«Nos sobran los filósofos de borrachera. Los que saben cambiar al mundo pero ignoran que forman parte de una maquinaria voraz porque proponer podemos hacerlo todos, pero la diferencia se hace en las calles, en la vida diaria, con acciones concretas, no con saliva gastada y efímera. La rebeldía no se encuentra fumando Marlboro, ni bebiendo Corona. Uno no lucha contra el sistema fumando marihuana. La juventud desde hace mucho tiempo repite el vicio del mundo, el ciclo capitalista, el ciclo de depravación. Y yo digo que seamos radicales por primera vez en la historia. Al gobierno le conviene que estemos en los bares y las discotecas, ya que es la forma más fácil de controlar a las masas, de adormecer al sector de la sociedad que unida no podrá ser detenida jamás.»
Es una cita del blog de Davo Valdés, hablando de México, donde las cosas están mucho más crudas, en abril de este año. Pero nos podríamos aplicar el cuento.
Durante mucho tiempo nos hemos rebelado con palabras, sólo palabras, y hemos canalizado esa rebeldía por los cauces que nos indicaba la publicidad. Beber ciertas cosas, fumar ciertas cosas, vestir ciertas cosas, hacer ciertos deportes eran la forma de expresar el radicalismo y la rebeldía, pasando por caja, por supuesto.
Espero que la nueva juventud conduzca su rabia hacia el cambio real. Pero algo se ensombrece en mi al pensar que dicho cambio se haga a fuerza de caros teléfonos de última generación.
sábado, 28 de mayo de 2011
viernes, 27 de mayo de 2011
Si hay algo que demuestre que la Unión Europea está aún muy lejos de ser una auténtica unión, es esa mezcla de pánico, chauvinismo e ignorancia con que se afrontan las crisis sanitarias.
Hace unos meses fue España la que cerró las fronteras a la carne alemana, con motivo de unos análisis que mostraban trazas de dioxinas en ganado alimentado con piensos contaminados. Nada se hizo por asegurarse de que sólo se bloqueaba la carne de ganado alimentado con esos piensos, ni para asegurarse de que en España no se habían vendido piensos similares (fabricados en Alemania, en España o en un tercer país). Simplemente, se optó por cerrar las fronteras, guardar la cabeza como el avestruz y decir «lo de aquí es sano».
Pues bien, ahora ha llegado la revancha. Un lote de verduras concretas de una explotación concreta de España ha presentado contaminación de una variedad concreta de Escherichia coli. Antes de llegar la alerta a las autoridades españolas, el caso ha saltado a la prensa centroeuropea, y después a la de aquí. Antes incluso de ver si la contaminación se debía al cultivador (es posible que sea así: se trata de un cultivo ecológico, lo que sugiere el uso de estiércol, lo que concuerda con la contaminación fecal sugerida por la presencia de E. coli) o al intermediario, se ha actuado sobre todo tipo de verduras procedentes de todo tipo de explotaciones españolas. Por las malas prácticas de un productor (o del intermediario, que todo puede ser), pagarán todos los del mismo país. ¿Podemos quejarnos? No, porque nosotros hemos hecho lo mismo antes, en innumerables ocasiones.
Mientras el miedo a las enfermedades introducidas por la mala praxis en otros países europeos siga agitándose como una bandera para defender los productos nacionales de cada país, la UE seguirá siendo la desunión europea que siempre ha sido. Menos amedrentar a la población con lo que pasa en los otros países, y más controlar que no haya pasado también en este. Recordemos que, por ejemplo, en el caso de las vacas locas, muchas de las vacas españolas enfermas no estuvieron nunca en el Reino Unido: simplemente, se las alimentó con los mismos piensos de origen animal que allí habían estado produciendo lentamente la misma enfermedad.
Si seguimos sembrando dudas sobre lo que se hace en otros países de la unión y no lo tomamos como excusa para controlar lo que se hace en el nuestro, estaremos, cada uno de los socios, cavando nuestra propia tumba.
Hace unos meses fue España la que cerró las fronteras a la carne alemana, con motivo de unos análisis que mostraban trazas de dioxinas en ganado alimentado con piensos contaminados. Nada se hizo por asegurarse de que sólo se bloqueaba la carne de ganado alimentado con esos piensos, ni para asegurarse de que en España no se habían vendido piensos similares (fabricados en Alemania, en España o en un tercer país). Simplemente, se optó por cerrar las fronteras, guardar la cabeza como el avestruz y decir «lo de aquí es sano».
