La falta de iluminación general unida a una fuerte iluminación focalizada puede provocar deslumbramiento; por eso la gente no trabaja de noche en el ordenador con las luces apagadas.
El Real Decreto 486/1997 establece lo siguiente en su anexo V:
"Siempre que sea posible, los lugares de trabajo tendrán una iluminación natural, que deberá complementarse con una iluminación artificial cuando la primera, por sí sola, no garantice las condiciones de visibilidad adecuadas. En tales casos se utilizará preferentemente la iluminación artificial general, complementada a su vez con una localizada cuando en zonas concretas se requieran niveles de iluminación elevados."
Entonces, ¿por qué el Ministro de Industria se empeña en que los niños apaguen la luz general cuando encienden el flexo? ¿Se cumplen en el ministerio las normas de Seguridad e Higiene en el trabajo? ¿Y en la agencia que ha diseñado el anuncio?
Páginas especiales
▼
miércoles, 24 de diciembre de 2008
sábado, 20 de diciembre de 2008
Asistencia telefónica
A veces me desespera que, cuando los llamas necesitado de ayuda, los teleoperadores te traten como si fueras un necio que no sabe ni enchufar el ordenador. Pero cuando te toca hacer su trabajo, comienzas a valorar su infinita paciencia y su saber hacer.
Poco después de comer, llama a casa de mis padres el ingeniero. Está en casa de su hijo, y quiere configurarle la conexión WIFI de telefónica. En primer lugar, no tengo y nunca he tenido una conexión con telefónica. En segundo lugar, recuerdo que el ordenador de su hijo necesitaba un configurador no estándar para la red inalámbrica. Y en tercer lugar, yo estoy al otro lado del teléfono sin ver ninguna de las pantallas que aparecen en el ordenador: es más, no me fío ni un pelo de las descripciones que me da mi interlocutor, puesto que no concuerdan con lo poco que recuerdo del ordenador de su hijo. Después de perder como media hora, cuelga y le devuelvo la llamada. Cuando por fin parece haber metido correctamente el SSID y la contraseña de la red inalámbrica, y veo que sigue sin funcionar, y le digo que si tiene un cable de red pruebe a usarlo, y que instale el CD-ROM de telefónica (por si acaso la WLAN funciona sólo después de activarla en el router, como era habitual en tiempos).
Cuelgo y, después de 10 minutos le vuelvo a llamar. Está reiniciando el ordenador, lo que me hace pensar que ha instalado ya el CD de telefónica... Si hay suerte, puedo intentar que se atreva a usar la "asistencia remota". Error: todavía no ha instalado el CD de telefónica (lo que descubro después de que se pase un rato comentando que el Kasperski dice que está actualizándose, y yo le pida que lo confirme observando si cambia el porcentaje completado), y además me lee cada pantalla estúpida del instalador. Finalmente, tras instalar el CD sigue sin ADSL (será que todavía no se lo han activado) y además la tarjeta inalámbrica no funciona. Mi conversación con él me recuerda por qué los teleoperadores comienzan preguntando cosas obvias:
-¿Sigue el icono del programa "WLAN", abajo a la derecha?
-No
-Vale, entonces, ¿Sale el programa de redes inalámbricas de Microsoft?
-No
-Vale, mira en el panel de control, vista clásicas, redes.
-¿Asistente para redes inalámbricas?
-No, en "Conexiones de red e internet". La conexión que diga "Wireless". Habrá una solapa.
-Ahora sólo sale una conexión.
-¿Has vuelto a meter la tarjeta de red?
En fin, que al final he quedado en pasarme un día de estos por Vallecas. Hay cosas que es muy difícil hacer sin ver. A todos los teleoperadores, un saludo.
Poco después de comer, llama a casa de mis padres el ingeniero. Está en casa de su hijo, y quiere configurarle la conexión WIFI de telefónica. En primer lugar, no tengo y nunca he tenido una conexión con telefónica. En segundo lugar, recuerdo que el ordenador de su hijo necesitaba un configurador no estándar para la red inalámbrica. Y en tercer lugar, yo estoy al otro lado del teléfono sin ver ninguna de las pantallas que aparecen en el ordenador: es más, no me fío ni un pelo de las descripciones que me da mi interlocutor, puesto que no concuerdan con lo poco que recuerdo del ordenador de su hijo. Después de perder como media hora, cuelga y le devuelvo la llamada. Cuando por fin parece haber metido correctamente el SSID y la contraseña de la red inalámbrica, y veo que sigue sin funcionar, y le digo que si tiene un cable de red pruebe a usarlo, y que instale el CD-ROM de telefónica (por si acaso la WLAN funciona sólo después de activarla en el router, como era habitual en tiempos).
Cuelgo y, después de 10 minutos le vuelvo a llamar. Está reiniciando el ordenador, lo que me hace pensar que ha instalado ya el CD de telefónica... Si hay suerte, puedo intentar que se atreva a usar la "asistencia remota". Error: todavía no ha instalado el CD de telefónica (lo que descubro después de que se pase un rato comentando que el Kasperski dice que está actualizándose, y yo le pida que lo confirme observando si cambia el porcentaje completado), y además me lee cada pantalla estúpida del instalador. Finalmente, tras instalar el CD sigue sin ADSL (será que todavía no se lo han activado) y además la tarjeta inalámbrica no funciona. Mi conversación con él me recuerda por qué los teleoperadores comienzan preguntando cosas obvias:
-¿Sigue el icono del programa "WLAN", abajo a la derecha?
-No
-Vale, entonces, ¿Sale el programa de redes inalámbricas de Microsoft?
-No
-Vale, mira en el panel de control, vista clásicas, redes.
-¿Asistente para redes inalámbricas?
-No, en "Conexiones de red e internet". La conexión que diga "Wireless". Habrá una solapa.
-Ahora sólo sale una conexión.
-¿Has vuelto a meter la tarjeta de red?
En fin, que al final he quedado en pasarme un día de estos por Vallecas. Hay cosas que es muy difícil hacer sin ver. A todos los teleoperadores, un saludo.
jueves, 18 de diciembre de 2008
Navidad....!
Este año, no estamos nada navideños en mi familia. Para compensarlo, he decidido colocar en mi blog una selección de música navideña hecha por jamendo. Podría haber hecho yo mismo esa selección (de hecho, hace dos días me pasé por la Naxos Library, a la que tengo acceso cortesía de la Consejería de Educación, buscando algo que hacer sonar en el departamento, y luego por jamendo para actualizar el blog), pero, ya que me lo daban hecho, lo copié como venía.
En cualquier caso, os pensaba recomendar encarecidamente a Allison Crowe, que canta como los ángeles, y que encabeza la lista de reproducción.
Otros años, además, suelo recomendar calendarios de adviento, salvapantallas, detalles para el árbol y otras tonterías de esas que tanto nos gustan por estas fechas. No he tenido tiempo para buscarlas, así que por el momento no puedo guiaros a ninguna parte. Podéis, eso sí, buscar en mis entradas de otros años, y cruzar los dedos para que los enlaces no se hayan roto. De momento, veo estas dos:
El último es un enlace a una tarjeta navideña "anticompras" para estas navidades. Si queréis algo más heavy, tenéis la campaña En esta navidad, regala s... oral.
Si, en cambio, queréis algo más dulce, estoy seguro de que tanto devianart como sitios de fotografía (flickr, picassa) están llenos de paisajes y motivos navideños, si buscáis con las palabras adecuadas.
En cualquier caso, os pensaba recomendar encarecidamente a Allison Crowe, que canta como los ángeles, y que encabeza la lista de reproducción.
Otros años, además, suelo recomendar calendarios de adviento, salvapantallas, detalles para el árbol y otras tonterías de esas que tanto nos gustan por estas fechas. No he tenido tiempo para buscarlas, así que por el momento no puedo guiaros a ninguna parte. Podéis, eso sí, buscar en mis entradas de otros años, y cruzar los dedos para que los enlaces no se hayan roto. De momento, veo estas dos:
- Un juego para celebrar el nuevo año (2004)
- Nice christmas card on DeviantArt / Bonita tarjeta de navidad en DeviantArt (2004)
El último es un enlace a una tarjeta navideña "anticompras" para estas navidades. Si queréis algo más heavy, tenéis la campaña En esta navidad, regala s... oral.
Si, en cambio, queréis algo más dulce, estoy seguro de que tanto devianart como sitios de fotografía (flickr, picassa) están llenos de paisajes y motivos navideños, si buscáis con las palabras adecuadas.
domingo, 14 de diciembre de 2008
Un cuento: Ilia Propp
He aquí un cuentecillo que escribí en 2000 (quizá antes) para un concurso, y que he recuperado de un disco antiguo...
ILIA PROPP
—Es verdaderamente inconcebible —dijo el profesor Wilheim Katz— que sea usted completamente incapaz de hacer nada a derechas. Ahí está su compañero Mugabe, que no ha tenido ningún problema para analizar las veinte muestras en el tiempo requerido. ¡Y usted todavía no ha realizado la mitad del trabajo! Verdaderamente, me maravilla que el doctor Black haya podido contratar a un individuo tan inepto.
Todo el mundo contemplaba en silencio la cara del pobre Ilia, que trataba de capear el temporal. Algunos de nosotros conocíamos bien a Ilia Propp y sabíamos que aquel retraso estaba completamente justificado. Pero no era cosa de perder el empleo propio por defender a un compañero. Cuando Katz se fue, tratamos de buscar entre los rasgos de Propp algún indicio que nos permitiera saber hasta dónde llegaba su disgusto. Pero él, a la vez, procuraba no exteriorizar su furia, y rehuía nuestras miradas. Al final, se encerró en el baño y volvió al cabo de unos minutos.
Aquel día era viernes y, como de costumbre, al salir del trabajo nos dirigimos todos al bar más cercano, donde solíamos engullir unas cuantas cervezas todos los trabajadores del laboratorio. Pero aquel día Ilia decidió tomar otra dirección: le vimos alejarse directo hacia la ciudad en su destartalado coche. Lo cual cuadraba con nuestras expectativas: todos suponíamos que no estaría de humor.
Aquella noche hubo un incendio en el laboratorio. Eso sí que no lo esperaba nadie, y menos el doctor Black, que fue despertado por los vigilantes en la madrugada del sábado. El sistema de seguridad había reaccionado demasiado tarde, y los bomberos se habían encontrado con un buen problema.
Las pérdidas fueron considerables; por suerte, el negocio estaba asegurado.
Cuando el lunes por la mañana nos encontramos con las instalaciones destrozadas, todos comenzaron a preguntarse cuál podía haber sido el origen del fuego. Nadie había dejado un reactor calefactado encendido, que nosotros supiéramos. Todos los productos inflamables estaban almacenados adecuadamente. Y la instalación eléctrica cumplía todos los requisitos de seguridad. A todos nos pareció que el incendio había sido provocado.
Los ojos de muchos compañeros se volvieron hacia Ilia. Seguro que había sido él. Él tenía un motivo. Sí, seguro que aquella sorpresa que había mostrado al aparcar su coche entre las ruinas del pabellón tres había sido fingida. Por supuesto que muchos de nosotros conocíamos métodos infalibles para provocar una explosión o un incendio utilizando los materiales allí almacenados; pero ninguno de nosotros tenía una razón para morder la mano que lo alimentaba. Él, que a punto estaba de quedarse sin empleo, no tenía nada que perder.
Algo debió de ver Ilia en nuestros ojos, pues apartó la mirada y, volviéndose hacia el doctor Black (ignorante, sin duda, de la trifulca del viernes) le preguntó:
—Supongo que habrá que hacer inventario de las pérdidas, ¿no?
Aquella fue nuestra ocupación durante todo el día: tratar de recordar qué había en el pabellón antes de que las llamas lo arrasaran. Mientras unos respondíamos a las preguntas de los policías y los peritos judiciales, otros preparábamos el parte para los agentes de seguros.
Mientras se decidía qué hacer con las ruinas, nos fueron asignadas nuevas funciones que desempeñaríamos en los dos pabellones que seguían en pie. En general, tareas de oficina; especialmente búsquedas bibliográficas. Si hay algo que odio de este trabajo, son las búsquedas bibliográficas. Es algo imprescindible, ya lo sé, y ahorra mucho tiempo. Pero no hay nada más tedioso que hojear los boletines de resúmenes para averiguar si se ha publicado algo interesante; especialmente porque, una vez leído el artículo en cuestión, suele resultar bastante decepcionante: nadie quiere que le pisen sus investigaciones.
El ambiente de trabajo estaba bastante enrarecido. Por un lado estaban los trabajadores que habían desempeñado siempre su trabajo en los pabellones uno y dos y ahora se veían invadidos por nosotros. Por otro lado, nosotros, que nos sentíamos unos extraños y acusábamos de aquella situación a Ilia Propp. Aquello empeoró cuando la policía confirmó que se había tratado de un sabotaje.
Una tarde, Ilia encontró pinchada la rueda de su coche.
Ninguno de nosotros había comentado nuestras sospechas al doctor Black. Corrían rumores, pero procurábamos hablar del tema sólo en las reuniones de los viernes por la tarde, a las que nunca acudían los jefes... ni, desde aquello, Propp. Si al comenzar la conversación todavía alguien creía ver una duda razonable con respecto a su culpabilidad, en la undécima ronda todos estábamos convencidos de ella. Ilia era el único culpable, ¡vaya si lo era! Y tendría que cargar con la responsabilidad por su delito.
Sin embargo, nadie comentó nada de aquello ni a los jefes ni a la policía. Lo dejábamos para otro momento. Era una carta que había que jugar bien. Pero teníamos claro que el asunto saldría a la luz en el improbable caso de que Ilia consiguiera un ascenso.
Mientras tanto, habían pasado ya seis meses y las obras del nuevo pabellón avanzaban por momentos. Todo hacía prever que en algún punto llegaríamos a olvidarnos de aquello.
Y entonces, de repente, sucedió lo que menos esperábamos: Ilia Propp encontró trabajo en una multinacional para la que habíamos desarrollado diversos productos. Al principio creímos que aquello era una huida, pero luego Ilia dejó caer que iba a trabajar en un puesto de mayor responsabilidad. Nadie se lo explicaba, porque era difícil que hubiera conseguido referencias positivas. Todos creímos que era una fantasmada concebida para disimular su salida, el rabo entre las piernas, de nuestra empresa.
Pero un compañero de contabilidad, que últimamente se había unido a nuestras juergas vespertinas, había oído comentar algo al respecto al doctor Black. ¿Era posible, tan sólo posible, que el maldito Ilia Propp se hubiera salido con la suya? Aquello sobrepasaba nuestra capacidad de comprensión.
El lunes siguiente alguien debió de llamar a la nueva empresa de Propp. Porque es un hecho comprobado que el miércoles le telefonearon los responsables de recursos humanos de la multinacional, disculpándose por haberse equivocado al llamarle a él y no a otro. Cuando me enteré de la noticia, me expliqué la cara de satisfacción que había visto desde el martes en muchos de mis compañeros.
Aquello, obviamente, fue un golpe terrible para Ilia. No sé si se olió algo o no, pero, en cualquier caso, se negó a cancelar su rescisión de contrato. Se iría al cabo de semana y media, como había previsto inicialmente.
Dudo que nadie tuviera la osadía de tratar de consolarlo. La verdad es que se habría extrañado, pues su trato con nosotros estaba bastante enrarecido. Sin embargo, comenzamos a darnos cuenta de que aquel hombre nos daba lástima.
Al final se fue; apenas se alejó su auto, celebramos el final de aquella situación con un suspiro de satisfacción general. Ahora volvería a ser todo como antes. Incluso las obras del nuevo pabellón parecían cada vez más rápidas.
Había pasado un año ya; el pabellón estaba terminado; nosotros, dentro de él, tratábamos de recuperar el tiempo de investigación experimental perdido. Nadie parecía recordar ya las ruinas humeantes. Quizá dentro de algunos quedara, como una sensación de entumecimiento, el recuerdo de Ilia Propp.
Entonces conocimos la noticia.
La policía había detenido a un grupo dedicado al espionaje industrial. Su modus operandi, perfectamente repetido en cada uno de los casos, concluía con el incendio de la instalación asaltada. Se sospechaba que nuestro laboratorio había sido uno de los allanados por aquella banda de delincuentes.
La noticia nos la dio el doctor Black, que había sido informado por la propia policía. Le pareció, seguramente, que al conocer las causas del incendio nos tranquilizaríamos y perderíamos cualquier sentimiento de culpa —un calentador mal conectado, un cuadro de circuitos puenteado— que pudiéramos tener. El efecto, claro está, fue el contrario.
Pero lo hecho, hecho estaba. Nadie iba a llamar de nuevo a aquéllos a quienes no debió haber llamado nunca. Ni siquiera íbamos a tratar de llamar a Ilia para interesarnos por su vida. No; habría sido poco elegante por nuestra parte.
Eso es, hijo mío, lo que le hicimos a Ilia. Pudimos habérselo hecho a cualquiera, es verdad; pero se lo hicimos a él. Aún recuerdo la cara que puse cuando me lo encontré, años después, sirviendo hamburguesas en un bar del centro. En realidad, parecía haber olvidado todo aquello. Por supuesto, no se lo mencioné.
Simplemente le dije: “¿No estabas trabajando para una empresa británica?” Él sonrió y repuso: “Americana. Esta es una empresa americana”. Le pedí la hamburguesa más grande que tuviera y, mientras la devoraba, observé cómo atendía, sin perder ni un instante la sonrisa, a los clientes hambrientos que se agolpaban sobre el mostrador de aluminio.
