Anoche, a las dos de la madrugada, comenzó a aplicarse el horario de verano. Eso supone que lo primero que he hecho al levantarme haya sido ir por toda la casa comprobando la hora de relojes, móviles, agendas, televisores, videos que gracias a la TDT ya no actualizan su hora. Como yo, cuarenta millones de personas en el país habrán hecho lo mismo.
Es cierto que me gusta disfrutar del aumento subjetivo de luz diurna que proporciona este horario, pero cuando dicen que cada hogar español ahorrará miles de euros gracias a este cambio se equivocan. Se equivocan porque no es un cambio ideado para los hogares: es un cambio ideado para las empresas. Si, existe el ahorro y existen los hogares, pero no se puede dividir el uno entre los otros: Es como si dijéramos que gracias al cambio horario, cada cocotero de España (supongo que serán uno o dos) ahorrará una ingente cantidad de chopecientos millones de leuros.
Mucho antes de que se inventase este horario de verano ya existía otro. El que regulaba que los obreros entrasen en la fábrica una hora antes en los meses de primavera y verano. Pues eran las fábricas las principalmente beneficiadas con el aumento de luz matutina que trae el verano. Fábricas que estaban construidas según una filosofía completamente distinta a la actual: dado que la luz primero de gas y luego eléctrica alumbraba poco y era cara, los grandes edificios (fábricas, estaciones de tren, hospitales, escuelas) estaban cubiertos de ventanales, de vanos por los que se filtraba la luz, pero también el calor y el frío. Vanos que obligaban a los grandes edificios a tener altos techos para aprovechar hasta la última mota de luz, encareciendo la construcción.
En el diseño arquitectónico moderno se han suprimido los vanos. Las ventanas son pequeñas y no se pueden abrir. Edificios como el del colegio en que estudié se consideran ineficientes, pues el ahorro de luz no se puede comparar, en estos tiempos, al gasto en climatización. Los techos también se hacen pequeños, para ahorrar tanto calefacción como suelo. La ventilación favorecida por esos techos se considera innecesaria: el circuito del aire acondicionado se encargará de ventilar, y si resulta que esparce una plaga entre los empleados, ya se mandará a alguien a cambiar los filtros.
Realmente no creo en el ahorro del horario de verano. El sistema de construcción, que prima la luz artificial, hace que ésta se emplee todo el día, así que sólo quedan algunas actividades en que la luz natural sirva para algo: las actividades al aire libre (como la limpieza de calles y el mantenimiento de carreteras), la construcción de edificios y el cultivo en invernadero (que son asimilables a las anteriores) y poco más. Además, muchas de esta actividades se realizan por turnos, ocupando las veinticuatro horas del día, tanto en invierno como en verano.
No nos engañemos: el cambio de hora hace mucho que se convirtió en un ritual. En nuestro país solo les queda una de sus funciones económicas: permitir que en verano anochezca a las diez, permitiendo aprovechar en las terrazas de verano algunas horas de la noche, antes de que se hagan las doce y los municipales manden cerrar el chiringuito.
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1 comentario:
Precisamente siempre me ha hecho mucha gracia eso de "aprovechar la luz" y tener en la oficina, todo el año, a todas horas, las luces encendidas...
Cosa, que por cierto, nos está dejando ciegos a todos.
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