martes, 27 de mayo de 2025

Fiebre

Nunca había visto subir tan veloces los números en un termómetro digital. Estoy acostumbrado a usar esos artilugios infernales sobre mí mismo y no hay manera de ver la pantalla cuando uno tiene el termómetro en la axila. Además, normalmente me pitan antes de haber llegado a la temperatura máxima (se supone que son termómetros de máximo; por tanto, no deberían pitar si la temperatura registrada todavía sigue creciendo). Por eso prefiero usar los de galio, que son como los de toda la vida.

Pero el otro día, en el peque, vi como la pantalla marcaba al momento treinta y siete y enseguida treinta y ocho, treinta y nueve, treinta y nueve y medio. Desconecté el termómetro cuando pitó; quién sabe si hubiera llegado a cuarenta.

Había leído pocos días antes un poema dedicado a un bebé enfermo, y la cara de este peque me lo recordó. También sus llantos a la hora de tomar la medicina (vomita cuando la toma) y su respiración dificultosa, sus ronquidos cuando consigue quedarse dormido.

Pero qué activo cuando, bajo los efectos del jarabe, exige jugar o ir a los columpios.

Ayer fui con mascarilla al trabajo por si peque me había contagiado (comí de su comida y también me dio manotazos con su mano chupada). Espero que no, que sea un catarrillo de nada. Una prueba de covid aguarda sobre la mesa, dispuesta a que me haga la prueba mañana después del desayuno.

Si fuera covid, sería mi segundo covid en seis meses.