© José G. Moya Y., 2000-2008
ILIA PROPP
—Es verdaderamente inconcebible —dijo el profesor Wilheim Katz— que sea usted completamente incapaz de hacer nada a derechas. Ahí está su compañero Mugabe, que no ha tenido ningún problema para analizar las veinte muestras en el tiempo requerido. ¡Y usted todavía no ha realizado la mitad del trabajo! Verdaderamente, me maravilla que el doctor Black haya podido contratar a un individuo tan inepto.
Todo el mundo contemplaba en silencio la cara del pobre Ilia, que trataba de capear el temporal. Algunos de nosotros conocíamos bien a Ilia Propp y sabíamos que aquel retraso estaba completamente justificado. Pero no era cosa de perder el empleo propio por defender a un compañero. Cuando Katz se fue, tratamos de buscar entre los rasgos de Propp algún indicio que nos permitiera saber hasta dónde llegaba su disgusto. Pero él, a la vez, procuraba no exteriorizar su furia, y rehuía nuestras miradas. Al final, se encerró en el baño y volvió al cabo de unos minutos.
Aquel día era viernes y, como de costumbre, al salir del trabajo nos dirigimos todos al bar más cercano, donde solíamos engullir unas cuantas cervezas todos los trabajadores del laboratorio. Pero aquel día Ilia decidió tomar otra dirección: le vimos alejarse directo hacia la ciudad en su destartalado coche. Lo cual cuadraba con nuestras expectativas: todos suponíamos que no estaría de humor.
Aquella noche hubo un incendio en el laboratorio. Eso sí que no lo esperaba nadie, y menos el doctor Black, que fue despertado por los vigilantes en la madrugada del sábado. El sistema de seguridad había reaccionado demasiado tarde, y los bomberos se habían encontrado con un buen problema.
Las pérdidas fueron considerables; por suerte, el negocio estaba asegurado.
Cuando el lunes por la mañana nos encontramos con las instalaciones destrozadas, todos comenzaron a preguntarse cuál podía haber sido el origen del fuego. Nadie había dejado un reactor calefactado encendido, que nosotros supiéramos. Todos los productos inflamables estaban almacenados adecuadamente. Y la instalación eléctrica cumplía todos los requisitos de seguridad. A todos nos pareció que el incendio había sido provocado.
Los ojos de muchos compañeros se volvieron hacia Ilia. Seguro que había sido él. Él tenía un motivo. Sí, seguro que aquella sorpresa que había mostrado al aparcar su coche entre las ruinas del pabellón tres había sido fingida. Por supuesto que muchos de nosotros conocíamos métodos infalibles para provocar una explosión o un incendio utilizando los materiales allí almacenados; pero ninguno de nosotros tenía una razón para morder la mano que lo alimentaba. Él, que a punto estaba de quedarse sin empleo, no tenía nada que perder.
Algo debió de ver Ilia en nuestros ojos, pues apartó la mirada y, volviéndose hacia el doctor Black (ignorante, sin duda, de la trifulca del viernes) le preguntó:
—Supongo que habrá que hacer inventario de las pérdidas, ¿no?
Aquella fue nuestra ocupación durante todo el día: tratar de recordar qué había en el pabellón antes de que las llamas lo arrasaran. Mientras unos respondíamos a las preguntas de los policías y los peritos judiciales, otros preparábamos el parte para los agentes de seguros.
Mientras se decidía qué hacer con las ruinas, nos fueron asignadas nuevas funciones que desempeñaríamos en los dos pabellones que seguían en pie. En general, tareas de oficina; especialmente búsquedas bibliográficas. Si hay algo que odio de este trabajo, son las búsquedas bibliográficas. Es algo imprescindible, ya lo sé, y ahorra mucho tiempo. Pero no hay nada más tedioso que hojear los boletines de resúmenes para averiguar si se ha publicado algo interesante; especialmente porque, una vez leído el artículo en cuestión, suele resultar bastante decepcionante: nadie quiere que le pisen sus investigaciones.
El ambiente de trabajo estaba bastante enrarecido. Por un lado estaban los trabajadores que habían desempeñado siempre su trabajo en los pabellones uno y dos y ahora se veían invadidos por nosotros. Por otro lado, nosotros, que nos sentíamos unos extraños y acusábamos de aquella situación a Ilia Propp. Aquello empeoró cuando la policía confirmó que se había tratado de un sabotaje.
Una tarde, Ilia encontró pinchada la rueda de su coche.
Ninguno de nosotros había comentado nuestras sospechas al doctor Black. Corrían rumores, pero procurábamos hablar del tema sólo en las reuniones de los viernes por la tarde, a las que nunca acudían los jefes... ni, desde aquello, Propp. Si al comenzar la conversación todavía alguien creía ver una duda razonable con respecto a su culpabilidad, en la undécima ronda todos estábamos convencidos de ella. Ilia era el único culpable, ¡vaya si lo era! Y tendría que cargar con la responsabilidad por su delito.
Sin embargo, nadie comentó nada de aquello ni a los jefes ni a la policía. Lo dejábamos para otro momento. Era una carta que había que jugar bien. Pero teníamos claro que el asunto saldría a la luz en el improbable caso de que Ilia consiguiera un ascenso.
Mientras tanto, habían pasado ya seis meses y las obras del nuevo pabellón avanzaban por momentos. Todo hacía prever que en algún punto llegaríamos a olvidarnos de aquello.
Y entonces, de repente, sucedió lo que menos esperábamos: Ilia Propp encontró trabajo en una multinacional para la que habíamos desarrollado diversos productos. Al principio creímos que aquello era una huida, pero luego Ilia dejó caer que iba a trabajar en un puesto de mayor responsabilidad. Nadie se lo explicaba, porque era difícil que hubiera conseguido referencias positivas. Todos creímos que era una fantasmada concebida para disimular su salida, el rabo entre las piernas, de nuestra empresa.
Pero un compañero de contabilidad, que últimamente se había unido a nuestras juergas vespertinas, había oído comentar algo al respecto al doctor Black. ¿Era posible, tan sólo posible, que el maldito Ilia Propp se hubiera salido con la suya? Aquello sobrepasaba nuestra capacidad de comprensión.
El lunes siguiente alguien debió de llamar a la nueva empresa de Propp. Porque es un hecho comprobado que el miércoles le telefonearon los responsables de recursos humanos de la multinacional, disculpándose por haberse equivocado al llamarle a él y no a otro. Cuando me enteré de la noticia, me expliqué la cara de satisfacción que había visto desde el martes en muchos de mis compañeros.
Aquello, obviamente, fue un golpe terrible para Ilia. No sé si se olió algo o no, pero, en cualquier caso, se negó a cancelar su rescisión de contrato. Se iría al cabo de semana y media, como había previsto inicialmente.
Dudo que nadie tuviera la osadía de tratar de consolarlo. La verdad es que se habría extrañado, pues su trato con nosotros estaba bastante enrarecido. Sin embargo, comenzamos a darnos cuenta de que aquel hombre nos daba lástima.
Al final se fue; apenas se alejó su auto, celebramos el final de aquella situación con un suspiro de satisfacción general. Ahora volvería a ser todo como antes. Incluso las obras del nuevo pabellón parecían cada vez más rápidas.
Había pasado un año ya; el pabellón estaba terminado; nosotros, dentro de él, tratábamos de recuperar el tiempo de investigación experimental perdido. Nadie parecía recordar ya las ruinas humeantes. Quizá dentro de algunos quedara, como una sensación de entumecimiento, el recuerdo de Ilia Propp.
Entonces conocimos la noticia.
La policía había detenido a un grupo dedicado al espionaje industrial. Su modus operandi, perfectamente repetido en cada uno de los casos, concluía con el incendio de la instalación asaltada. Se sospechaba que nuestro laboratorio había sido uno de los allanados por aquella banda de delincuentes.
La noticia nos la dio el doctor Black, que había sido informado por la propia policía. Le pareció, seguramente, que al conocer las causas del incendio nos tranquilizaríamos y perderíamos cualquier sentimiento de culpa —un calentador mal conectado, un cuadro de circuitos puenteado— que pudiéramos tener. El efecto, claro está, fue el contrario.
Pero lo hecho, hecho estaba. Nadie iba a llamar de nuevo a aquéllos a quienes no debió haber llamado nunca. Ni siquiera íbamos a tratar de llamar a Ilia para interesarnos por su vida. No; habría sido poco elegante por nuestra parte.
Eso es, hijo mío, lo que le hicimos a Ilia. Pudimos habérselo hecho a cualquiera, es verdad; pero se lo hicimos a él. Aún recuerdo la cara que puse cuando me lo encontré, años después, sirviendo hamburguesas en un bar del centro. En realidad, parecía haber olvidado todo aquello. Por supuesto, no se lo mencioné.
Simplemente le dije: “¿No estabas trabajando para una empresa británica?” Él sonrió y repuso: “Americana. Esta es una empresa americana”. Le pedí la hamburguesa más grande que tuviera y, mientras la devoraba, observé cómo atendía, sin perder ni un instante la sonrisa, a los clientes hambrientos que se agolpaban sobre el mostrador de aluminio.
© José G. Moya Y., 2000-2008
miércoles, 10 de diciembre de 2008
viernes, 28 de noviembre de 2008
Las multas, por correo electrónico
Escucho por televisión una noticia referente a una ley en tramitación según la cual las multas nos llegarían por correo electrónico. No encuentro más datos sobre dicha ley en la web del Congreso (puede ser que sea una de tantas disposiciones incluidas en la Ley de Acompañamiento de los Presupuestos), pero puedo decir lo que he escuchado en la televisión:
- Se enviaría un solo mensaje.
- El descuento iría a quienes pagasen en los 15 días a partir de la fecha del mensaje.
Puede parecer una buena idea, pero surgen los siguientes puntos de conflicto:
1) Tratamiento de los datos personales. Si en mi centro de trabajo (un centro dependiente de una administración autonómica) hemos de pedir permiso para comunicarnos con los ciudadanos por SMS o por correo electrónico (no así por correo postal), hemos de suponer que la DGT también habría de hacerlo.
2) Obtención de los datos personales. El certificado de firma electrónica expedido por la FNMT va vinculado a una dirección de correo electrónico, pero no debería ser la fuente única de dicho dato: los usuarios cambian constantemente de dirección electrónica, y, puesto que prácticamente nadie usa el certificado de la FNMT para firmar mensajes de correo electrónico (es incluso menos frecuente que el PGP), no debe confiarse en que dicho dato esté actualizado.
3) Falta de verificabilidad de recepción del mensaje. Aunque en la comunicación electrónica existen métodos para que se retorne un acuse de recibo al remitente, dichos métodos no sirven para verificar que el mensaje ha llegado al remitente esperado. Puedo abandonar una dirección electrónica y que otra persona la adopte. El cartero, en cambio, me pide firma y DNI.
4) El problema de la fecha. Estamos acostumbrados a recibir instantáneamente los mensajes de correo electrónico, pero he llegado a recibir mensajes de correo electrónico con una demora de una semana (el servidor de origen era Camerdata, de las cámaras de Comercio, y el de destino era Teleline, ahora propiedad de Telefónica).
5) El problema de la disponibilidad. Es cierto que con el cartero también sucede que yo no esté en mi localidad habitual cuando llega la multa, pero tampoco se espera que haya recibido la notificación instantáneamente. Aún hay muchas localidades sin zonas wifi y con una cobertura GPRS pésima (por haber, las hay hasta sin cobertura GSM).
6) Seguridad. ¡Es una mina para el Phising! Imaginad: "La DGT le informa que fue usted percibido circulando a 200 Km/H entre Nigeria de Arriba y Nigeria de Abajo. Pulse aquí para pagar con una reducción del 15%". Estoy seguro de que, al igual que los mensajes de los bancos, los de la DGT llegarán sin firma electrónica.
- Se enviaría un solo mensaje.
- El descuento iría a quienes pagasen en los 15 días a partir de la fecha del mensaje.
Puede parecer una buena idea, pero surgen los siguientes puntos de conflicto:
1) Tratamiento de los datos personales. Si en mi centro de trabajo (un centro dependiente de una administración autonómica) hemos de pedir permiso para comunicarnos con los ciudadanos por SMS o por correo electrónico (no así por correo postal), hemos de suponer que la DGT también habría de hacerlo.
2) Obtención de los datos personales. El certificado de firma electrónica expedido por la FNMT va vinculado a una dirección de correo electrónico, pero no debería ser la fuente única de dicho dato: los usuarios cambian constantemente de dirección electrónica, y, puesto que prácticamente nadie usa el certificado de la FNMT para firmar mensajes de correo electrónico (es incluso menos frecuente que el PGP), no debe confiarse en que dicho dato esté actualizado.
3) Falta de verificabilidad de recepción del mensaje. Aunque en la comunicación electrónica existen métodos para que se retorne un acuse de recibo al remitente, dichos métodos no sirven para verificar que el mensaje ha llegado al remitente esperado. Puedo abandonar una dirección electrónica y que otra persona la adopte. El cartero, en cambio, me pide firma y DNI.
4) El problema de la fecha. Estamos acostumbrados a recibir instantáneamente los mensajes de correo electrónico, pero he llegado a recibir mensajes de correo electrónico con una demora de una semana (el servidor de origen era Camerdata, de las cámaras de Comercio, y el de destino era Teleline, ahora propiedad de Telefónica).
5) El problema de la disponibilidad. Es cierto que con el cartero también sucede que yo no esté en mi localidad habitual cuando llega la multa, pero tampoco se espera que haya recibido la notificación instantáneamente. Aún hay muchas localidades sin zonas wifi y con una cobertura GPRS pésima (por haber, las hay hasta sin cobertura GSM).
6) Seguridad. ¡Es una mina para el Phising! Imaginad: "La DGT le informa que fue usted percibido circulando a 200 Km/H entre Nigeria de Arriba y Nigeria de Abajo. Pulse aquí para pagar con una reducción del 15%". Estoy seguro de que, al igual que los mensajes de los bancos, los de la DGT llegarán sin firma electrónica.
jueves, 27 de noviembre de 2008
Creatividad
Aunque suelo echar pestes de los publicitarios, realmente les envidio. Pues una de sus mayores cualidades es la capacidad para echar mano constantemente de la auténtica creatividad: esa que está ceñida a unos límites.
Cualquiera puede improvisar una obra de arte si se halla rodeado de mármol, oro, perlas, y se le dice: "haz algo con esto". La cosa cambia si se añade: "y que sirva para esto". Cuando el resultado tiene coherenciay funciona, ya es un logro. Y, si encima es bello... Para quitarse el sombrero.
Mis conocidos suelen pensar que soy relativamente creativo. Sin embargo, ahora mismo estoy tratando de imaginar posibles preguntas para un miserable control de lectura, y no hay manera. Suponed que todos los días tuviera que idear similares cuestiones, y después justificar racionalmente el porqué de la decisión. Si, en ocasiones lo hice, pero nunca pude lograrlo para más de una clase diaria. Los grandes publicistas lo hacen todos los días, quizá para una sola marca, pero para cientos de productos de esa marca, anunciados en varios medios diferentes. Increíble.
Cualquiera puede improvisar una obra de arte si se halla rodeado de mármol, oro, perlas, y se le dice: "haz algo con esto". La cosa cambia si se añade: "y que sirva para esto". Cuando el resultado tiene coherenciay funciona, ya es un logro. Y, si encima es bello... Para quitarse el sombrero.
Mis conocidos suelen pensar que soy relativamente creativo. Sin embargo, ahora mismo estoy tratando de imaginar posibles preguntas para un miserable control de lectura, y no hay manera. Suponed que todos los días tuviera que idear similares cuestiones, y después justificar racionalmente el porqué de la decisión. Si, en ocasiones lo hice, pero nunca pude lograrlo para más de una clase diaria. Los grandes publicistas lo hacen todos los días, quizá para una sola marca, pero para cientos de productos de esa marca, anunciados en varios medios diferentes. Increíble.
lunes, 24 de noviembre de 2008
Día de silencio.
Día de examen. Silencio. El goteo del agua en los radiadores. La cadencia monótona de martillazos en una obra lejana. El rumor del motor de la grúa. Acordes de guitarra como piezas metálicas que golpean el suelo. En el aula, el ruido inconfundible de un bolígrafo que se estrella contra el suelo. Hojas de papel que abanican el aire. La respiración de los alumnos nerviosos y los suspiros de alivio, de resignación, de quienes han terminado.
lunes, 17 de noviembre de 2008
Sobreimpresiones
Me irritan sobremanera las publicidades sobreimpresas en las películas. Especialmente las que se hacen ahora, que ocupan exclusivamente el espacio por encima de las bandas negras del cinemascope.
Claro que me consolaría ver hablar a un directivo de televisión hablando tras pancartas similares, a ser posible unas que anunciasen algo impropio, como la peli porno de madrugada, la teletienda, o una película con un nombre alusivo a la cadena, como "Mentiras arriesgadas".
Ah, ya no se conforman con dividir con pausas las películas y recortan o estiran su encuadre. Ahora pintan sobre ellas sin pensar que son obras de arte, y que nadie (espero) se atrevería a hacer con un Picasso lo que estos vándalos hacen con un Coppola.
En fin, se trata de la eterna lucha de Cineastas contra magnates
Claro que me consolaría ver hablar a un directivo de televisión hablando tras pancartas similares, a ser posible unas que anunciasen algo impropio, como la peli porno de madrugada, la teletienda, o una película con un nombre alusivo a la cadena, como "Mentiras arriesgadas".
Ah, ya no se conforman con dividir con pausas las películas y recortan o estiran su encuadre. Ahora pintan sobre ellas sin pensar que son obras de arte, y que nadie (espero) se atrevería a hacer con un Picasso lo que estos vándalos hacen con un Coppola.
En fin, se trata de la eterna lucha de Cineastas contra magnates
Intimidad y salud
Resulta curioso que, en el ordenamiento constitucional español, el derecho a la intimidad y el honor tenga prioridad sobre los derechos a la libertad, la integridad física o la vida, que, recordemos, quedaban a disposición del estado según lo dispuesto en los artículos 13 y 15.
