Uno de los primeros artículos en este blog lo dediqué a una representación de 5 horas con Mario con Lola Herrera de 2004. a la que asistí con unos alumnos de bachillerato. El pasado martes, volví a ver, también con alumnos, el montaje de despedida de la actriz, que próximamente saldrá de gira por toda España. Me impresionó cómo había envejecido Lola en estos 10 años (en realidad, lo que debería haberme impresionado es lo joven que estaba hace 10, cuando ya era muy mayor). Y más me impresionó que conservara todas sus energías, en una representación en que su personaje era más sereno, pero quizá también más profundo.
Pero lo que de verdad me llamó la atención fue el público. En 2004 todos los alumnos (procedentes, como los de mi instituto actual, de una zona humilde) veían la obra como un drama; en 2018, las ideas de "Menchu" provocaban —hasta el dramático desenlace final, claro— constantes risas del público. En catorce años (¡media generación!), lo que los adolescentes de 2004 veían como la manera de pensar de sus madres o de sus abuelas se había convertido en una parodia del facha para los adolescentes de 2018.
Espero que el cambio sea para bien, y que a la gran Lola no le haya importado ver que la sonrisilla nerviosa y las lágrimas se han trocado en abierto humor negro.