Sucede que me compré 12 gigas de cómics en humblebundle y quiero guardarlos en alguna parte. No es que necesite realmente guardarlos: en cualquier momento podría volver a descargarlos sin pagar más, pero ¿y si se pierde mi contraseña? ¿y si quiebra la compañía? ¿y si se estrella un meteorito gigante contra la Tierra? Más vale tener una copia que no esté en la nube.
Así que voy al VIPs a conseguir DVDs porque ando bastante escasito de ellos. De camino, pienso en la posibilidad de comprar CDs. La radio del coche no tiene reproductor de mp3 ni entrada de línea, y aunque a veces es posible hacer que el teléfono móvil le envíe su música por FM, no siempre funciona el truco, especialmente en las áreas llenas de emisoras como Madrid. Así que para oír los mp3 en el coche hay que grabarlos en CD. Probablemente tendré CDs a montones en casa, pero estoy convencido de que en cualquier momento se dejarán de fabricar. Eso es lo que me decide a comprarlos.
En el VIPs solo hay DVDs de los caros, los regrabables (podría ser peor: el otro día estuve en la FNAC y no había ninguno). Los CDs, mezclados con ellos en la pila, son de la misma marca, pero obviamente son CD-R (lo que me indica que todos los compradores de CD están en la misma situación que yo). Voy con uno de cada a la cajera y, después de mirarlos un rato, ella me dice:
—No lo entiendo. Unos valen seis euros y los otros dieciséis.
—No hay problema. Sé que son distintos y quiero uno de cada.
Aunque ella no aparenta tener menos de veinticinco años (claro está que el trabajo envejece, así que puede que me equivoque), me pide que le explique la diferencia.
—Unos son para música, los otros son para datos.
Ella misma deduce que los de datos serán más caros porque tendrán más capacidad. Así que lo que falla es, simplemente, que llegó a la tecnología demasiado tarde para saber la diferencia. Debe de ser que realmente los CDs sí están obsoletos.