Y es que vivimos en un país calderoniano. Porque, como dijo Pedro Crespo (no, no me refiero al alcalde de Getafe):
Quizá por ello, la reciente sentencia a favor de los afectados por los ruidos aeroportuarios ha tenido que recurrir al derecho al honor en lugar de aludir a la salud o la integridad física. Quedarse sordo no es problema; dejar de poder hablar o perder simplemente la cordura, sí.
Doctrina esta un tanto extravagante, máxime cuando desde otras instancias se menosprecia el derecho a la intimidad de las personas, especialmente cuando entra la informática por medio. Y eso que tal derecho está protegido por el mismo artículo de la constitución.
Y es que vivimos en un país calderoniano. Porque, como dijo Pedro Crespo (no, no me refiero al alcalde de Getafe):
al Rey, la hacienda y la vida
se ha de dar; pero el honor
es patrimonio del alma,
y el alma sólo es de Dios.
Quizá por ello, la reciente sentencia a favor de los afectados por los ruidos aeroportuarios ha tenido que recurrir al derecho al honor en lugar de aludir a la salud o la integridad física. Quedarse sordo no es problema; dejar de poder hablar o perder simplemente la cordura, sí.
Doctrina esta un tanto extravagante, máxime cuando desde otras instancias se menosprecia el derecho a la intimidad de las personas, especialmente cuando entra la informática por medio. Y eso que tal derecho está protegido por el mismo artículo de la constitución.
domingo, 16 de noviembre de 2008
cuando seis es igual a diez
Se trata de uno de esos casos que me desesperan, me irritan y me hacen pensar: "esto va directo al blog". Luego los dejo reposar y, dependiendo del nivel de irritación que me produzcan al segundo o tercer día, se quedan fuera.
No sé si alguno de vosotros vio el telediario del viernes en la primera. Podría dejar un vínculo aquí, pero puesto que caducará en cuatro días, no creo que sirva como prueba. El caso es que la periolista dijo algo así como "En los casi diez años que llevamos con el euro, es la primera vez que la eurozona entra en recesión". En realidad, creo que no dijo "en los casi diez años", sino "en la década".
Me resulta muy curioso el cálculo, puesto que 2008-2002=6, que son "algo más de cinco" y no "diez". Pero, claro, el problema es que los periodistas han redondeado en todos los pasos intermedios:
"2002 son casi 2000, y 2008 son casi 2010, o sea que 2008-2002 son casi 2010-2000, es decir, 10". Está claro lo erróneo del cálculo. El redondeo no goza de la propiedad transitiva (precisamente eso provocó el famoso fallo de los primeros procesadores Pentium) y sólo debe aplicarse como último paso del proceso. Por otra parte, usar "el siguiente número redondo" cuando se trabaja con una reducida serie de 10 números es demasiado.
Imaginen lo que pasaría si los profesores redondeásemos así la nota: todo el mundo sacaría un 0 o un 10.
No sé si alguno de vosotros vio el telediario del viernes en la primera. Podría dejar un vínculo aquí, pero puesto que caducará en cuatro días, no creo que sirva como prueba. El caso es que la periolista dijo algo así como "En los casi diez años que llevamos con el euro, es la primera vez que la eurozona entra en recesión". En realidad, creo que no dijo "en los casi diez años", sino "en la década".
Me resulta muy curioso el cálculo, puesto que 2008-2002=6, que son "algo más de cinco" y no "diez". Pero, claro, el problema es que los periodistas han redondeado en todos los pasos intermedios:
"2002 son casi 2000, y 2008 son casi 2010, o sea que 2008-2002 son casi 2010-2000, es decir, 10". Está claro lo erróneo del cálculo. El redondeo no goza de la propiedad transitiva (precisamente eso provocó el famoso fallo de los primeros procesadores Pentium) y sólo debe aplicarse como último paso del proceso. Por otra parte, usar "el siguiente número redondo" cuando se trabaja con una reducida serie de 10 números es demasiado.
Imaginen lo que pasaría si los profesores redondeásemos así la nota: todo el mundo sacaría un 0 o un 10.
sábado, 18 de octubre de 2008
Datos personales en la red...
Trasteando por la red he encontrado un artículo sobre un fichero con datos personas detenidas por consumo de alcohol o drogas que apareció en una página libremente accesible por el ayuntamiento de indianápolis. El caso era especialmente grave porque incluía, además de la dirección, el SSN (Social Security Number) de los detenidos, lo que en Estados Unidos significa una especie de barra libre para la suplantación de identidad y el fraude (ya que no hay un DNI con foto y otros datos adicionales). El documento fue retirado después de que la Agencia de Servicios de Información tirase de las orejas al municipio.
Normalmente, este tipo de ficheros se dejan en direcciones "ocultas" de las web, pero una simple búsqueda con google (filetype:xls +first +address +smith +ssn) sirve para encontrarlos. Afortunadamente, todas las páginas que se encuentran (unas 17 pantallas de google) son ejemplos de libro de texto o impresos para rellenar (lo del "smith" sirve para descartar casi todos esos formularios). Resulta especialmente preocupante, de todos modos, que la versión en inglés de Google detecte automáticamente que "SSN" y "Social Security Number" son sinónimos, lo que facilitaría la búsqueda a un delincuente.
Lo que sí abunda son listas de direcciones con teléfonos. Muchas de ellas corresponden a negocios y a asociaciones, especialmente a asociaciones de veteranos de guerra (por ejemplo: asociación de veteranos de Canadá). Y, curiosamente, en el caso de delincuentes no se respeta en absoluto su intimidad (a diferencia de lo que ocurre en Europa). En su día me produjo gran estupor ver en un periódico americano la dirección de dos ladrones de poca monta. Eso no es nada: de los terroristas islámicos tenemos la dirección, el teléfono y el número de pasaporte (¿no debería estar esto en una web accesible sólo por la policía?)
Pero los españoles tampoco estamos para echar cohetes. Dejando aparte ediciones antiguas del BOE y otros boletines oficiales donde todavía se mantenía el DNI en la versión electrónica, abundan en España listados en que figuran teléfono, dirección y DNI (buscar en google: teléfono dirección DNI garcía -ejemplo filetype:xls).
Es concebible que se mantengan listados de empresas con persona de contacto (de hecho, en ocasiones he utilizado uno de tales listados para encontrar el teléfono de un bodeguero pariente mío), pero cuando se trata de direcciones particulares creo que la cosa es más seria.
Y eso, sin olvidarse de que la gente sigue dejando currículums y otros documentos personales en sus compartidos de emule. Un emule-dorking puede ser más productivo que un google-dorking.
Edición 20/10/2008: No me puedo creer la cantidad de erratas que me dejé en el artículo. Espero haber corregido todas.
Normalmente, este tipo de ficheros se dejan en direcciones "ocultas" de las web, pero una simple búsqueda con google (filetype:xls +first +address +smith +ssn) sirve para encontrarlos. Afortunadamente, todas las páginas que se encuentran (unas 17 pantallas de google) son ejemplos de libro de texto o impresos para rellenar (lo del "smith" sirve para descartar casi todos esos formularios). Resulta especialmente preocupante, de todos modos, que la versión en inglés de Google detecte automáticamente que "SSN" y "Social Security Number" son sinónimos, lo que facilitaría la búsqueda a un delincuente.
Lo que sí abunda son listas de direcciones con teléfonos. Muchas de ellas corresponden a negocios y a asociaciones, especialmente a asociaciones de veteranos de guerra (por ejemplo: asociación de veteranos de Canadá). Y, curiosamente, en el caso de delincuentes no se respeta en absoluto su intimidad (a diferencia de lo que ocurre en Europa). En su día me produjo gran estupor ver en un periódico americano la dirección de dos ladrones de poca monta. Eso no es nada: de los terroristas islámicos tenemos la dirección, el teléfono y el número de pasaporte (¿no debería estar esto en una web accesible sólo por la policía?)
Pero los españoles tampoco estamos para echar cohetes. Dejando aparte ediciones antiguas del BOE y otros boletines oficiales donde todavía se mantenía el DNI en la versión electrónica, abundan en España listados en que figuran teléfono, dirección y DNI (buscar en google: teléfono dirección DNI garcía -ejemplo filetype:xls).
Es concebible que se mantengan listados de empresas con persona de contacto (de hecho, en ocasiones he utilizado uno de tales listados para encontrar el teléfono de un bodeguero pariente mío), pero cuando se trata de direcciones particulares creo que la cosa es más seria.
Y eso, sin olvidarse de que la gente sigue dejando currículums y otros documentos personales en sus compartidos de emule. Un emule-dorking puede ser más productivo que un google-dorking.
Edición 20/10/2008: No me puedo creer la cantidad de erratas que me dejé en el artículo. Espero haber corregido todas.
lunes, 13 de octubre de 2008
Resfriado
Llevo resfriado desde hace semanas, pero sólo últimamente se ha puesto la cosa mal. Hasta tal punto que el miércoles, después de arrastrarme como un yonki a la farmacia de Atocha y comprar el fármaco para la garganta más fuerte, acabé durmiendo en casa de mis padres, de donde aún no me he movido.
El jueves me arrastré durante las evaluaciones iniciales e hice lo peor que en ese caso se puede hacer: olvidar el bolígrafo. El viernes controlé la situación a base de fotocopias que, en un momento de lucidez, había preparado el día anterior. Aun así tuve follón con un grupo que solía ser bueno. Esa tarde tomé café y no tuve necesidad, como los días anteriores, de echar un par de horas de siesta. Además, la garganta me había dejado de doler. Pero me tentaron con ir a una cena y, aunque no probé ni gota de alcohol ni fui luego a ningún bar, estuve despierto hasta tarde.
A causa de lo cual, el día siguiente tuve que dormir siesta. Y como la había dormido, tuve fuerzas suficientes para ir a otra cena. Esta vez me permití unas copas de vino.
El domingo estaba destrozado, sobre todo por la tarde. Imposible corregir todo lo que tenía pendiente, pero aun así le eché valor. En cualquier caso fui incapaz de reunir la lucidez suficiente como para preparar una actividad que tenía prometida a mis tutorandos.
Y hoy estoy peor todavía: me ha vuelto el dolor de garganta, mi nariz es un grifo abierto, mis oídos están taponados y, lo que es peor, mi cerebro no rige. Mis clases de bachillerato de hoy han sido lamentables. A mi padre le he empezado a explicar un tema lingüístico en estado berserk (como hice con un amigo este verano). Y creo que vuelvo a tener fiebre, como el miércoles.
Pero he sido tan tonto como para confirmar, justo antes de salir del trabajo, una cita con una madre para mañana.
Dios. ¿Es que nunca voy a aprender?
El jueves me arrastré durante las evaluaciones iniciales e hice lo peor que en ese caso se puede hacer: olvidar el bolígrafo. El viernes controlé la situación a base de fotocopias que, en un momento de lucidez, había preparado el día anterior. Aun así tuve follón con un grupo que solía ser bueno. Esa tarde tomé café y no tuve necesidad, como los días anteriores, de echar un par de horas de siesta. Además, la garganta me había dejado de doler. Pero me tentaron con ir a una cena y, aunque no probé ni gota de alcohol ni fui luego a ningún bar, estuve despierto hasta tarde.
A causa de lo cual, el día siguiente tuve que dormir siesta. Y como la había dormido, tuve fuerzas suficientes para ir a otra cena. Esta vez me permití unas copas de vino.
El domingo estaba destrozado, sobre todo por la tarde. Imposible corregir todo lo que tenía pendiente, pero aun así le eché valor. En cualquier caso fui incapaz de reunir la lucidez suficiente como para preparar una actividad que tenía prometida a mis tutorandos.
Y hoy estoy peor todavía: me ha vuelto el dolor de garganta, mi nariz es un grifo abierto, mis oídos están taponados y, lo que es peor, mi cerebro no rige. Mis clases de bachillerato de hoy han sido lamentables. A mi padre le he empezado a explicar un tema lingüístico en estado berserk (como hice con un amigo este verano). Y creo que vuelvo a tener fiebre, como el miércoles.
Pero he sido tan tonto como para confirmar, justo antes de salir del trabajo, una cita con una madre para mañana.
Dios. ¿Es que nunca voy a aprender?
¿Qué pasa con las monedas de un peso en Argentina?
¡Cómo está el mundo, Facundo! Si aquí en España el gobierno se pregunta dónde estarán los billetes de 500 euros (los Bin Laden que viven su exilio dorado en las alcancías del dinero negro), allá en la Argentina se han quedado sin monedas de un peso. Hasta tal punto que el gobierno ha decidido investigar la principal empresa de transporte y clasificación de monedas (como si aquí en España fiscalizasen Esabe, o esa Prosegur en cuya cámara de máxima seguridad le distrajeron el móvil a una ex de mi hermano).
Y claro, si no hay monedas circulando y encima intervenimos la empresa que guarda las pocas que hay, es comprensible que al final haya barra libre en el metro de Buenos Aires por falta de monedas.
Y claro, si no hay monedas circulando y encima intervenimos la empresa que guarda las pocas que hay, es comprensible que al final haya barra libre en el metro de Buenos Aires por falta de monedas.
domingo, 12 de octubre de 2008
Varios del transporte público
Si el ejemplo de cachondeíto ferroviario es ese cartel que dice "Martillo rompecristales: rompa el cristal para coger el martillo", no hay recochineo en el subte mejor que el cartel "Apertura fácil / Easy to open" de las puertas de vidrio de algunas estaciones (por ejemplo, Atocha).
Y es que para abrir una de esas puertas necesito adquirir una inclinación de 60° respecto de la horizontal (-30° respecto de la vertical) para proporcionar a la componente horizontal del vector de fuerza 1/2 de mi peso —cos (PI/3)—, es decir, unos 40 Kp (alrededor de 392,24 N). No me imagino a ninguna viejecita capaz de desplazar 40 kilos con la fuerza de su brazo, así que lo de "easy to open" se lo debería haber metido el diseñador por salva sea la parte.
Llama mi atención a menudo el hecho de que las estaciones de metro y ferrocarril estén diseñadas con el culo. Un ejemplo de ello (aunque mis conocidos zaragozanos siempre lo nieguen) es la estación de Zaragoza, que tiene el acceso peatonal en el extremo opuesto al control de viajeros. Imaginemos que usted viaje en cabecera del tren: debe usted ir a la zona de cola, pasar el control de embarque y volver a cabecera. Para alguien que, como yo, a menudo camina con paso de legionario y zancada de Bolt, no es un gran problema, pero imagínense a la viejecita mencionada más arriba. Moneo me cae mal, pero por lo menos diseñó Atocha de manera racional. Otros arquitectos, en cambio, olvidan hacerlo.
Algo similar ocurre en estaciones de metro de Madrid y sus alrededores. Que un largo recorrido por superficie en Plaza Elíptica (salir por la salida de Marcelo Usera y cruzar cuatro semáforos para llegar a la esquina de La Vía con Oporto) cueste menos que hacer el recorrido equivalente por debajo de tierra tiene delito, pero puede explicarse por la preexistencia de una serie de túneles que había que esquivar; que en San Fernando de Henares la estación esté ubicada a espaldas del ayuntamiento, necesitándose un largo pasillo de salida que lo rodea, y que además esté sobredimensionada en sus vestíbulos (frente a lo escueto del andén) sólo puede explicarse por el hecho de que los arquitectos no van en metro.
También, claro está, por aquello de "cuanto más grande, mejor": más tamaño, más dinero a repartir entre los comisionistas.
En realidad, el gran problema del transporte público es que sólo se ha potenciado una vez era imposible la competencia con el privado. Antes de que se entrara en esta sociedad del stock cero, en que si el público no compra coche nuevo todos los años hay que mandar a media España a la calle, no hacía falta invertir en transporte público porque quien no tenía coche se veía obligado a ir en tranvía, autobús, metro, tren.
Ahora, el transporte público sólo puede competir ofreciendo velocidad y comodidad, pero es imposible que la ofrezca a quienes se han criado con el volante en la mano. El urbanismo en superficie, los PAU, esos otros PAU —pero de lujo— generados por las recalificaciones, los polígonos bancarios, telefónicos o judiciales, el Simcity, en suma, son un gran impulso al transporte privado. Y quien ve que puede llegar al trabajo en 10 minutos empleando el automóvil no puede ser fácilmente persuadido para caminar el mismo tiempo por el interior de una estación de metro hasta llegar a su convoy.
Y los políticos, que por un lado parecen fomentar la cultura de lo peatonal y las zonas verdes, son los mismos que recalifican, que tunelan, que vacían de población laboral el centro. La zona residencial no ha de tener tiendas; la zona de negocio no ha de tener viviendas. Will Wright estaría contento.
Y es que para abrir una de esas puertas necesito adquirir una inclinación de 60° respecto de la horizontal (-30° respecto de la vertical) para proporcionar a la componente horizontal del vector de fuerza 1/2 de mi peso —cos (PI/3)—, es decir, unos 40 Kp (alrededor de 392,24 N). No me imagino a ninguna viejecita capaz de desplazar 40 kilos con la fuerza de su brazo, así que lo de "easy to open" se lo debería haber metido el diseñador por salva sea la parte.
* * * *
Llama mi atención a menudo el hecho de que las estaciones de metro y ferrocarril estén diseñadas con el culo. Un ejemplo de ello (aunque mis conocidos zaragozanos siempre lo nieguen) es la estación de Zaragoza, que tiene el acceso peatonal en el extremo opuesto al control de viajeros. Imaginemos que usted viaje en cabecera del tren: debe usted ir a la zona de cola, pasar el control de embarque y volver a cabecera. Para alguien que, como yo, a menudo camina con paso de legionario y zancada de Bolt, no es un gran problema, pero imagínense a la viejecita mencionada más arriba. Moneo me cae mal, pero por lo menos diseñó Atocha de manera racional. Otros arquitectos, en cambio, olvidan hacerlo.
