Qué triste es el destino. Después de tener que ir tres días seguidos al instituto (realmente *debería* haberme fumado el martes), y por tanto quedarme a comer en casa de mi madre, ésta estaba ya convencida de que iría todos los días. Me costó convencerla de que no sería así, pero el destino ha decidido contra mi, y aquí estoy de nuevo.
Son cosas del destino. Del destino y de las chapuzas, como vamos a ver. Porque estaba yo en mi cocina-comedor preparándome una tortilla de patatas y con unas habichuelas remojándose para mi comida de hoy cuando, ¡catapún!, uno de los estores se va al suelo.
Analizando las causas del accidente, encuentro que una de las sujecciones se ha caído con techo y todo... Sí, queridos amiguitos, habéis leído bien:
con techo y todo. El techo de mi mirador, al que los estores están sujetos, es completamente hueco, de manera que en lugar de poner tacos normales tuvimos que llenarlo de un cemento especial. Pero este cemento no entró apropiadamente, de ahí que el estor se haya caído.
¿Y qué inconvenientes tiene la caída del estor? Varios. En primer lugar, me hallaba en pijama, pues a las siete no podía aguantar de calor y me di una ducha. Un amplio ventanal, iluminado en la noche oscura, donde se ve alguien en pijama es bastante... ridículo. Afortunadamente, la parte inferior del mirador está cubierta por un plástico translúcido, lo que atenúa el efecto-escaparate. En segundo lugar, mi casa es muy luminosa (para que os hagáis una idea, con TODOS los estores del salón bajados, si dejo la puerta de mi cuarto abierta la luz todavía penetra suficientemente como para hacer una U y despertarme por la mañana). Lo que quiere decir que en verano
hace calor. Un estor caído supone que la casa se convertirá en un horno.
Así que urge reparar la avería. La solución sería fácil: cubrir una parte con el cemento-taco y llenar el interior con la muy efectiva espuma-taco que sólo usé en el OTRO estor. El problema es que ambos productos, comprados por mi para mi casa,
están en casa de mis padres porque mi progenitor lleva
seis meses queriendo usarlos para algún tipo de chapuza. ¿Solución? Llamo a mi casa para advertir a mi madre que voy a ir, al día siguiente, para recoger ambos productos. No, no voy a comer. Iré y los cogeré. ¿Su respuesta? Bueno, ahora no está tu padre, mejor vienes a comer y así te dice dónde los ha guardado.
Lo que quiere decir que, de nuevo, comeré en casa de mis padres, es decir, se me irán las ganas de ir al hiper por la mañana, perderé horas inestimables para scriptfrenzy y, además, mi madre seguirá pensando que
no puedo sobrevivir sin ellaBueno, esto último podría ser: después de seguir a rajatabla las instrucciones de cocción de las alubias vistas
aquí (tenerlas en remojo 12 horas y cocerlas a fuego muy suave 2 horas más), han quedado
duras. Además, según las instrucciones del paquete (leídas demasiado tarde), debería haberlas cocido sólo hora y cuarto, porque si no se endurecen. ¡¡Como pille al cabrito que escribió lo de las dos horas, me lo cargo!!