domingo, 31 de agosto de 2025

Adiós al largo verano.

Ha sido un verano largo. Últimamente, mis largas vacaciones de profesor no comenzaban hasta que el 25 de julio dejaba atrás la calurosa ciudad de Madrid y me subía a un coche o autobús con destino a la Rioja. Pero este año una conjunción de casualidades hizo que pudiera irme antes, si bien con parada técnica de cuatro días en Castilla-León, donde vive mi hermano.

Y, sin embargo, siento que ha sido un verano corto porque muchas de mis "tareas" de verano no las he llegado a completar. 

Hay algunas que sí. He visitado el pueblo de mi hermano, el de mi familia paterna y el de mi familia materna; he visto a casi todos mis primos riojanos de la familia materna (no todos los veranos lo he conseguido) y a varios primos aragoneses de la familia paterna. Hasta he visto a mi tía sevillana, que llevaba dos años sin venir al pueblo (lamentablemente, la causa de que viniera este año es que su marido ya había muerto) y a mis familiares de Aranjuez, que parece mentira que, estando tan cerca de Madrid, no vea nunca. Eso en el apartado familiar.

En el apartado de "cosas que quiero hacer todos los veranos", he ido a la ermita del pueblo paterno y a las las cinco ermitas del pueblo materno, he caminado desde el pueblo paterno a dos de los pueblos vecinos (en un caso son dos kilómetros y en otro cuatro). Pero no he ido del pueblo materno al más cercano, a pesar de la fabulosa excursión nocturna organizada por el pueblo (quería haber convencido a mis sobrinos a que se apuntaran, pero al final no me apunté ni yo mismo, porque estaba agotado). Y me hubiera gustado hacer alguna excursioncilla con mi futuro cuñado, pero al final estábamos muy agobiados por los horarios de la ludoteca. Tampoco fui capaz de subir al Serradero (la cresta que separa el Najerilla del Iregua), a pesar de que mi hermano quería hacerlo para entrenar para un viaje de senderismo que tenía programado. Tres días fui al estanque del pueblo. Los tres días sin bañador, porque hacía frío. Los tres días salió el sol cuando llegaba, agotado, hasta él (es una caminata de 20 minutos cuesta arriba que mis amigos hacen en coche).

En el apartado de "Cosas que quería hacer con Peque", he mirado con Peque las campanas de ambas iglesias en el momento en que tocaban, he visto con Peque las estrellas en un cielo nocturno de los que ya no quedan en Madrid (pero había cuarto creciente, así que tampoco se veían tantas), le he intentado enseñar a andar en bici de pedales, he jugado con él en toda clase de columpios, pero me hubiera gustado haberle podido llevar a los columpios de Ci..., que son casi como los que más le gustan de Cu..., pero con un par de bares al lado para que los mayores nos tomemos un refresco a la sombra.

Me llevé la cámara de fotos, pero la usé muy poco; uno de los últimos días la saqué, pero me llamaron a toda prisa porque venía una familiar en visita relámpago. Me llevé el ordenador para adelantar trabajo pero me dio pereza encenderlo. Solo lo saqué un día para ir mecanografiando el recetario de mi abuela, y ni siquiera completé esa tarea.

Y como dice mi amigo Pancho, debemos ser conscientes de que nos quedan uno, dos veranos buenos antes de tener que dedicarlos a los cuidados. Quizá a mí me queden menos, porque no sé conducir y confío en mi anciana madre o en mi hermana para que me lleven de aquí para allá. Quizá debería haber aprovechado más el verano. Pero quizá la mejor manera de aprovecharlo haya sido despilfarrar el tiempo, como lo despilfarraba cuando era niño.

Cuídense todos.