Algo similar ocurre en estaciones de metro de Madrid y sus alrededores. Que un largo recorrido por superficie en Plaza Elíptica (salir por la salida de Marcelo Usera y cruzar cuatro semáforos para llegar a la esquina de La Vía con Oporto) cueste menos que hacer el recorrido equivalente por debajo de tierra tiene delito, pero puede explicarse por la preexistencia de una serie de túneles que había que esquivar; que en San Fernando de Henares la estación esté ubicada a espaldas del ayuntamiento, necesitándose un largo pasillo de salida que lo rodea, y que además esté sobredimensionada en sus vestíbulos (frente a lo escueto del andén) sólo puede explicarse por el hecho de que los arquitectos no van en metro.
También, claro está, por aquello de "cuanto más grande, mejor": más tamaño, más dinero a repartir entre los comisionistas.
* * * *
En realidad, el gran problema del transporte público es que sólo se ha potenciado una vez era imposible la competencia con el privado. Antes de que se entrara en esta sociedad del stock cero, en que si el público no compra coche nuevo todos los años hay que mandar a media España a la calle, no hacía falta invertir en transporte público porque quien no tenía coche se veía obligado a ir en tranvía, autobús, metro, tren.
Ahora, el transporte público sólo puede competir ofreciendo velocidad y comodidad, pero es imposible que la ofrezca a quienes se han criado con el volante en la mano. El urbanismo en superficie, los PAU, esos otros PAU —pero de lujo— generados por las recalificaciones, los polígonos bancarios, telefónicos o judiciales, el Simcity, en suma, son un gran impulso al transporte privado. Y quien ve que puede llegar al trabajo en 10 minutos empleando el automóvil no puede ser fácilmente persuadido para caminar el mismo tiempo por el interior de una estación de metro hasta llegar a su convoy.
Y los políticos, que por un lado parecen fomentar la cultura de lo peatonal y las zonas verdes, son los mismos que recalifican, que tunelan, que vacían de población laboral el centro. La zona residencial no ha de tener tiendas; la zona de negocio no ha de tener viviendas. Will Wright estaría contento.
sábado, 4 de octubre de 2008
La mercadotecnia en internet y otras pruebas de la estupidez humana
O por qué las reglas de clasificación de correo dejan de funcionar al cabo de un mes.
(Con mis excusas a todos los que se han pasado al lado oscuro, incluyendo a Diego y Guille).
Supongamos que estamos allá por los primeros 90. Un grupo de frikis han conseguido (a fuerza de pornografía, software pirata y otros productos de mal gusto) que el resto de la humanidad comience a usar lo que hasta entonces era su territorio exclusivo: el mundo de las comunicaciones por ordenador. La masa crítica de usuarios del correo electrónico ha llegado al punto en que a alguien se le enciende una lucecita: podemos usar el correo electrónico para enviar publicidad.
En este punto sería todavía razonable que una compañía mandase la publicidad a sus afiliados desde seis o siete direcciones de correo electrónico. Es más, puede que fuese incluso razonable.
Lleguémonos a los primeros años de la presente década. Muchos usuarios emplean servicios de correo web. Los servicios de correo web más empleados incluyen un filtro antispam. Por ello, el 50% de las páginas de grandes compañías avisan, a quienes quieren recibir su publicidad (¡Opt-in: eso no es spam!) que deben agregar su dirección a la "lista de amigos" para que los mensajes no sean filtrados.
Es cierto que muchos usuarios son tan lerdos como para marcar como spam los mensajes que ellos mismos han indicado que desean recibir, haciendo que quienes de verdad los desean ver tengan que buscarlos en la papelera. Pero también es cierto que si la compañía que los envía cambia cada dos por tres de dirección de correo (y no avisa de ello), esos mensajes serán tratados como spam y no llegarán a su destino.
(La única compañía que en los últimos años me ha avisado antes de cambiar la dirección del remitente de sus correos publicitarios es Creative. Está claro que los de Creative, fabricantes de hardware, algo sabrán de ordenadores.)
Vayamos ahora a los últimos 5 años. El phising, que era un fenómeno esporádico anteriormente, se ha extendido tanto que casi todos los antivirus, e incluso buena parte de los motores de correo web, lo detectan. El algoritmo usado suele ser simple: aquellas páginas seguras a las que se dirija desde correos de otro dominio son phising. Queda claro que, en esta situación, no sería conveniente que, por ejemplo, la compañía MarketingExternoSA mandase la publicidad de GranSupermercado desde su propio dominio, porque los enlaces a GranSupermercado serían considerados un intento de robo de identidad.
Y, sin embargo, las grandes empresas siguen confiando en el márketing externo para este tipo de mensajes, sin ni siquiera buscar alguna solución para que los mensajes de la compañía de márketing externo se enruten a través del dominio de la gran empresa.
¿Cuál sería la solución a este problema? En primer lugar, que el ser humano no fuera tan vil como para saturar la red de spam y phising. Pero, puesto que esto es imposible, sólo hay dos vías: que los publicistas renuncien, por una vez, a eso que tanto les gusta, el cambio contínuo, o que las grandes compañías incluyan una opción para que el usuario actualice fácilmente las reglas de filtrado de su programa de correo electrónico.
lunes, 29 de septiembre de 2008
Art Spiegelman: Maus
- Art Spiegelman:
- Maus. Historia de un sobreviviente. Aquí comienza mi historia. Buenos Aires: EMECÉ. ISBN 950-04-1385-X
- ——:
- Maus II: Historia de un sobreviviente. Y aquí comenzaron mis problemas. Buenos Aires: EMECÉ. ISBN 950-04-2788-5
Hace mucho tiempo, desde que leí las primeras reseñas, había querido leer la obra maestra de Art Spiegelman, Maus, subtitulada Historia de un sobreviviente. Sin embargo, los altos precios editoriales del cómic en España (el primer tomo cuesta 21,90 euros en España, pero hay ediciones de EE.UU. desde 10 dólares y desde 35 pesos, unos 8 euros, en Argentina) me hicieron dejar su compra para mejor ocasión (al fin y al cabo, no soy un aficionado a la novela gráfica). Cada vez que iba a visitar una librería de saldo con sección de cómics miraba los precios y, a diferencia de lo que ocurría con otras series, nunca vi que bajasen. Así que finalmente he acabado comprando de segunda mano una de las ediciones argentinas, cuya traducción es impecable.
El aspecto más llamativo de Maus, y la única característica que conocía previamente, es que esta polémica obra trata el holocausto utilizando una forma que a muchos repugna: se nos cuentan los horrores con estética de tebeo infantil, de "monitos", como dicen allá en las Américas. Los judíos son ratones, los nazis son gatos. Y, como todo el mundo sabe, los gatos exterminan a los ratones. A algunos puede parecerles que Spiegelman dulcifica el holocausto. Nada más lejos.
Spiegelmann utiliza la alegoría animal para mostrar que los vecinos de toda la vida pertenecen, de pronto, a especies diferentes, que no quieren verse entre sí. Y también la utiliza de vez en cuando para hacer ver que, en un territorio en que nadie le conoce, bien puede un ratón convertirse en gato o cerdo, o un gato convertirse en ratón. Porque, al fin y al cabo, no son tan diferentes.
Un aspecto mucho más delicado del cómic es el tratamiento de la figura de Vladek, padre del protagonista. Si no apareciera, se podría aceptar el uso infantil y juvenil de este volumen (es significativo que haya quienes incluso recomiendan este uso; yo, personalmente, no lo haría). Pero Vladek tiene que aparecer en la obra, porque Spiegelmann no desea hacer una historia del holocausto, sino una historia del sobreviviente, de Vladek.
¿Y qué tiene de malo? Que, como el propio autor comenta, su padre posee todas las características del estereotipado judío ridículo de opereta: es rico, tacaño, egoísta y contrario a llevar su vida social fuera del ámbito hebreo. Art trata de contrastar estos vicios mostrando numerosos ejemplos de judíos que no se corresponden con ese estereotipo, como los vecinos de su padre, la húngara que protege a Anja en Auschwitz o el propio Art. Y también se pregunta, a través de una larga búsqueda, por qué su padre ha acabado siendo así (¿Quizá por el largo período de carestía? ¿O por la pérdida de un hijo? Pero otros supervivientes no han sufrido esa transformación). El narrador se pregunta si la culpa es suya, si quizá le falló a su padre. Pero, finalmente, su psicoanalista sugerirá una extraña explicación que convence más al lector.
Porque, y ahí el tercer acierto de la obra, este libro es un cómic dentro del cómic: el dibujante se convierte en narrador interno que nos habla del complicado proceso creativo de la obra, gradúa la información (al padre le cuesta hablar de lo sucedido) y guía nuestra comprensión de esta novela gráfica. Incluso se nos muestra bromeando sobre el artificio de la animalización. Y es curioso que, como en el Quijote, la metaliteratura se intensifique en la última parte.
Como veis, me cuesta enormemente comunicaros todo lo que me ha transmitido este libro. Así que lo mejor es que le echéis una ojeada a la versión original (en Amazon) ((segunda parte) o que vayáis a vuestra biblioteca. Seguro que los muy incautos lo tienen clasificado con la literatura infantil.
lunes, 22 de septiembre de 2008
Aceras
Nota: Este artículo se iba a haber llamado "De las grandes lluvias", pero, por respeto a otras zonas donde la lluvia ha provocado inundaciones, ha recibido un título diferente. Supongo que Gloria nos hablará próximamente de la que ha caído en su pueblo, que no es poca.
El viajero que visita Pompeya se sorprende de la existencia de aceras y pasos en la ciudad romana. ¿Para qué podían querer aceras los habitantes de una ciudad desaparecida mil setecientos noventa y siete años antes de la invención del motor de explosión? ¿Tan denso era el tráfico de vehículos de tracción animal como para necesitar aceras?
En las ciudades modernas, la peatonalización de cualquier zona comienza eliminando las aceras e igualando su altura a la de la calzada, por la que, se supone, ya no transitarán vehículos, salvo casos excepcionales. Normalmente no se opta por rebajar la acera, sino por subir la calzada, o, lo que resulta más fácil todavía, subir acera y calzada, dejando los portales y comercios a ras de suelo.
Entonces, llega la lluvia y lo inunda todo. La acera y el arroyo, es decir, el lugar por donde circulan las aguas, la basura y los animales. Con el agravante de que, siguiendo la costumbre habitual, la calzada se ha abombado para expulsar el agua hacia los laterales, pero no hay acera que contenga este agua. Pero no se han reforzado, a cambio, las conducciones de aguas pluviales —que son las responsables de que las aceras actuales, a diferencia de las pompeyanas, estén sólo a un palmo por encima del arroyo—.
La situación puede comprobarse en muchos lugaares de Madrid, y, supongo, en toda la geografía española (especialmente en los pueblos, donde, durante mucho tiempo, han existido rudimentarias aceras y poyetes junto al suelo de albero o simple terrizo). Me vienen a la cabeza el barrio de las Letras, tan cercano a la casa de mis padres, o el casco histórico de Vallecas (donde se da la curiosa circunstancia de que la configuración de calles sin aceras no es peatonal: unos bolardos separan el suelo de los coches del suelo de los peatones, los dos al mismo nivel, porque la pavimentación se ha construido sobre el suelo preexistente, a ras de puertas, en lugar de profundizar en él). Ya sé que este Madrid de hoy no es aquella ciudad decimonónica de nueve meses de invierno y tres de infierno (la contaminación tiene sus ventajas), pero de vez en cuando llueve. Y aunque normalmente no las haya, todos los años hay alguna precipitación violenta. Y cuando hay una precipitación violenta y no hay límites entre acera y arroyo, si además se da la circunstancia de que las conducciones de pluviales están a ras de tierra por la forma de construir las calles, el agua inunda las aceras.
Por lo menos, en Vallecas, los obreros, que quizá vivían en la zona y, por taanto, eran parte interesada, hicieron un pequeño vale entre la parte peatonal y la calzada, para que los charcos se queden allí. En Huertas, algún constructor avispado siguió al pie de la letra el esquema de calzada abombada hacia fuera, a lo que muchos vecinos tendrán que agradecer que se inunden sus portales cada vez que llueve.
Sobre el cauce del Henares y arroyos tributarios, y si habría que eliminarlos en pro de la seguridad aérea, o ahondarlos en pro de la seguridad ciudadana, forse altra (Gloria, espero) canterà con miglior plectro.
El viajero que visita Pompeya se sorprende de la existencia de aceras y pasos en la ciudad romana. ¿Para qué podían querer aceras los habitantes de una ciudad desaparecida mil setecientos noventa y siete años antes de la invención del motor de explosión? ¿Tan denso era el tráfico de vehículos de tracción animal como para necesitar aceras?
En las ciudades modernas, la peatonalización de cualquier zona comienza eliminando las aceras e igualando su altura a la de la calzada, por la que, se supone, ya no transitarán vehículos, salvo casos excepcionales. Normalmente no se opta por rebajar la acera, sino por subir la calzada, o, lo que resulta más fácil todavía, subir acera y calzada, dejando los portales y comercios a ras de suelo.
Entonces, llega la lluvia y lo inunda todo. La acera y el arroyo, es decir, el lugar por donde circulan las aguas, la basura y los animales. Con el agravante de que, siguiendo la costumbre habitual, la calzada se ha abombado para expulsar el agua hacia los laterales, pero no hay acera que contenga este agua. Pero no se han reforzado, a cambio, las conducciones de aguas pluviales —que son las responsables de que las aceras actuales, a diferencia de las pompeyanas, estén sólo a un palmo por encima del arroyo—.
La situación puede comprobarse en muchos lugaares de Madrid, y, supongo, en toda la geografía española (especialmente en los pueblos, donde, durante mucho tiempo, han existido rudimentarias aceras y poyetes junto al suelo de albero o simple terrizo). Me vienen a la cabeza el barrio de las Letras, tan cercano a la casa de mis padres, o el casco histórico de Vallecas (donde se da la curiosa circunstancia de que la configuración de calles sin aceras no es peatonal: unos bolardos separan el suelo de los coches del suelo de los peatones, los dos al mismo nivel, porque la pavimentación se ha construido sobre el suelo preexistente, a ras de puertas, en lugar de profundizar en él). Ya sé que este Madrid de hoy no es aquella ciudad decimonónica de nueve meses de invierno y tres de infierno (la contaminación tiene sus ventajas), pero de vez en cuando llueve. Y aunque normalmente no las haya, todos los años hay alguna precipitación violenta. Y cuando hay una precipitación violenta y no hay límites entre acera y arroyo, si además se da la circunstancia de que las conducciones de pluviales están a ras de tierra por la forma de construir las calles, el agua inunda las aceras.
Por lo menos, en Vallecas, los obreros, que quizá vivían en la zona y, por taanto, eran parte interesada, hicieron un pequeño vale entre la parte peatonal y la calzada, para que los charcos se queden allí. En Huertas, algún constructor avispado siguió al pie de la letra el esquema de calzada abombada hacia fuera, a lo que muchos vecinos tendrán que agradecer que se inunden sus portales cada vez que llueve.
Sobre el cauce del Henares y arroyos tributarios, y si habría que eliminarlos en pro de la seguridad aérea, o ahondarlos en pro de la seguridad ciudadana, forse altra (Gloria, espero) canterà con miglior plectro.
sábado, 20 de septiembre de 2008
Czapski: En Tierra Inhumana
Czapski, Jósef:En tierra inhumana, Barcelona: Acantilado, 2008. 489 páginas.
ISBN:978-84-96834-41-5
Precio según ISBN: 24,04€ (Precio más barato: 24,75€ en IberLibro).
Dieciseis días después de que el ejército de la Alemania nazi invadiera Polonia, las tropas soviéticas invadieron una franja oriental del país, haciendo prisionero a buena parte de un ejército que recibió la orden de disparar sólo en defensa propia. La mayoría de estos prisioneros fueron posteriormente liberados cuando los soviéticos, atacados por el ejército nazi, firmaron un acuerdo con el gobierno de Polonia en el exilio. Pero de las 15.000 personas, entre ellas la flor y nata de la Polonia independiente, que entre septiembre de 1939 y mayo de 1940 habían sufrido su internamiento en tres de los campos (Starobielsk, Kozielsk y Ostaszków) sólo alcanzaron la libertad, después de sucesivos traslados, unas 400 almas.
Józef Czapski, aristócrata y pintor, fue uno de esos pocos supervivientes. Quizá por ello, a su regreso de Starobielsk se le asignó a la oficina de Información al Soldado, una de cuyas misiones consistió, precisamente, en averiguar qué había sido de las personas desaparecidas. Mucho tiempo después de haber abandonado esta misión, en abril de 1943, la propaganda nazi comenzaría a hablar de las fosas comunes del Bosque de Katyń. Sin embargo, hasta los días previos a la caída de la URSS, el hecho de que la matanza hubiera sido denunciada por un ejército que no ponía reparos a la destrucción de la vida humana, tiñó de sospecha las noticias sobre este suceso de los primeros años de la guerra.
Con la publicación de este volumen de memorias, Czapski trató de alcanzar objetivos muy diversos. En primer lugar, describir su estancia en la URSS estalinista, primero como prisionero en un campo y después como oficial dotado de diversos privilegios pero miembro de un ejército en constante retirada. Gracias a ello podemos conocer la prepotencia (pero también el constante estado de temor a la delación) de los miembros del NKVD, las penosas condiciones de vida de los ciudadanos de a pie, la animadversión rusa hacia los polacos.