Pues bien, ahora ha llegado la revancha. Un lote de verduras concretas de una explotación concreta de España ha presentado contaminación de una variedad concreta de Escherichia coli. Antes de llegar la alerta a las autoridades españolas, el caso ha saltado a la prensa centroeuropea, y después a la de aquí. Antes incluso de ver si la contaminación se debía al cultivador (es posible que sea así: se trata de un cultivo ecológico, lo que sugiere el uso de estiércol, lo que concuerda con la contaminación fecal sugerida por la presencia de E. coli) o al intermediario, se ha actuado sobre todo tipo de verduras procedentes de todo tipo de explotaciones españolas. Por las malas prácticas de un productor (o del intermediario, que todo puede ser), pagarán todos los del mismo país. ¿Podemos quejarnos? No, porque nosotros hemos hecho lo mismo antes, en innumerables ocasiones.
Mientras el miedo a las enfermedades introducidas por la mala praxis en otros países europeos siga agitándose como una bandera para defender los productos nacionales de cada país, la UE seguirá siendo la desunión europea que siempre ha sido. Menos amedrentar a la población con lo que pasa en los otros países, y más controlar que no haya pasado también en este. Recordemos que, por ejemplo, en el caso de las vacas locas, muchas de las vacas españolas enfermas no estuvieron nunca en el Reino Unido: simplemente, se las alimentó con los mismos piensos de origen animal que allí habían estado produciendo lentamente la misma enfermedad.
Si seguimos sembrando dudas sobre lo que se hace en otros países de la unión y no lo tomamos como excusa para controlar lo que se hace en el nuestro, estaremos, cada uno de los socios, cavando nuestra propia tumba.
lunes, 23 de mayo de 2011
Deliciosa Martha y Fuera de Carta.
Cuando fui al cine a ver Sin reservas, todavía tenía fresca la película alemana Deliciosa Martha, de modo que fui plenamente consciente de cómo el original era infinitamente mejor que la copia (por mucho que Martina Gedeck no sea Catherine Zeta-Jones).
Sin embargo, para cuando vi Fuera de Carta ya se me había olvidado la película alemana, lo que impidió que captara evidentes coincidencias con ella, mayores que con la película americana, y que no se pueden achacar al género de la «película de cocineros». Hace poco volví a ver la primera de estas tres películas y fui consciente de que había demasiado en común para ser fruto de la casualidad.
Y es que, aunque Fuera de Carta no se presente como un remake de Deliciosa Martha, hay coincidencias demasiado sospechosas:
Es cierto que la película española tiene varias cosas nuevas, pero no sé si son las suficientes como para que no cite en sus créditos la película anterior.
Sin embargo, para cuando vi Fuera de Carta ya se me había olvidado la película alemana, lo que impidió que captara evidentes coincidencias con ella, mayores que con la película americana, y que no se pueden achacar al género de la «película de cocineros». Hace poco volví a ver la primera de estas tres películas y fui consciente de que había demasiado en común para ser fruto de la casualidad.
Y es que, aunque Fuera de Carta no se presente como un remake de Deliciosa Martha, hay coincidencias demasiado sospechosas:
- Hijos que te cambian la vida:
- La primera película la protagoniza una mujer soltera y sin tiempo a la que la «cargan» con la hija de una hermana suya; el protagonista de la segunda es un cocinero «estajanovista» que de repente se ve obligado a cuidar de los hijos de su exmujer.
- Problemas en la escuela:
- Viene a ser una consecuencia de lo anterior. Si el protagonista tiene unos hijos y no tiene tiempo para hacerles caso, es normal que éstos tengan problemas en la escuela, lleguen tarde, les acusen de trabajar por la noche, etcétera.
- Un filete muy crudo:
- En la película alemana, la protagonista recibe terapia por su mal genio; en una ocasión se pelea con un cliente que se queja de que su filete está muy hecho; en otra, tira el mantel del cliente. En la española, el cocinero saca el soplete para hacer más un filete de atún que al cliente le parece crudo.
- Una ayudante embarazada:
- No deja de ser extraño que en ambas películas (pero, creo recordar, no en la americana) la segunda chef esté embarazada.
Es cierto que la película española tiene varias cosas nuevas, pero no sé si son las suficientes como para que no cite en sus créditos la película anterior.
viernes, 20 de mayo de 2011
¿Democracia real?
