martes, 29 de marzo de 2022
Comienzo de algo
martes, 8 de marzo de 2022
Obsoleto
Me siento como un ordenador de los tiempos del Windows XP, o como un teléfono Android de primera generación. Mi memoria ya no es lo que era; mi rapidez mental, tampoco; pero lo peor es que me cuesta mucho, muchísimo, actualizarme.
A pesar de haber procurado una buena higiene del sueño, sigo teniendo lagunas mentales y olvidando nombres de autores básicos. Una semana he estado dándole vueltas en mi cabeza a quién podría ser el autor de la Celestina porque me negaba a buscarlo en la red. Finalmente he recuperado la información, pero no ha sido un caso aislado. Por ejemplo, estuve una semana sin conseguir recordar la música de la nana que pocos días antes había estado cantando a mi sobrino.
Y sí, tuve alguna cosa parecida en el pasado (a los doce años olvidé durante varios meses cómo se pronunciaba la z), pero nunca tan a menudo.
La causa podría estar en mi edad, o quizá es que haya tenido covid son saberlo (a algunos conocidos les ha estragado el cerebro). Pero creo que se debe más a falta de uso. A los veinticinco decidí que no valía la pena acumular cultura para difundirla en clase como margaritas a los cerdos; a los treinta y cinco me di la oportunidad de aprender alguna otra cosa, siempre que no estuviera relacionada con la enseñanza de la lengua y la literatura; pero a los cuarenta y cinco ya tenía claro que nunca terminaría los estudios de antropología, que dejé finalmente en la primera ola pandémica. Los estudios, al principio apasionantes, se habían vuelto una carga entre tantas cargas de trabajo.
No sé si volver a la erudición y el estudio a mis casi cincuenta, con la vista ya fatigada y la cabeza perdida, o si, mejor, dedicar esas horas a ir al psicólogo, por si le pone remedio.
Buenos días.