En segundo lugar, Czapski quiere demostrar que el ejército soviético aniquiló premeditadamente a la mayor parte de los oficiales del ejército polaco que permanecían prisioneros en sus campos. Para ello menciona la labor burocrática de elaboración de listas de desaparecidos, la encuesta entre diversos retornados, las cartas enviadas y recibidas por familiares, y las pesquisas ante las autoridades soviéticas llevadas a cabo tanto por el embajador polaco como por el propio autor.
En tercer lugar, se pretende dar noticia de los desaparecidos a sus familiares. Por ello, el autor advierte que el libro (y especialmente la primera parte, Memorias de Starobielsk) está lleno de nombres y de anécdotas que permitan hacerse una idea de la personalidad de quienes fallecieron en la rusia estalinista.
Este último objetivo hace que la trama sea un tanto farragosa y que pierda coherencia; sin embargo, sirve para que el lector se interese por el destino de diversos personajes, algunos de ellos importantes personalidades de la Polonia de entreguerras, y también para lograr, mediante la acumulación de desgracias individuales, un mapa del sufrimiento humano.
miércoles, 17 de septiembre de 2008
Vivir de la imagen
Es una de las ideas que contínuamente expone mi hermana: la gente, prefiere gastar en lujos, vicios, aficiones, imagen. A la hora de comer, en cambio, compran la peor marca blanca. Eso explica las colas en los Lidl, por ejemplo.
Para mí, era una idea en que se podía creer o no creer, pero Némesis aporta pruebas contundentes en un artículo que demuestra cómo Se puede ir en un SLK y racanear con la compra diaria.
Y es que supongo que, aparte de cierto amigo mío, habrá muchos más ejecutivos en paro conduciendo coches de alta cilindrada. En descargo de mi amigo, diré que el suyo es de cuarta o quinta mano, y que lleva años pensando en venderlo.
Para mí, era una idea en que se podía creer o no creer, pero Némesis aporta pruebas contundentes en un artículo que demuestra cómo Se puede ir en un SLK y racanear con la compra diaria.
Y es que supongo que, aparte de cierto amigo mío, habrá muchos más ejecutivos en paro conduciendo coches de alta cilindrada. En descargo de mi amigo, diré que el suyo es de cuarta o quinta mano, y que lleva años pensando en venderlo.
"Vegetables", "legumes", verduras y hortalizas.
Lo de usar el calco semántico "vegetales" para referirse a verduras y hortalizas pasa ya de castaño oscuro. El otro día, sin ir más lejos, vi a un cocinero en España Directo o Madrid Directo (tanto me da que me da lo mismo: ambos son programas del mismo tipo con parecido control de calidad) que, hablando de platos económicos, presentaba una ensalada de uva y sandía, añadiendo a continuación:
—Y ahora vamos a añadirle un vegetal, un bulbo de hinojo.
¡Dioses del Olimpo! ¿Acaso no son vegetales (tanto según la clasificación aristotélica como en el sistema de los cinco reinos) la sandía y la uva? ¿Es que acaso las uvas son producidas por Ángela Channing partir de ojos de niños inocentes?
Si los chefs, por influjo del francés, comenzasen a llamar "legumbre" a la lechuga, a todos nos resultaría chocante (shocking). Sin embargo, contemplamos impasibles anuncios donde se utiliza el término "vegetales" para referirse a las verduras como ese que dice algo así como:
—Por fin, a todo el mundo le gustan los vegetales.
Coño, no sabía que hubiera gente a la que no le gustaran la cerveza, los panchitos, las patatas ni los kikos. Alguna cosa de ese lote es posible, pero todo a la vez...
Quizá el problema esté en la necesidad de adaptar a toda velocidad la publicidad extranjera al castellano. "Verduras y Hortalizas" es más largo que "Vegetales", y, además, "verduras" está marcado negativamente en la mente de los niños (Pero, coño, ¿no lo está también "vegetables" en la mente de los infantes anglosajones? ¿Es que los publicistas nunca han jugado a Keen Dreams?) Por eso tratan de evitar la palabra "verdura" y caen en el calco. Porque no quiero creer que sea porque no aprendieron inglés en el colegio...
—Y ahora vamos a añadirle un vegetal, un bulbo de hinojo.
¡Dioses del Olimpo! ¿Acaso no son vegetales (tanto según la clasificación aristotélica como en el sistema de los cinco reinos) la sandía y la uva? ¿Es que acaso las uvas son producidas por Ángela Channing partir de ojos de niños inocentes?
Si los chefs, por influjo del francés, comenzasen a llamar "legumbre" a la lechuga, a todos nos resultaría chocante (shocking). Sin embargo, contemplamos impasibles anuncios donde se utiliza el término "vegetales" para referirse a las verduras como ese que dice algo así como:
—Por fin, a todo el mundo le gustan los vegetales.
Coño, no sabía que hubiera gente a la que no le gustaran la cerveza, los panchitos, las patatas ni los kikos. Alguna cosa de ese lote es posible, pero todo a la vez...
Quizá el problema esté en la necesidad de adaptar a toda velocidad la publicidad extranjera al castellano. "Verduras y Hortalizas" es más largo que "Vegetales", y, además, "verduras" está marcado negativamente en la mente de los niños (Pero, coño, ¿no lo está también "vegetables" en la mente de los infantes anglosajones? ¿Es que los publicistas nunca han jugado a Keen Dreams?) Por eso tratan de evitar la palabra "verdura" y caen en el calco. Porque no quiero creer que sea porque no aprendieron inglés en el colegio...
lunes, 15 de septiembre de 2008
Últimamente me da por...
Últimamente me da por escribir chorradas; mandar microcuentos a diversos concursos (sabiendo que no voy a ganar, porque siempre ganan los que utilizan el truco que a mí me ha parecido demasido obviamente original); escribir y enmendar entradas del wiktionario y buscar en la wikipedia información sobre Polonia.
¿Por qué sobre Polonia? ¿Es, acaso, porque en el último año dos conocidos (uno de ellos, mi progenitor) han estado allí? No, al menos no directamente. De resultas de su viaje, acabó en manos de mi padre un libro del que espero escribir proximamente una reseña. Se trata de las memorias de un conde polaco, que me han descubierto la tragedia de un pueblo tratado a patadas por la historia (y por los europeos occidentales). Si preguntas por un polaco famoso, quizá te mencionen a Wojtyła, a Chopin, quizá a Sienkiewicz (fíjense: yo, aficionado a la ciencia ficción, olvidé mencionar a Lem). Leyendo este libro, te entran ganas de conocer la obra de cientos de pintores, poetas y novelistas mencionados a lo largo del libro. Y eso, que un libro te motive para querer saber cosas, ya es en sí un valor importante.
¿Por qué sobre Polonia? ¿Es, acaso, porque en el último año dos conocidos (uno de ellos, mi progenitor) han estado allí? No, al menos no directamente. De resultas de su viaje, acabó en manos de mi padre un libro del que espero escribir proximamente una reseña. Se trata de las memorias de un conde polaco, que me han descubierto la tragedia de un pueblo tratado a patadas por la historia (y por los europeos occidentales). Si preguntas por un polaco famoso, quizá te mencionen a Wojtyła, a Chopin, quizá a Sienkiewicz (fíjense: yo, aficionado a la ciencia ficción, olvidé mencionar a Lem). Leyendo este libro, te entran ganas de conocer la obra de cientos de pintores, poetas y novelistas mencionados a lo largo del libro. Y eso, que un libro te motive para querer saber cosas, ya es en sí un valor importante.
martes, 2 de septiembre de 2008
Un día cualquiera de septiembre...
Me levanto a las 9:30 de la mañana, después de haber dormido cinco horas. Después de ducharme, tomo el desayuno viendo la televisión. Síntomas del síndrome postvacacional: trastornos digestivos, alteraciones del sueño, cambios de humor. Vaya, lo que he venido sintiendo desde julio. Yo, la verdad, lo achacaba al ron clase B o C que nos atizaban en nuestra taberna preferida.
La locutora, de todos modos, aclara, por petición popular, que el síndrome posvacacional no es malo: lo malo es no tener trabajo. Anda y que te den. Lo malo no es la falta de trabajo: es que no te paguen. ¿O es que no trabajan, por poner un ejemplo, las amas de casa?
Recopilo ropajes para lavar por toda la casa. Como hay pocos, añado unas toallas que lavé mal en su día (¿poco detergente? ¿detergente inadecuado? ¿Demasiado tiempo de espera antes de tender la ropa?) y cuyo hedor he tratado de combatir previamente teniéndolas mes y medio en naftalina. Luego será un problema tender, pero hay que lavarlas todas juntas para que desaparezca el mal olor. Como medida preventiva, decido saturar de "Oust" el cajón al que tienen que regresar las toallas. Me aseguro del efecto olisqueándolo. Noto un picor en la garganta. En el bote de "Oust" pone, sabio consejo, "no inhalar el spray". Me enjuago la boca, hago gárgaras, inundo mis fosas nasales, me saco las flemas. Cuatro o cinco veces. Bueno, creo que no moriré de ésta. Programo la lavadora para dentro de tres horas, sin darme cuenta de que ya son las once y, por tanto, la lavadora no se encenderá antes de las dos.
Las once. Salgo de mi hogar, cerrando con dos llaves. Antes de llegar a la esquina descubro que me he dejado el bolígrafo. Y lo malo es que podría estar en los pantalones que he metido en la lavadora. Subo de nuevo a casa, compruebo los pantalones, cojo un nuevo bolígrafo. Vuelvo a cerrar, esta vez con sólo una llave. Las once y veinte.
El plan de esta mañana es ir a visitar mi nuevo instituto. Podría haber tratado de localizarlo en un mapa, pero he estado previamente en él y me fío de mi memoria. Además, quiero evitar el ordenador, pues estuve tecleando en su pantalla un cuento hasta cinco horas antes de levantarme. Hay dos maneras de ir: una parada de metro y dos trasbordos de tren, o cientos de paradas de metro y un trasbordo a otro ciento de paradas de metro. En principio, lo mejor parece el primer método, aunque un trasbordo en hora valle suponga diez minutos.
Las doce menos cuarto. Evidentemente, me he equivocado. Porque la línea de Alcalá tiene esperas de quince minutos en hora valle, aunque, por supuesto, el cartel indicador sólo se ilumine cuando quedan siete minutos o menos. Además, de los siete tornos de salida de Sierra de Guadalupe, sólo dos funcionan. Jódete y baila. Resuelve eso con una campaña de imagen. Las doce y cuarto.
Y el problema final es que sé hasta qué plaza debo ir a tomar la calle que baja hacia el centro de menores (mi siguiente referencia para encontrar el instituto), pero en esa plaza salen tres calles que bajan. Tiro por la de enmedio, tuerzo después por la primera que parece suficientemente importante pero suficientemente cutre, y aterrizo en un lugar que, después de preguntar a un par de personas (la primera de las cuales daba un poco de miedito), resulta estar a 150 metros del instituto, demasiado arriba.
La una menos veinticinco. Visito el instituto. Si me hubiera levantado a las ocho, como era mi plan antes de acostarme a las cuatro y pico, es posible que hubiera encontrado a mi jefe de departamento, pero a estas horas sólo está un jefe de estudios (todavía no sé si el Gran Jefe o el Adjunto) que después de decir que le suena mi cara (debería sonarle, de hecho) me dice "Tú ya sabes cómo funciona esto, ¿no? Bueno, pues la secretaría está ahí". El problema es que en el nuevo programa de gestión de personal que usa la Comunidad les falta preguntarte cuándo fue tu última regla y qué talla de calzoncillos gastas. Así que tengo que recurrir varias veces a las de secretaría para que me ayuden. "Bueno, pon lo que quieras, y luego ya se arreglará". Sí, pero de lo que ponga podría depender mi lugar en la rueda.
Salgo, tratando de adquirir ese aspecto de mono rascador de huevos que tan varonil le parece a la gente. Creo que no consigo el resultado apetecido, pero en cualquier caso encuentro rápidamente la calle del centro de menores (al otro lado, y en la acera contraria, tiene el de mayores, lo cual me parece una estupenda simetría), desde donde busco un bar en que refrescar mi cuerpo serrano.
Coño, rediós, qué pocos bares hay en Vallecas. Yo recordaba cientos, pero la verdad es que he pasado muchos locales cerrados. Será la maldita crisis. Al fin encuentro un bar esquinado, con el mostrador lleno de tapas, donde creo haber tomado algún chisme en el pasado. La dueña está ocupada con unos a los que saluda como a clientes habituales, pero pronto escucho que le hacen preguntas extrañas: "¿Dónde está la lista de precios" "Pues estaba ahí, ¿no ve el hueco? Es que hemos tenido que quitarla" "Los alimentos preparados deben estar refrigerados, así que me hace el favor de meterlos en el mostrador refrigerado y así hago la vista gorda". La camarera se afana por traspasar varias fuentes de barro del mostrador no refrigerado al que sí lo está, donde abundan, por cierto, alimentos que no necesitan refrigeración ninguna, pero están más ricos si se toman fríos. Un par de clientas, a mi lado, animan a la camarera: "¡Mierda que no mata, engorda!".
La una. Me tomo mi Coca-cola, divertido. Cuando tengo un momento para captar la atención de la patrona, pago y abandono el local. Continúo la búsqueda del metro. Sé que estaba por aquí. ¿Será junto a la biblioteca? ¿Será donde a la junta de distrito? En esto llaman a mi móvil. "Te has dejado el carnet de identidad". Claro, tanto rebuscar en la cartera para encontrar la nueva letra de mi NRP, y pierdo los papeles. Afortunadamente, sigo por Vallecas, así que voy al instituto a recoger el DNI. Un grupo de muchachas ríen a mis espaldas a la vuelta, no sé si por verme pasar dos veces o porque no les convence mi pose chulesca recién adoptada.
La una y cuarto. A la vuelta, decido probar el itinerario metro convencional. En Sierra de Guadalupe se sientan frente a mí dos gitanos que parecen sacados de un anuncio. Qué percha tiene esta gente. Deberían prohibir que se acercaran a los obesos fofos como yo. Me bajo en Pacífico para hacer el trasbordo, y descubro que sigue activo el camino provisional que te obliga a cambiar de un andén a otro y dar toda la vuelta. El camino provisional figura como "nuevo itinerario" en los carteles.
No sé si esta gente se ha dado cuenta de que el hecho de que la palabra "nuevo" tenga connotaciones positivas hace que no sea adecuado, sino más bien contraproducente, su uso. Porque algunos pueden pensar, además, que esa jodienda va a ser para siempre. "Provisional" tiene connotaciones negativas, pero, al fin y al cabo, indica que se pasará un día u otro.
EDICIÓN 15/09/2008: La última vez que pasé por allí, el viernes pasado, ya no figuraba la expresión "nuevo itinerario", ni ninguna otra parecida.
Las dos menos cuarto. Bajo en Plaza Elíptica. No tendría que bajar ahí si no me hubiera dejado, el lunes, el horario de la semana. Y en él figura a qué hora son las evaluaciones del miércoles. Pensaba llegar con suficiente antelación para revisar de nuevo los exámenes que ya dejé corregidos, pero no es cosa de llegar a las ocho en punto de la mañana. Me fijo en que, a pesar de lo habitual de las discusiones en septiembre, y a pesar del hecho de que en este instituto hay que rellenar, además de actas e informes, el boletín del alumno, se nos ha dado sólo media hora. Sería estupendo, si no fuera porque en mi tutoría sólo hay una o dos alumnas que no han tenido que presentarse en septiembre. En fin, que recojo el dichoso papelito, saludo a una compañera (no le llama la atención mi barba, sino el hecho de que se ha aclarado mi pelo) y me voy. Hogar, dulce hogar.
Las tres menos veinte. Llego al hogar deseando una ducha, pero hay que hacer la comida, lavar el balde para la ropa limpia (lo usé para mantener una planta en remojo durante mis vacaciones), comer, lavarse los dientes (con cuidado de no vomitar), guardar los platos en el lavavajillas, imprimir lo que escribí ayer, tender la ropa (a estas alturas, la lavadora ya ha acabado). Mierda: mi tendedero está en mi ducha, y eso significa que ya no puedo ducharme.
Deben ser ya las cinco. Remoloneo en internet y veo que alguien propone unas cervezas a las siete y media. Demasiado temprano, porque primero debería pasarme por el barrio de Salamanca a resolver un asunto. Y antes de ello, debería corregir dos cuadernos. Y, además, hiedo. Como medida preventiva voy corrigiendo los cuadernos. Alguien propone que las cervezas se pospongan a las ochco y media. Buena idea.
Las seis y... He terminado de corregir los cuadernos y los meto en una bolsa. He tenido una idea. Tengo que llevar un objeto del punto A (casa de mi madre) al punto B (barrio de salamanca), y luego he quedado en el punto C, que está cerca del barrio de salamanca, pero también está a sólo media hora de casa de mi madre, autobús mediante. En casa de mi madre hay una ducha. Puedo establecerme hoy allí, y ducharme antes o después de hacer el envío. Si nos liamos y hay que volver en taxi, es mejor dormir en casa de mi madre, así que me conviene llevar todo el material que pueda necesitar mañana.
Lo más rápido es una estación de metro y trasbordar a tren. Me subo en la cola del tren para salir escopeteado de Atocha. Sin embargo, a mitad de camino, algún desgraciado está rodando un episodio de algo que, según testigos, corresponde a la serie "Los herederos" y pide que me detenga unos segundos, a pesar de mi trote atlético, que demuestra que algo de prisa debo llevar. En fin, no hace falta deciros que, habiendo culebrones venezolanos malísimos y americanos estupendos, no me apetece catar los nacionales.