Siempre pensé que España acabaría estallando políticamente como consecuencia de una crisis económica, y esa hipótesis es la que barajaba en un esbozo de novela que escribí en los años 90, antes de que en Albania la quiebra masiva de bancos azuzara una revuelta que ya había prendido en los países vecinos.
Sin embargo, después de la pasividad general con que se enfrentó el pueblo a la reforma laboral primero, y a la subida de la edad de jubilación después, cambié este abril mi idea: el pueblo sólo se soliviantaría como consecuencia de la prohibición de la emisión de fútbol en abierto.
No llegué a terminar el guión de Scriptfrenzy en que se había convertido aquella novela, pero ahora me vino a las mientes como consecuencia de la protesta del movimiento que unos llaman "Democracia Real", otros "15 de mayo" y otros "primavera española".
Es cierto que hemos estado comulgando con ruedas de molino y tragando carros y carretas (¡cuántas expresiones tiene el español para aquello de tener más paciencia que el santo Job, a pesar del tópico de la furia latina!). Ruedas de molino como que no había inflación (véase este cartel que yo traduzco en una tabla de excel con la inflación real), como que a pesar de la ley D'Hont había democracia ("tantos años de cambio y aquí no cambia nada", decían los Piperrak hace mucho), como que los sindicatos ayudaban a los trabajadores (en los 90 James Petras denunciaba cómo se vendió a toda una generación de jóvenes para que sus padres pudieran tener doradas jubilaciones anticipadas), o como que la corrupción estaba siempre, siempre, en el otro partido.
Y hasta aquí hemos llegado.
Desde los primeros artículos de mi blog vengo pidiendo que se respete la jornada de reflexión. Creo que ha sido un error retrasar tanto las protestas. Creo que se debería haber movilizado España desde septiembre, o quizá desde mayo del año pasado. Es cierto que ahora es un buen momento, y que las protestas se van a oír por toda Europa.
Pero si hubiéramos protestado antes, quizá no hubiéramos acabado doblando la cerviz e hincando la rodilla. Y no habríamos ayudado a perpetuar el entimema. Pues aunque muchos antisistema son y han sido violentos, no es violento todo aquel que está en contra del sistema. Algunos sólo quieren que sus representantes se pongan manos a la obra y lo cambien, como prometieron en el 2004.
Sin embargo, después de la pasividad general con que se enfrentó el pueblo a la reforma laboral primero, y a la subida de la edad de jubilación después, cambié este abril mi idea: el pueblo sólo se soliviantaría como consecuencia de la prohibición de la emisión de fútbol en abierto.
No llegué a terminar el guión de Scriptfrenzy en que se había convertido aquella novela, pero ahora me vino a las mientes como consecuencia de la protesta del movimiento que unos llaman "Democracia Real", otros "15 de mayo" y otros "primavera española".
Es cierto que hemos estado comulgando con ruedas de molino y tragando carros y carretas (¡cuántas expresiones tiene el español para aquello de tener más paciencia que el santo Job, a pesar del tópico de la furia latina!). Ruedas de molino como que no había inflación (véase este cartel que yo traduzco en una tabla de excel con la inflación real), como que a pesar de la ley D'Hont había democracia ("tantos años de cambio y aquí no cambia nada", decían los Piperrak hace mucho), como que los sindicatos ayudaban a los trabajadores (en los 90 James Petras denunciaba cómo se vendió a toda una generación de jóvenes para que sus padres pudieran tener doradas jubilaciones anticipadas), o como que la corrupción estaba siempre, siempre, en el otro partido.
Y hasta aquí hemos llegado.
Desde los primeros artículos de mi blog vengo pidiendo que se respete la jornada de reflexión. Creo que ha sido un error retrasar tanto las protestas. Creo que se debería haber movilizado España desde septiembre, o quizá desde mayo del año pasado. Es cierto que ahora es un buen momento, y que las protestas se van a oír por toda Europa.
Pero si hubiéramos protestado antes, quizá no hubiéramos acabado doblando la cerviz e hincando la rodilla. Y no habríamos ayudado a perpetuar el entimema. Pues aunque muchos antisistema son y han sido violentos, no es violento todo aquel que está en contra del sistema. Algunos sólo quieren que sus representantes se pongan manos a la obra y lo cambien, como prometieron en el 2004.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)