos, no soy de los que piensen que el atentado de Madrid fue el más violento de Europa. Creo recordar que, cuando pusieron bombas en el metro de Moscú, hubo mas víctimas. Incluso cuando la policía eliminó a los secuestradores de aquel teatro moscovita hubo más víctimas. Pero, claro, Europa es uno de esos territorios que termina donde nos interesa en cada caso: por eso Israel es Europa y Siria, en cambio, es Asia. Yo soy de los que piensan que la mikrá Asía, la provincia romana llamada Asia, pertenece a Asia, no a Europa; por tanto, el 90% de Turquía, y el 100% de Armenia, Israel o Azerbayán, deben incluirse en esos territorios que los griegos consideraban sinónimos del lujo y la lujuria, quede al lado que quede de los Urales (os recuerdo que el 100% de África, si nos ponemos así, está al este de los Urales... y perfectamente comunicado por tierra con la "europea" Israel). Pero, aun así, hay que reconocer que Moscú está en la parte europea de Rusia. Por tanto, los atentados más graves de Europa han sido los que han tenido lugar en Rusia. Y punto.
Llamar Europa a la Unión Europea es un error por lo menos tan grave como llamar América a los Estados Unidos de Norteamérica. Pero los medios, obligados al lenguaje rápido, al acortamiento, han hecho de ese error una costumbre.

Lo tercero que voy a decir es que, como decía Wittgenstein, cuando no hay nada que decir, es mejor el silencio. Nos estamos acostumbrando a una cobertura informativa exagerada de los atentados terroristas, cobertura que no es sino propaganda del propio acto. ¿Por qué mantener el avance informativo, con las mismas frases y los mismos comentarios una y otra vez, cuando no hay nueva información? Se puede suponer que para que quien no se haya enterado de los hechos esté informado. Pero es falso.
Ayer por la mañana estuve haciendo recados y luego me dirigí a la clínica donde mi padre sería sometido a una intervención menor. En cierto momento, obligados por el tedio, conectamos el televisor. Aparecían imágenes de dispositivos de urgencias, camilleros, el plano desenfocado de un metro, que parecía el de Londres, con unos puntos marcados; la comentarista decía todo el rato las mismas cosas, pero hasta media hora después no dijo (y tampoco apareció en subtítulos) ninguna frase que resumiera lo que había pasado: cadena de explosiones en el metro de Londres. Obviamente habíamos intuído antes que se trataba de varios atentados, pues el plano del metro hacía inferirlo. Pero realmente habríamos estado mejor informado si las televisiones se hubieran limitado a colocar subtítulos bajo su información habitual.
Pero es lo mismo que sucede en todos los medios, claro. Por eso en la portada del Marca del lunes nunca aparece la puntuación del partido del Real Madrid: los lectores del Marca ya la conocen: han visto el partido o lo han oído en la radio.

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