Las siete. Casa de mi madre. Llamo por el móvil a un amiguete, para que confirme que las cañas son a las ocho y media, y no a las siete y media. Si son a las siete y media, intentaré ducharme antes de ir a Serrano, aunque puede que entonces no llegue allí demasiado tarde. El amiguete no contesta a la primera, así que decido dejar que me llame mientras camino de casa de mi madre a la puerta de Alcalá a todo trapo (el 19 no marcha bien estos días: serán las vacaciones, o las obras de Santa María de la Cabeza). Hago el recado mejor de lo que espero. Vuelvo a casa de mi madre. Me pego un duchazo.
Las ocho. Salgo de la ducha. Llamo para confirmar que la cita sigue en pie, a pesar de que hasta ahora todo el mundo me ha dicho que no va a ir. Llamo al único que no sabe que va a ser un fracaso, pero le convenzo para que vaya. Al fin y al cabo, me he duchado para acudir al evento.
Nueve menos veinte. Cervezas en Alberto Alcocer. Segunda cosa que me sale bien en el día, y ya es bastante. Comentamos el veraneo, ponemos verdes a los amigos... vamos, lo de siempre. Qué bien estamos. Pero todo lo bueno se acaba, y hay que volver.
Nueve y media. Terminando la reunión a esta hora, podría volver a mi piso, pero ya dejé los trastos de mañana en el de mis padres. Así que dejo que me bajen a la Castellana y tomo el autobús, que me dejará en Huertas. Reflexiono sobre la escasez de alimentos en la nevera de mis padres. Decido cenar un kebab en Huertas.
Diez. Ya en Huertas, decido cambiar de plan. Acabo de recordar que han abierto una franquicia de Los Rotos. Me siento en la barra, pregunto por el especial de la semana y, como no me convence, me pido otro distinto. Junto a mí, una pareja de lo que parecen actores veteranos discuten sobre el mundo de la farándula. Me siento satisfecho con mi elección. Tercera buena acción del día.
Diez y media. Llego a casa de mis padres, me siento en el ordenador, comienzo a escribir tonterías. Y con tanta tontería, se me hacen las once menos veinte. Será cosa de dormir, pues llevo sueño atrasado.
La locutora, de todos modos, aclara, por petición popular, que el síndrome posvacacional no es malo: lo malo es no tener trabajo. Anda y que te den. Lo malo no es la falta de trabajo: es que no te paguen. ¿O es que no trabajan, por poner un ejemplo, las amas de casa?
Recopilo ropajes para lavar por toda la casa. Como hay pocos, añado unas toallas que lavé mal en su día (¿poco detergente? ¿detergente inadecuado? ¿Demasiado tiempo de espera antes de tender la ropa?) y cuyo hedor he tratado de combatir previamente teniéndolas mes y medio en naftalina. Luego será un problema tender, pero hay que lavarlas todas juntas para que desaparezca el mal olor. Como medida preventiva, decido saturar de "Oust" el cajón al que tienen que regresar las toallas. Me aseguro del efecto olisqueándolo. Noto un picor en la garganta. En el bote de "Oust" pone, sabio consejo, "no inhalar el spray". Me enjuago la boca, hago gárgaras, inundo mis fosas nasales, me saco las flemas. Cuatro o cinco veces. Bueno, creo que no moriré de ésta. Programo la lavadora para dentro de tres horas, sin darme cuenta de que ya son las once y, por tanto, la lavadora no se encenderá antes de las dos.
Las once. Salgo de mi hogar, cerrando con dos llaves. Antes de llegar a la esquina descubro que me he dejado el bolígrafo. Y lo malo es que podría estar en los pantalones que he metido en la lavadora. Subo de nuevo a casa, compruebo los pantalones, cojo un nuevo bolígrafo. Vuelvo a cerrar, esta vez con sólo una llave. Las once y veinte.
El plan de esta mañana es ir a visitar mi nuevo instituto. Podría haber tratado de localizarlo en un mapa, pero he estado previamente en él y me fío de mi memoria. Además, quiero evitar el ordenador, pues estuve tecleando en su pantalla un cuento hasta cinco horas antes de levantarme. Hay dos maneras de ir: una parada de metro y dos trasbordos de tren, o cientos de paradas de metro y un trasbordo a otro ciento de paradas de metro. En principio, lo mejor parece el primer método, aunque un trasbordo en hora valle suponga diez minutos.
Las doce menos cuarto. Evidentemente, me he equivocado. Porque la línea de Alcalá tiene esperas de quince minutos en hora valle, aunque, por supuesto, el cartel indicador sólo se ilumine cuando quedan siete minutos o menos. Además, de los siete tornos de salida de Sierra de Guadalupe, sólo dos funcionan. Jódete y baila. Resuelve eso con una campaña de imagen. Las doce y cuarto.
Y el problema final es que sé hasta qué plaza debo ir a tomar la calle que baja hacia el centro de menores (mi siguiente referencia para encontrar el instituto), pero en esa plaza salen tres calles que bajan. Tiro por la de enmedio, tuerzo después por la primera que parece suficientemente importante pero suficientemente cutre, y aterrizo en un lugar que, después de preguntar a un par de personas (la primera de las cuales daba un poco de miedito), resulta estar a 150 metros del instituto, demasiado arriba.
La una menos veinticinco. Visito el instituto. Si me hubiera levantado a las ocho, como era mi plan antes de acostarme a las cuatro y pico, es posible que hubiera encontrado a mi jefe de departamento, pero a estas horas sólo está un jefe de estudios (todavía no sé si el Gran Jefe o el Adjunto) que después de decir que le suena mi cara (debería sonarle, de hecho) me dice "Tú ya sabes cómo funciona esto, ¿no? Bueno, pues la secretaría está ahí". El problema es que en el nuevo programa de gestión de personal que usa la Comunidad les falta preguntarte cuándo fue tu última regla y qué talla de calzoncillos gastas. Así que tengo que recurrir varias veces a las de secretaría para que me ayuden. "Bueno, pon lo que quieras, y luego ya se arreglará". Sí, pero de lo que ponga podría depender mi lugar en la rueda.
Salgo, tratando de adquirir ese aspecto de mono rascador de huevos que tan varonil le parece a la gente. Creo que no consigo el resultado apetecido, pero en cualquier caso encuentro rápidamente la calle del centro de menores (al otro lado, y en la acera contraria, tiene el de mayores, lo cual me parece una estupenda simetría), desde donde busco un bar en que refrescar mi cuerpo serrano.
Coño, rediós, qué pocos bares hay en Vallecas. Yo recordaba cientos, pero la verdad es que he pasado muchos locales cerrados. Será la maldita crisis. Al fin encuentro un bar esquinado, con el mostrador lleno de tapas, donde creo haber tomado algún chisme en el pasado. La dueña está ocupada con unos a los que saluda como a clientes habituales, pero pronto escucho que le hacen preguntas extrañas: "¿Dónde está la lista de precios" "Pues estaba ahí, ¿no ve el hueco? Es que hemos tenido que quitarla" "Los alimentos preparados deben estar refrigerados, así que me hace el favor de meterlos en el mostrador refrigerado y así hago la vista gorda". La camarera se afana por traspasar varias fuentes de barro del mostrador no refrigerado al que sí lo está, donde abundan, por cierto, alimentos que no necesitan refrigeración ninguna, pero están más ricos si se toman fríos. Un par de clientas, a mi lado, animan a la camarera: "¡Mierda que no mata, engorda!".
La una. Me tomo mi Coca-cola, divertido. Cuando tengo un momento para captar la atención de la patrona, pago y abandono el local. Continúo la búsqueda del metro. Sé que estaba por aquí. ¿Será junto a la biblioteca? ¿Será donde a la junta de distrito? En esto llaman a mi móvil. "Te has dejado el carnet de identidad". Claro, tanto rebuscar en la cartera para encontrar la nueva letra de mi NRP, y pierdo los papeles. Afortunadamente, sigo por Vallecas, así que voy al instituto a recoger el DNI. Un grupo de muchachas ríen a mis espaldas a la vuelta, no sé si por verme pasar dos veces o porque no les convence mi pose chulesca recién adoptada.
La una y cuarto. A la vuelta, decido probar el itinerario metro convencional. En Sierra de Guadalupe se sientan frente a mí dos gitanos que parecen sacados de un anuncio. Qué percha tiene esta gente. Deberían prohibir que se acercaran a los obesos fofos como yo. Me bajo en Pacífico para hacer el trasbordo, y descubro que sigue activo el camino provisional que te obliga a cambiar de un andén a otro y dar toda la vuelta. El camino provisional figura como "nuevo itinerario" en los carteles.
No sé si esta gente se ha dado cuenta de que el hecho de que la palabra "nuevo" tenga connotaciones positivas hace que no sea adecuado, sino más bien contraproducente, su uso. Porque algunos pueden pensar, además, que esa jodienda va a ser para siempre. "Provisional" tiene connotaciones negativas, pero, al fin y al cabo, indica que se pasará un día u otro.
EDICIÓN 15/09/2008: La última vez que pasé por allí, el viernes pasado, ya no figuraba la expresión "nuevo itinerario", ni ninguna otra parecida.
Las dos menos cuarto. Bajo en Plaza Elíptica. No tendría que bajar ahí si no me hubiera dejado, el lunes, el horario de la semana. Y en él figura a qué hora son las evaluaciones del miércoles. Pensaba llegar con suficiente antelación para revisar de nuevo los exámenes que ya dejé corregidos, pero no es cosa de llegar a las ocho en punto de la mañana. Me fijo en que, a pesar de lo habitual de las discusiones en septiembre, y a pesar del hecho de que en este instituto hay que rellenar, además de actas e informes, el boletín del alumno, se nos ha dado sólo media hora. Sería estupendo, si no fuera porque en mi tutoría sólo hay una o dos alumnas que no han tenido que presentarse en septiembre. En fin, que recojo el dichoso papelito, saludo a una compañera (no le llama la atención mi barba, sino el hecho de que se ha aclarado mi pelo) y me voy. Hogar, dulce hogar.
Las tres menos veinte. Llego al hogar deseando una ducha, pero hay que hacer la comida, lavar el balde para la ropa limpia (lo usé para mantener una planta en remojo durante mis vacaciones), comer, lavarse los dientes (con cuidado de no vomitar), guardar los platos en el lavavajillas, imprimir lo que escribí ayer, tender la ropa (a estas alturas, la lavadora ya ha acabado). Mierda: mi tendedero está en mi ducha, y eso significa que ya no puedo ducharme.
Deben ser ya las cinco. Remoloneo en internet y veo que alguien propone unas cervezas a las siete y media. Demasiado temprano, porque primero debería pasarme por el barrio de Salamanca a resolver un asunto. Y antes de ello, debería corregir dos cuadernos. Y, además, hiedo. Como medida preventiva voy corrigiendo los cuadernos. Alguien propone que las cervezas se pospongan a las ochco y media. Buena idea.
Las seis y... He terminado de corregir los cuadernos y los meto en una bolsa. He tenido una idea. Tengo que llevar un objeto del punto A (casa de mi madre) al punto B (barrio de salamanca), y luego he quedado en el punto C, que está cerca del barrio de salamanca, pero también está a sólo media hora de casa de mi madre, autobús mediante. En casa de mi madre hay una ducha. Puedo establecerme hoy allí, y ducharme antes o después de hacer el envío. Si nos liamos y hay que volver en taxi, es mejor dormir en casa de mi madre, así que me conviene llevar todo el material que pueda necesitar mañana.
Lo más rápido es una estación de metro y trasbordar a tren. Me subo en la cola del tren para salir escopeteado de Atocha. Sin embargo, a mitad de camino, algún desgraciado está rodando un episodio de algo que, según testigos, corresponde a la serie "Los herederos" y pide que me detenga unos segundos, a pesar de mi trote atlético, que demuestra que algo de prisa debo llevar. En fin, no hace falta deciros que, habiendo culebrones venezolanos malísimos y americanos estupendos, no me apetece catar los nacionales.
Las siete. Casa de mi madre. Llamo por el móvil a un amiguete, para que confirme que las cañas son a las ocho y media, y no a las siete y media. Si son a las siete y media, intentaré ducharme antes de ir a Serrano, aunque puede que entonces no llegue allí demasiado tarde. El amiguete no contesta a la primera, así que decido dejar que me llame mientras camino de casa de mi madre a la puerta de Alcalá a todo trapo (el 19 no marcha bien estos días: serán las vacaciones, o las obras de Santa María de la Cabeza). Hago el recado mejor de lo que espero. Vuelvo a casa de mi madre. Me pego un duchazo.
Las ocho. Salgo de la ducha. Llamo para confirmar que la cita sigue en pie, a pesar de que hasta ahora todo el mundo me ha dicho que no va a ir. Llamo al único que no sabe que va a ser un fracaso, pero le convenzo para que vaya. Al fin y al cabo, me he duchado para acudir al evento.
Nueve menos veinte. Cervezas en Alberto Alcocer. Segunda cosa que me sale bien en el día, y ya es bastante. Comentamos el veraneo, ponemos verdes a los amigos... vamos, lo de siempre. Qué bien estamos. Pero todo lo bueno se acaba, y hay que volver.
Nueve y media. Terminando la reunión a esta hora, podría volver a mi piso, pero ya dejé los trastos de mañana en el de mis padres. Así que dejo que me bajen a la Castellana y tomo el autobús, que me dejará en Huertas. Reflexiono sobre la escasez de alimentos en la nevera de mis padres. Decido cenar un kebab en Huertas.
Diez. Ya en Huertas, decido cambiar de plan. Acabo de recordar que han abierto una franquicia de Los Rotos. Me siento en la barra, pregunto por el especial de la semana y, como no me convence, me pido otro distinto. Junto a mí, una pareja de lo que parecen actores veteranos discuten sobre el mundo de la farándula. Me siento satisfecho con mi elección. Tercera buena acción del día.
Diez y media. Llego a casa de mis padres, me siento en el ordenador, comienzo a escribir tonterías. Y con tanta tontería, se me hacen las once menos veinte. Será cosa de dormir, pues llevo sueño atrasado.
miércoles, 23 de julio de 2008
Mensaje enviado a autocontrol
Hoy, al leer El País, he vuelto a ver un anuncio parecido a este. La verdad es que me tiene frito el hecho de que los publicistas ni se molesten en comprobar si la "letra pequeña" es realmente legible. Y hacen mal, porque alguien podría denunciar su campaña y hacer que la retiren, perdiendo semanas de trabajo.
Así que, aprovechando que últimamente dan mucho la lata los de autocontrol, les he enviado mi DALP (Derecho a la pataleta) del día. Es fácil hacerlo y, la verdad, el código deontológico está tan lleno de buenas palabras que prácticamente se puede coger a cualquier anunciante por cualquier cosa. Sólo necesitáis Ceder Gratuitamente Una Plétora de Datos Personales™, sobre cuyo uso no se informa claramente en la web.
Así que, aprovechando que últimamente dan mucho la lata los de autocontrol, les he enviado mi DALP (Derecho a la pataleta) del día. Es fácil hacerlo y, la verdad, el código deontológico está tan lleno de buenas palabras que prácticamente se puede coger a cualquier anunciante por cualquier cosa. Sólo necesitáis Ceder Gratuitamente Una Plétora de Datos Personales™, sobre cuyo uso no se informa claramente en la web.
Estimados señores:
El motivo de esta queja es el cada vez más frecuente recurso a utilizar tipos de letra minúscula en medios cuya resolución en insuficiente para dar una imagen de ellos.
En el archivo adjunto pueden ver una imagen del anuncio de Simyo aparecido el día de hoy (23/7/2008) en la edición madrileña del diario El País.
Observarán en las versiones de alta resolución sin pérdida de calidad (ver más abajo) que la "letra pequeña" de la parte superior del anuncio ("PVP válido para portabilidades. Incluye impuestos indirectos") es claramente legible, mientras que la letra pequeña de la parte inferior (debajo de "Para prepago y contrato") es completamente ilegible.
Pero lo que hace que sea ilegible no es el tamaño (aunque está en un cuerpo muy pequeño: 1 milímetro, más o menos 2,83 puntos) sino la escasa resolución del medio empleado (aproximadamente 5 puntos de entintado de medio tono por milímetro, unos 127dpi, lo que produce caracteres de 5x5 puntos en el mejor de los casos). Esta escasa resolución impide su lectura completamente, convirtiendo el texto en un conjunto de puntos borrosos.
Para comprender lo que quiero decir, escriban un documento con letra de cuerpo 8 (seguirá siendo legible) y luego mándenlo a un fax antiguo con resolución estándar de 150 dpi (producirá un texto ilegible): un efecto parecido al de pintar una miniatura usando la brocha gorda.
Este hecho hace que se vea comprometida la regla C, "Exigencia de Veracidad", del código de Conducta Publicitaria, especialmente en lo que atañe a su punto 14.2, "Precio" ("La indicación del precio en la publicidad exige que sea completo o se establezca presupuesto o modo de fijación del mismo.").
Es especialmente grave que en la "letra pequeña" que regula las cláusulas del terminal aparezca la expresión "Impuestos indirectos incluidos", mientras que el servicio telefónico no incluye el IVA (según informa en la web, y, se supone, informan también estas dos líneas de cuerpo 3).
Es cierto que las leyes establecen la tipografía de los anuncios en proporción al tamaño de los mismos, pero sería de desear que los creativos, antes de remitir un anuncio a un medio, comprobasen cuál es el cuerpo de letra mínimo que dicho medio puede imprimir, especialmente si se trata de un anuncio en color, donde es más común que haya problemas debidos a la resolución o a la compresión con pérdida de calidad.
Pues el problema no lo he visto tan sólo en este anuncio de Simyo, sino en diversos anuncios anteriores, y últimamente se va a agravar con la TDT (que ejecuta una compresión de pérdida de calidad sobre los fotogramas, desfigurando totalmente el texto que aparece a gran velocidad sobre el televisor).
