Al hojear el libro, el adolescente tuvo una sensación de dejà vu. Siguiendo las reglas del género, el protagonista, amante de los libros, se refugiaba en un mundo de fantasía mientras todos sus amigos insistían en que estaba loco.
Tampoco faltaba la moralina, pero el autor había tenido la originalidad de hacer que el héroe estuviera a las puertas de la tercera edad, lo que cerraba las puertas a los conflictos escolares y las historias de drogas y sexo. Eso llevaba a caer irremediablemente (¡maldita pedagogía!) en los contenidos de historia y geografía, con prolijas explicaciones del narrador dirigidas a un público ignorante. ¡Otro que se creía Ken Follett!
Con un gesto de exasperación, volvió a dejar el Quijote en la estantería.
1 comentario:
jajajaja ¿pero cómo eres así?
Ah! y esto está llenito de Kens Follets ¿verdad?
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