Educación, educación. Desde que Beccaria, en algún momento del siglo XVIII, se inventó aquello de que el sistema penitenciario debía servir para educar (y viceversa, según puede verse), diríase que todos los problemas de la sociedad debe resolverlos la educación. Parece mentira que el mismo diario que ha criticado las becas FPI de formación de futuros investigadores (alegando que los objetos de investigación son demasiado simples, como corresponde a quienes todavía están en formación) recoja en los últimos 20 días tres o cuatro noticias en que distintos estamentos proponen nuevas asignaturas (todas ellas, obviamente obligatorias) para educar a los jóvenes en nuevos hábitos. Es, por cierto, el mismo diario que suele quejarse de la proliferación de "marías" en la ESO, y de la asignatura de Ciudadanía.
Muchas de esas noticias parten de estamentos que, por su carácter profesional, no se han leído nunca un currículo de ESO. Por ejemplo, el presunto consejero de la cosa en Valencia, que, obviamente, ignora que a partir de la LC del PP, y siguiendo con la LOE, los currículos han insertado los diversos contenidos de la asignatura de Informática en todas las áreas del currículo, y en especial en la obligatoria Tecnología. Por ello la Informática sigue siendo una mera optativa, y no un área obligatoria como parece que desean los valencianos.
Más normal parece que ignoren el currículo los médicos, que a raíz de la polémica suscitada por la inminente prohibición de alimentos ricos en hidratos de carbono de cadena corta y en sodio (evidentemente, los niños en el instituto nunca sufren lipotimias en educación física, y además tienen sus coronarias obstruidas) proponen asignaturas como la nutrición, cuando su contenido ya existe (y es parte fundamental del área) en las ciencias naturales de 1º y 2º y la biología de 3º y 4º. Aunque hay quienes han propuesto en los últimos días asignaturas más exóticas, como las clases de Cocina, que se desterraron del panorama de optativas no sé si por machistas (aunque muchos hombres se apuntaban a ellas) o por el peligro que tiene dejar a un chaval ante un hornillo.
No se ha hablado en los últimos días de otra asignatura que parece recurrente: educación vial, cuyo contenido, por cierto, forma parte de los esenciales del bachillerato, al mismo nivel que el dominio de la propia lengua, aunque no se pregunte por él en selectividad. Pero sí se ha hablado del proyecto de los taxistas madrileños para solicitar la implantación de una FP de grado medio en que se enseñen, además del callejero (que últimamente sólo conocen los más veteranos, porque, gracias a dios, existe el Tomtom) idiomas e historia de Madrid (obviamente, todos los taxistas trabajan en Madrid llevando turistas del aeropuerto a la ciudad: los que vamos a tomar copas llevamos el coche propio).
En fin, edúquense todos. Y, sobre todo, no olviden el contenido de las asignaturas a los dos días, como hicimos muchos de nuestra generación cuando nos explicaron la diferencia entre Nación y Estado, diferencia que, como ha puesto de relieve la sentencia del Estatut, seguimos sin comprender los españoles.
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