Atentamente,
José G. Moya Yangüela
[------------------
NOTA
Puesto que en la en la versión comprimida mediante jpeg no se observan claramente las características de la imagen, pueden obtener una versión TIFF no comprimida (11 Mb) en el siguiente enlace:
http://publidenuncia.apagada.com/albums/ours/AnuncioSimyoElPa%C3%ADsMadrid20080723_P44.tif
Asimismo, pueden obtener una vista de detalle en el enlace:
http://publidenuncia.apagada.com/albums/ours/AnuncioSimyoElPa%EF%BF%BDsMadrid20080723_P44_detalleHiRes.tif
----------------]
jueves, 17 de julio de 2008
¿Otra liberalización es posible?
He pasado meses pensando en algún símil que me permita expresar mi opinión sobre el asunto, y al final he hallado uno.
Imaginad que el gobierno decide expropiar los edificios que albergan los hoteles, y crear con ellos un Gestor de Infraestructuras Hoteleras. Desde ese momento, cada empresa hotelera (e incluso pequeñas empresas aventureras que aprovecharían la ocasión) se limitará a ofrecer servicios hoteleros: la limpieza, el servicio de habitaciones, el restaurante, y otros servicios de valor añadido. De manera que Martín Martínez, de viaje a Madrid, podría contratar un hotel de cinco estrellas con NH (por poner un ejemplo de cadena económica) y acabar alojado en el Ritz.
¿Absurdo? Sí, probablemente. Todo el mundo sabe que, aunque el coste en personal, limpieza y demás acaba siendo finalmente mucho mayor, la construcción (o compra) y mantenimiento del edificio y mobiliario tienen también un gran peso. Además, la ubicación es importante: una cadena que haya conseguido un hotel en primera línea de playa, o en el centro económico y financiero de una gran ciudad, no estaría conforme con poder operar en otros hoteles y que a cambio otras compañías usen ese hotel privilegiado.
Es curioso que, en cambio, a nadie le suenen extrañas las siguientes ideas:
Si el mayor obstáculo histórico para la construcción de líneas ferroviarias, eléctricas y telegráficas fue la propia construcción de la línea, ahora es papá estado, o en muchos casos una compañía ex-monopolística la que se hace cargo del mantenimiento y ampliación de la línea. La liberalización se extiende solamente a los servicios (en muchos casos, meras reventas de servicios) sobre un coste de infraestructuras previamente tarifado (por un operador monopolístico, o por un oligopolio que no puede operar en Kartell pero lo es de facto. La competencia, por tanto, es una mera competencia en precios, no en productos, pues muchos de los elementos que inciden sobre la calidad final (tipo de vías en ferrocarril, resistencia a fallos de la red en electricidad, calidad de la línea en telefonía) no dependen ni pueden depender de la empresa proveedora.
Hágase aquí énfasis en que, en el caso de la telefonía, sí es posible que haya redes propias, pero no hay un incentivo real para desarrollarlas, pues el coste mayor, el de poner un cable a cada piso de cada barrio, sólo es soportado por una compañía (prueben a que cualquier compañía que no sea Telefónica o el operador de cable de su región ponga un teléfono a un piso que no tiene línea de teléfono).
En el caso de la telefonía UTMS (3G) ocurre algo similar (aunque en este caso son cuatro los oligopolistas que han de compartir esa red por la cual previamente han pujado cantidades millonarias). Y, hablando de concesiones de espectro electromagnético, recuerdo que en televisión ocurre últimamente algo parecido (¿daban las concesiones de la TDT licencia para revender los canales, como ha ocurrido con los de Net TV, o para emitir un 100% de publicidad, como ocurre en tres canales de teletienda pertenecientes a sendas operadoras?).
No sé si en Estados Unidos el modelo será similar, aunque sospecho que lo es en el caso de Amtrack. ¿Se hubieran tomado tanto trabajo la General Pacific y la Union Pacific si hubieran sabido que una compañía menor habría podido trasladar sus propios trenes sobre la vía transoceánica? El caso es que este socio-liberalismo, tan defendido por quienes luego se quejan del poder de papá-estado, apesta. Apesta porque hace cargar al sector público (en los casos 1 y 2) con una responsabilidad económica y de desarrollo de infraestructuras que, ante el consumidor, aparece como propia de otras empresas. Empresas que, a continuación, y salvo ver de cerca la quiebra, se negarán a cualquier intervención del estado.
Me da la impresión de que, si el liberalismo clásico era la ley de la jungla, este liberalismo actual no es muy diferente, pero Tarzán le deja un rifle al león.
Notas
(*) Es característico de este proceso el hecho de que, aprobado el plan anterior, algunos ayuntamientos, operadores de la red viaria municipal de uso público, hayan establecido monopolios sobre los autobuses turísticos que pueden rodar en dichas redes, lo que puede parecer contradictorio con la política liberadora.
Imaginad que el gobierno decide expropiar los edificios que albergan los hoteles, y crear con ellos un Gestor de Infraestructuras Hoteleras. Desde ese momento, cada empresa hotelera (e incluso pequeñas empresas aventureras que aprovecharían la ocasión) se limitará a ofrecer servicios hoteleros: la limpieza, el servicio de habitaciones, el restaurante, y otros servicios de valor añadido. De manera que Martín Martínez, de viaje a Madrid, podría contratar un hotel de cinco estrellas con NH (por poner un ejemplo de cadena económica) y acabar alojado en el Ritz.
¿Absurdo? Sí, probablemente. Todo el mundo sabe que, aunque el coste en personal, limpieza y demás acaba siendo finalmente mucho mayor, la construcción (o compra) y mantenimiento del edificio y mobiliario tienen también un gran peso. Además, la ubicación es importante: una cadena que haya conseguido un hotel en primera línea de playa, o en el centro económico y financiero de una gran ciudad, no estaría conforme con poder operar en otros hoteles y que a cambio otras compañías usen ese hotel privilegiado.
Es curioso que, en cambio, a nadie le suenen extrañas las siguientes ideas:
- Las compañías eléctricas venden su red al estado. A partir de entonces, pasan a gestionar únicamente la venta de energía (sea producida por ellas o comprada a terceros) al consumidor, y dejan de crear redes eléctricas interurbanas. A continuación, el operador de la red podrá achacar la causa de los apagones a las compañías, y éstas al operador de la red.
- Las compañías ferroviarias interurbanas, cuyos vehículos y redes ya fueron expropiados por el estado en el pasado, se desglosan en una compañía estatal que gestiona redes ferroviarias y estaciones y otra que opera vehículos sobre dichas redes. A continuación, se abre la posibilidad de que nuevas compañías operen vehículos (primero para el transporte de mercancías, después de pasajeros) sobre dichas redes. Se espera algún tipo de norma reguladora, de forma que las líneas de alta velocidad no estén ocupadas por un un servicio de tren histórico a 50 km/h operado por un consorcio de compañías aéreas y de autobuses. Es más: probablemente la liberalización deje una sola compañía por línea, como ocurre en el sector de los autobuses, cuya liberalización no comporta el problema del par infraestructura/servicio (*) . Este monopolio por trayectos es justamente lo que se quiso evitar en el caso de las eléctricas.
- Las compañías telefónicas no venden su red al estado, aunque se cede el monopolio del cable a una compañía por un tiempo reducido. Se designa, sin embargo, una compañía que tendrá la obligación de prestar los servicios telefónicos mínimos y de llevar el cable de teléfono a casa de cada abonado; los abonados tendrán que pedirle instalación la línea a dicha compañía o al operador de cable, y a continuación podrán cambiarse de operador sin ninguna penalización, aunque la primera compañía les haya puesto la línea gratis. Con esto se supone que se incentiva la inversión en la construcción de redes propias.
Si el mayor obstáculo histórico para la construcción de líneas ferroviarias, eléctricas y telegráficas fue la propia construcción de la línea, ahora es papá estado, o en muchos casos una compañía ex-monopolística la que se hace cargo del mantenimiento y ampliación de la línea. La liberalización se extiende solamente a los servicios (en muchos casos, meras reventas de servicios) sobre un coste de infraestructuras previamente tarifado (por un operador monopolístico, o por un oligopolio que no puede operar en Kartell pero lo es de facto. La competencia, por tanto, es una mera competencia en precios, no en productos, pues muchos de los elementos que inciden sobre la calidad final (tipo de vías en ferrocarril, resistencia a fallos de la red en electricidad, calidad de la línea en telefonía) no dependen ni pueden depender de la empresa proveedora.
Hágase aquí énfasis en que, en el caso de la telefonía, sí es posible que haya redes propias, pero no hay un incentivo real para desarrollarlas, pues el coste mayor, el de poner un cable a cada piso de cada barrio, sólo es soportado por una compañía (prueben a que cualquier compañía que no sea Telefónica o el operador de cable de su región ponga un teléfono a un piso que no tiene línea de teléfono).
En el caso de la telefonía UTMS (3G) ocurre algo similar (aunque en este caso son cuatro los oligopolistas que han de compartir esa red por la cual previamente han pujado cantidades millonarias). Y, hablando de concesiones de espectro electromagnético, recuerdo que en televisión ocurre últimamente algo parecido (¿daban las concesiones de la TDT licencia para revender los canales, como ha ocurrido con los de Net TV, o para emitir un 100% de publicidad, como ocurre en tres canales de teletienda pertenecientes a sendas operadoras?).
No sé si en Estados Unidos el modelo será similar, aunque sospecho que lo es en el caso de Amtrack. ¿Se hubieran tomado tanto trabajo la General Pacific y la Union Pacific si hubieran sabido que una compañía menor habría podido trasladar sus propios trenes sobre la vía transoceánica? El caso es que este socio-liberalismo, tan defendido por quienes luego se quejan del poder de papá-estado, apesta. Apesta porque hace cargar al sector público (en los casos 1 y 2) con una responsabilidad económica y de desarrollo de infraestructuras que, ante el consumidor, aparece como propia de otras empresas. Empresas que, a continuación, y salvo ver de cerca la quiebra, se negarán a cualquier intervención del estado.
Me da la impresión de que, si el liberalismo clásico era la ley de la jungla, este liberalismo actual no es muy diferente, pero Tarzán le deja un rifle al león.
Notas
(*) Es característico de este proceso el hecho de que, aprobado el plan anterior, algunos ayuntamientos, operadores de la red viaria municipal de uso público, hayan establecido monopolios sobre los autobuses turísticos que pueden rodar en dichas redes, lo que puede parecer contradictorio con la política liberadora.
viernes, 27 de junio de 2008
Sobre las bombillas...
La noticia surgió el miércoles, creo, pero yo no quería hablar sobre nada nuevo antes de haber escrito el famoso artículo 1000 (que luego descubrí que era el 998, porque Blogger cuenta los artículos que están en "borrador"; tendré que des-borrar esos dos artículos). La noticia, digo, llenó de gozo ecologista varios hogares este miércoles, pero se trata de un gozo infundado.
Para justificar la subida de la luz (subida que es perfectamente justificable si tenemos en cuenta que, a pesar de la ley de Carnot, varios medios han publicado últimamente que un trayecto de 100 kilómetros en vehículo eléctrico cuesta un tercio de lo que costaría en vehículo propulsado por combustión de hidrocarburos), el congreso ha aprobado unánimemente un proyecto de ley para extinguir el uso de las bombillas tradicionales (bombillas incandescentes), "salvo en casos en que sean imprescindibles" (todavía no he leído qué casos sean esos).
Para explicar la medida, ocupó la pantalla el ministro del ramo, que explicó que, según las estadísticas, el 20% del consumo eléctrico se va en iluminación. Sí señores: a pesar de mis protestas cada vez que cambian la hora aduciendo ahorro energético gracias a la luz, parece que el electrodoméstico que más horas pasa encendido es la bombilla, y no el frigorífico y el arcón congelador, el televisor de cada habitación, el ordenador compartiendo archivos, el router que te cambia la IP si lo apagas y te fastidia, la impresora y el escáner que no tienen "apagado duro", y que se estropean o se desconfiguran si los desenchufas, la wii, la play y la xbox (al menos la primera me consta que tampoco tiene apagado duro), el pvr, el disco externo del pvr (no lo apagues, que entonces no graba), el vídeo, el DVD (este sí lleva apagado duro porque es de marca cutre), los tres terminales inalámbricos, el cargador de baterías, el móvil cargando...
No, señores, lo que más gasta (una quinta parte del consumo!) es la iluminación. Tampoco se nos dice si la encuesta está hecha sobre hogares, sobre oficinas o sobre el total global (evidentemente, iluminar cada calle de Madrid cuesta un congo, y antes de que lleguen los autobuses o el metro llegan las farolas a cada calle: la farola la paga el urbanizador, pero su luz suele ser del ayuntamiento). Cuesta creerlo, pero si existe realmente esa encuesta (y no se elaboró, por ejemplo, en la anterior crisis del combustible, allá por los 70), habrá que admitir, contra lo que dije en su día, que la electricidad sigue siendo básicamente lo que era a principios del siglo XX: luz.
En cualquier caso, tienen sus Señorías que considerar que no siempre el ahorro viene por lo evidente. Ejemplo número 1. En mi comunidad de vecinos, las lámparas de la escalera son bombillas de bajo consumo. Las lámparas están temporizadas y son independientes para cada tramo de escaleras. Y, sin embargo, no ahorran electricidad: gastan mucha más. ¿Por qué? Porque la gente como yo, que en condiciones normales es capaz de bajar de un segundo a un bajo usando las escaleras (y la casa sólo tiene tres pisos), se decide por el ascensor en cuanto ve que el mezquino temporizador no permite siquiera dar vuelta a la llave y bajar el primer tramo de escalones. Por no gastar 60 Watios durante 1 minuto, gastamos 3000 durante 30 segundos. El ahorro es evidente.
Y lo mismo les puede suceder con las bombillas fluorescentes compactas, alias de bajo consumo. Es cierto que su duración es mayor, y su consumo mucho menor, pero, ¿han tenido en cuenta que como residuo son mucho más peligrosas que las otras? ¿Han tenido en cuenta que mientras las pilas, que ya no contienen mercurio, son depositadas en contenedores específicos, poca gente se toma la molestia de llevar las fluorescentes compactas a un punto limpio?
Además, las fluorescentes compactas no son adecuadas cuando se requiere iluminación instantánea. Por ejemplo, un frigorífico, que en principio podría beneficiarse del hecho de que las bombillas de bajo consumo no emiten calor, necesita una iluminación instantánea, para que el usuario cierre pronto la puerta.
Por otro lado, muchas bombillas fluorescentes todavía no se han beneficiado de los últimos avances en sus hermanos mayores, los tubos fluorescentes. Estos tubos, tan denostados por el parpadeo y la extraña gama de colores proporcionados por sus versiones más antiguas, han mejorado mucho en los últimos años, y deberían ser la opción a considerar (pues, a diferencia de la versión compacta, no tiras a la vez el tubo y su cebador). Y hay una opción última: la tecnología LED, que tímidamente está tratando de desplazar al sector más derrochador de las bombillas incandescentes (se trata de las halógenas, que en sus montajes habituales gastan mucho más, pero de las que nadie dice nada negativo), sin demasiadas posibilidades. Evidentemente, no se puede sustituir una minihalógena de 50W con un juego de led de 5 W pero, ¿y un juego led un poco mayor?
Para justificar la subida de la luz (subida que es perfectamente justificable si tenemos en cuenta que, a pesar de la ley de Carnot, varios medios han publicado últimamente que un trayecto de 100 kilómetros en vehículo eléctrico cuesta un tercio de lo que costaría en vehículo propulsado por combustión de hidrocarburos), el congreso ha aprobado unánimemente un proyecto de ley para extinguir el uso de las bombillas tradicionales (bombillas incandescentes), "salvo en casos en que sean imprescindibles" (todavía no he leído qué casos sean esos).
Para explicar la medida, ocupó la pantalla el ministro del ramo, que explicó que, según las estadísticas, el 20% del consumo eléctrico se va en iluminación. Sí señores: a pesar de mis protestas cada vez que cambian la hora aduciendo ahorro energético gracias a la luz, parece que el electrodoméstico que más horas pasa encendido es la bombilla, y no el frigorífico y el arcón congelador, el televisor de cada habitación, el ordenador compartiendo archivos, el router que te cambia la IP si lo apagas y te fastidia, la impresora y el escáner que no tienen "apagado duro", y que se estropean o se desconfiguran si los desenchufas, la wii, la play y la xbox (al menos la primera me consta que tampoco tiene apagado duro), el pvr, el disco externo del pvr (no lo apagues, que entonces no graba), el vídeo, el DVD (este sí lleva apagado duro porque es de marca cutre), los tres terminales inalámbricos, el cargador de baterías, el móvil cargando...
No, señores, lo que más gasta (una quinta parte del consumo!) es la iluminación. Tampoco se nos dice si la encuesta está hecha sobre hogares, sobre oficinas o sobre el total global (evidentemente, iluminar cada calle de Madrid cuesta un congo, y antes de que lleguen los autobuses o el metro llegan las farolas a cada calle: la farola la paga el urbanizador, pero su luz suele ser del ayuntamiento). Cuesta creerlo, pero si existe realmente esa encuesta (y no se elaboró, por ejemplo, en la anterior crisis del combustible, allá por los 70), habrá que admitir, contra lo que dije en su día, que la electricidad sigue siendo básicamente lo que era a principios del siglo XX: luz.
En cualquier caso, tienen sus Señorías que considerar que no siempre el ahorro viene por lo evidente. Ejemplo número 1. En mi comunidad de vecinos, las lámparas de la escalera son bombillas de bajo consumo. Las lámparas están temporizadas y son independientes para cada tramo de escaleras. Y, sin embargo, no ahorran electricidad: gastan mucha más. ¿Por qué? Porque la gente como yo, que en condiciones normales es capaz de bajar de un segundo a un bajo usando las escaleras (y la casa sólo tiene tres pisos), se decide por el ascensor en cuanto ve que el mezquino temporizador no permite siquiera dar vuelta a la llave y bajar el primer tramo de escalones. Por no gastar 60 Watios durante 1 minuto, gastamos 3000 durante 30 segundos. El ahorro es evidente.
Y lo mismo les puede suceder con las bombillas fluorescentes compactas, alias de bajo consumo. Es cierto que su duración es mayor, y su consumo mucho menor, pero, ¿han tenido en cuenta que como residuo son mucho más peligrosas que las otras? ¿Han tenido en cuenta que mientras las pilas, que ya no contienen mercurio, son depositadas en contenedores específicos, poca gente se toma la molestia de llevar las fluorescentes compactas a un punto limpio?
Además, las fluorescentes compactas no son adecuadas cuando se requiere iluminación instantánea. Por ejemplo, un frigorífico, que en principio podría beneficiarse del hecho de que las bombillas de bajo consumo no emiten calor, necesita una iluminación instantánea, para que el usuario cierre pronto la puerta.
Por otro lado, muchas bombillas fluorescentes todavía no se han beneficiado de los últimos avances en sus hermanos mayores, los tubos fluorescentes. Estos tubos, tan denostados por el parpadeo y la extraña gama de colores proporcionados por sus versiones más antiguas, han mejorado mucho en los últimos años, y deberían ser la opción a considerar (pues, a diferencia de la versión compacta, no tiras a la vez el tubo y su cebador). Y hay una opción última: la tecnología LED, que tímidamente está tratando de desplazar al sector más derrochador de las bombillas incandescentes (se trata de las halógenas, que en sus montajes habituales gastan mucho más, pero de las que nadie dice nada negativo), sin demasiadas posibilidades. Evidentemente, no se puede sustituir una minihalógena de 50W con un juego de led de 5 W pero, ¿y un juego led un poco mayor?
jueves, 26 de junio de 2008
Artículo 1000
El aprendiz de arqueólogo se acerca a la cripta y pregunta a su maestro acerca del contenido de la pequeña caja metálica que le pidió que descifrara. Con una mirada entre la indiferencia y la insatisfacción, éste le responde:
—Vidas. Sólo vidas.
—Pero, maestro —replica el osado aprendiz, quizá el mejor alumno pero también el más impertinente—, ¿no son las vidas los ladrillos con que se construye la historia?
El gran investigador no contesta a su discípulo; se limita a hacer una seña que podría ser una invitación para que le siga. Entra en el archivo y atraviesa salas y más salas cubiertas de estantes llenos de urnas metálicas como la que el joven le llevó; de cilindros gruesos y finos, de contenedores de almacenaje dentro de los que —según le han contado— hay pequeños rollos plásticos o placas planas y frágiles del mismo material. Finalmente, abre una puerta blindada y le hace pasar al sanctasanctórum, una sala fría pero muy seca donde se guardan objetos fabricados en un quebradizo tejido llamado papel. Hay quien dice que existe otra sala aún más secreta en que se guardan auténticos lienzos de tela pintada.
—Estoy seguro —dice— de que, en nuestro camino, hemos pasado junto a dos o tres obras maestras de la literatura, de la pintura, de la música, del cine. También es posible que junto a ellas se almacenen mil, dos mil fotografías que nos permitan comprender los detalles de la arquitectura de aquellos que nos precedieron. Sin embargo, el archivo comprende billones de objetos, cada uno con millones de inscripciones, muchas de más de mil palabras.
»Si nuestros antecesores no hubieran usado tanta variedad de materiales, o si tuviéramos tiempo de introducirlos todos en la rejilla positrónica, quizá sería posible eliminar los registros duplicados, o averiguar, a partir de ellos, los gustos de los antiguos. Alguna vez se ha propuesto, pero con miles de planetas por excavar, y cientos, incluso miles, de ciudades excavables por planeta, la tarea desborda el presupuesto del Ministerio de Retrospección. Eso sin contar con la necesidad de reconstruir los alineamientos magnéticos de las cajas de almacenamiento, y la configuración fotónica de los rollos de celuloide y el papel.
»Además, conocer los gustos de nuestros antepasados no es demasiado útil. Aunque en los registros del siglo XX terrestre hay muchas alusiones sobre un tal Bergman, alabado por la gente de su tiempo, sólo se ha conservado, con innumerables copias, una obra de Spielberg y una película erótica casera de título y autor desconocidos.
»Parece que, a finales del siglo XX o principios del XIX, hubo un giro cultural. Nuestros tatarabuelos dejaron de interesarse por la literatura, el cine, la música o la prensa hechas por profesionales y empezó una era de Amateurismo. Durante 300 años, desaparecen todos los registros históricos y son reemplazados por chismorreos: mensajes privados, fotografías familiares, diarios personales —a veces con más de mil artículos—. A eso se une la desaparición de todo archivo fiable: los ciudadanos, que no hacían ascos a ser grabados en posturas comprometedoras, exigían, en cambio, que los censos se borrasen a los 50 años.»
Después de sus palabras, el maestro devuelve la urna metálica al aprendiz, que la lleva hasta el estante correspondiente. Después de rotularlo, lo abandona al polvo durante otros 20 años.
En la cara superior de la urna —un viejo disco duro de 1000 terabytes—, una traviesa alma del pasado había holografiado el Romance Sonámbulo, confiado en que los arqueólogos del futuro pudieran distinguirlo de una etiqueta.
—Vidas. Sólo vidas.
—Pero, maestro —replica el osado aprendiz, quizá el mejor alumno pero también el más impertinente—, ¿no son las vidas los ladrillos con que se construye la historia?
El gran investigador no contesta a su discípulo; se limita a hacer una seña que podría ser una invitación para que le siga. Entra en el archivo y atraviesa salas y más salas cubiertas de estantes llenos de urnas metálicas como la que el joven le llevó; de cilindros gruesos y finos, de contenedores de almacenaje dentro de los que —según le han contado— hay pequeños rollos plásticos o placas planas y frágiles del mismo material. Finalmente, abre una puerta blindada y le hace pasar al sanctasanctórum, una sala fría pero muy seca donde se guardan objetos fabricados en un quebradizo tejido llamado papel. Hay quien dice que existe otra sala aún más secreta en que se guardan auténticos lienzos de tela pintada.
—Estoy seguro —dice— de que, en nuestro camino, hemos pasado junto a dos o tres obras maestras de la literatura, de la pintura, de la música, del cine. También es posible que junto a ellas se almacenen mil, dos mil fotografías que nos permitan comprender los detalles de la arquitectura de aquellos que nos precedieron. Sin embargo, el archivo comprende billones de objetos, cada uno con millones de inscripciones, muchas de más de mil palabras.
»Si nuestros antecesores no hubieran usado tanta variedad de materiales, o si tuviéramos tiempo de introducirlos todos en la rejilla positrónica, quizá sería posible eliminar los registros duplicados, o averiguar, a partir de ellos, los gustos de los antiguos. Alguna vez se ha propuesto, pero con miles de planetas por excavar, y cientos, incluso miles, de ciudades excavables por planeta, la tarea desborda el presupuesto del Ministerio de Retrospección. Eso sin contar con la necesidad de reconstruir los alineamientos magnéticos de las cajas de almacenamiento, y la configuración fotónica de los rollos de celuloide y el papel.
»Además, conocer los gustos de nuestros antepasados no es demasiado útil. Aunque en los registros del siglo XX terrestre hay muchas alusiones sobre un tal Bergman, alabado por la gente de su tiempo, sólo se ha conservado, con innumerables copias, una obra de Spielberg y una película erótica casera de título y autor desconocidos.
»Parece que, a finales del siglo XX o principios del XIX, hubo un giro cultural. Nuestros tatarabuelos dejaron de interesarse por la literatura, el cine, la música o la prensa hechas por profesionales y empezó una era de Amateurismo. Durante 300 años, desaparecen todos los registros históricos y son reemplazados por chismorreos: mensajes privados, fotografías familiares, diarios personales —a veces con más de mil artículos—. A eso se une la desaparición de todo archivo fiable: los ciudadanos, que no hacían ascos a ser grabados en posturas comprometedoras, exigían, en cambio, que los censos se borrasen a los 50 años.»
Después de sus palabras, el maestro devuelve la urna metálica al aprendiz, que la lleva hasta el estante correspondiente. Después de rotularlo, lo abandona al polvo durante otros 20 años.
En la cara superior de la urna —un viejo disco duro de 1000 terabytes—, una traviesa alma del pasado había holografiado el Romance Sonámbulo, confiado en que los arqueólogos del futuro pudieran distinguirlo de una etiqueta.
martes, 24 de junio de 2008
Arqueología Industrial...
No me apetecía dedicar a este tema la que va a ser entrada 999 del blog, pero se trata de un asunto que me indigna.
En España nos tenemos por muy protectores del patrimonio histórico, pero luego, actuamos como nos da la gana. Especialmente cuando se trata de actuar sobre un edificio laico (recuérdese el caso del edificio desprotegido para construir sobre él un pastiche que mantuviera las líneas del vecino Banco de España, Dios y el Euribor lo hundan en la miseria, o las recientes des-protestas que quieren convencernos de que el ya lejano caso Sagunto fue un mero despropósito electoralista).
Pues bien, nuestro interés por las antigüedades llega a su mínimo cuando se trata de objetos y edificios industriales, ya sean linotipias de una empresa pública que en lugar de enviarse al Museo de Ciencia y Tecnología (¿tiene sede ya?) se envían a la chatarra, ya se trate, como en esta ocasión, de los escasos residuos del neomudéjar industrial, demolidos para hacer una macrooficina.
Es posible que sostengáis (probablemente con razón) que el neomudéjar fue, desde su comienzo, de mal gusto. Un pastiche propio de la cultura tercermundista —o si preferís, periférica— que fue la española a finales del siglo XIX y durante buena parte del siglo XX (quizá todavía lo sea). Supongo que triunfó porque el neomudéjar, basado en el uso de ladrillos, aunaba pretensiones estéticas y baratura. En cualquier caso, buena parte de los edificios más bellos de Madrid (se trata de un superlativo relativo, y por tanto no excluye la fealdad) se construyeron en este estilo. Y casi todos ellos han sido objeto de rehabilitaciones bárbaras, como la Central Eléctrica del Mediodía (actual CaixaForum), en que se construyó una estructura sobre el tejado, se cegaron las ventanas originales y se abrió una nueva (si el edificio no tenía suficiente luz o superficie para construir un centro cultural, lo más respetuoso hubiera sido construir otra cosa).
Pues bien, leo el viernes en un diario gratuito (Diario Qué, edición Madrid, 20 de julio de 2008, página 5 [pdf]) un artículo sobre la ventajosa y benéfica construcción de una sede empresarial en el sur de la ciudad. Y, junto a él, veo la fotografía de un edificio neomudéjar con el pie "se derribará este edificio", así, sin explicación alguna.
La explicación está en un artículo anterior del mismo diario, que lamentablemente no leí: el 23 de abril de 2008, en la misma página (la 5) del diario aparecía un artículo [pdf] en que se avisaba de que se iba a derribar la sede de CLH, sede cuya fotografía, que mostraba el estilo neomudéjar, aparecía debajo. No vi la fotografía y por tanto no pude mandar ninguna carta a la corporación municipal, que parece ya ha decidido que traer a Madrid a los empleados de Repsol repartidos por diversos lugares de la Comunidad bien merece derribar un edificio histórico... y aumentar la huella energética de la capital. Pues no se olvide que, además de derribar este edificio, ensancharán las calzadas de Méndez Álvaro para facilitar el tráfico rodado. Postura muy consecuente con la política de peatonalización de Gallardón.
En España nos tenemos por muy protectores del patrimonio histórico, pero luego, actuamos como nos da la gana. Especialmente cuando se trata de actuar sobre un edificio laico (recuérdese el caso del edificio desprotegido para construir sobre él un pastiche que mantuviera las líneas del vecino Banco de España, Dios y el Euribor lo hundan en la miseria, o las recientes des-protestas que quieren convencernos de que el ya lejano caso Sagunto fue un mero despropósito electoralista).
Pues bien, nuestro interés por las antigüedades llega a su mínimo cuando se trata de objetos y edificios industriales, ya sean linotipias de una empresa pública que en lugar de enviarse al Museo de Ciencia y Tecnología (¿tiene sede ya?) se envían a la chatarra, ya se trate, como en esta ocasión, de los escasos residuos del neomudéjar industrial, demolidos para hacer una macrooficina.
Es posible que sostengáis (probablemente con razón) que el neomudéjar fue, desde su comienzo, de mal gusto. Un pastiche propio de la cultura tercermundista —o si preferís, periférica— que fue la española a finales del siglo XIX y durante buena parte del siglo XX (quizá todavía lo sea). Supongo que triunfó porque el neomudéjar, basado en el uso de ladrillos, aunaba pretensiones estéticas y baratura. En cualquier caso, buena parte de los edificios más bellos de Madrid (se trata de un superlativo relativo, y por tanto no excluye la fealdad) se construyeron en este estilo. Y casi todos ellos han sido objeto de rehabilitaciones bárbaras, como la Central Eléctrica del Mediodía (actual CaixaForum), en que se construyó una estructura sobre el tejado, se cegaron las ventanas originales y se abrió una nueva (si el edificio no tenía suficiente luz o superficie para construir un centro cultural, lo más respetuoso hubiera sido construir otra cosa).
Pues bien, leo el viernes en un diario gratuito (Diario Qué, edición Madrid, 20 de julio de 2008, página 5 [pdf]) un artículo sobre la ventajosa y benéfica construcción de una sede empresarial en el sur de la ciudad. Y, junto a él, veo la fotografía de un edificio neomudéjar con el pie "se derribará este edificio", así, sin explicación alguna.
La explicación está en un artículo anterior del mismo diario, que lamentablemente no leí: el 23 de abril de 2008, en la misma página (la 5) del diario aparecía un artículo [pdf] en que se avisaba de que se iba a derribar la sede de CLH, sede cuya fotografía, que mostraba el estilo neomudéjar, aparecía debajo. No vi la fotografía y por tanto no pude mandar ninguna carta a la corporación municipal, que parece ya ha decidido que traer a Madrid a los empleados de Repsol repartidos por diversos lugares de la Comunidad bien merece derribar un edificio histórico... y aumentar la huella energética de la capital. Pues no se olvide que, además de derribar este edificio, ensancharán las calzadas de Méndez Álvaro para facilitar el tráfico rodado. Postura muy consecuente con la política de peatonalización de Gallardón.
jueves, 19 de junio de 2008
Windows Live se toma en serio a los usuarios!!!
Aunque creo que al final no escribí un artículo sobre ello, siempre me pregunté por qué le daban el Príncipe de Asturias a Google, ignorando que este motor, que nos cae tan simpático, tampoco tiene una funcionalidad muy distinta de Yahoo! o MSN Windows Live!, o de los diversos buscadores por ellos absorbidos.
Me viene esto a la mente ahora que recibo, como muchos otros usuarios, el siguiente mensaje de Windows Live, respuesta a mis plegarias:
No he podido sino responder con un "Gracias" en mayúsculas y con cuerpo 36...
Me viene esto a la mente ahora que recibo, como muchos otros usuarios, el siguiente mensaje de Windows Live, respuesta a mis plegarias:
Quizá hayas recibido un mensaje de correo electrónico indicándote que Microsoft planea retirar el protocolo DAV que usa Outlook Express para tener acceso a Windows Live Hotmail. Como respuesta a los comentarios de los clientes solicitando más tiempo para evaluar soluciones alternativas, hemos decidido posponer la retirada de este protocolo y estamos investigando otras alternativas para tener acceso a Windows Live Hotmail a través de Outlook Express. Es decir, si usas Outlook Express para tener acceso a tu cuenta de Windows Live Hotmail, podrás continuar haciéndolo después del 30 de junio. Nos encargaremos de informarte cuando dispongamos de planes adicionales y con la debida antelación para que la transición se realice de la manera más adecuada.
No he podido sino responder con un "Gracias" en mayúsculas y con cuerpo 36...
Vacaciones...
Finalizado el curso escolar, quedan sólo las evaluaciones antes de que comiencen mis vacaciones. La mañana de hoy no ha sido para mí tan estupenda como para mis alumnos (al final, se me han ido las ganas de observar las actuaciones de mis tutorandos en el festival colegial) y ha tenido un remate amargo con la aparición de dos alumnos (uno de ellos, en realidad, ex-alumno desde enero) ridiculizándome a la salida del instituto. Supongo que las vacaciones, el alcohol o los petardos se les habían subido a la cabeza, aunque, por otro lado, no estaban muy lejos de su actitud habitual. Pero he llegado a casa, he dejado los bártulos y he pensado: ¡qué diablos! no vamos a dejar que nos amarguen el que suele ser el día más estupendo del curso escolar.
Para celebrar el acontecimiento cambiaré, como solía ser mi costumbre, la imagen de mi perfil, de modo que el playero horterolo sustituirá de nuevo al vampiro draculín (incluso en el blog alternativo y draculinesco "cartas del vampiro"). Además, esta entrada hace la 997 de mi blog y, aunque todavía no he preparado nada, espero celebrar la milésima entrada antes de agosto, con algo interesante...
A niños, niñas y docentes, felices vacaciones. A los opositores, suerte. A todos los demas... «Madrid en verano y sin familia, Baden-Baden...»
Para celebrar el acontecimiento cambiaré, como solía ser mi costumbre, la imagen de mi perfil, de modo que el playero horterolo sustituirá de nuevo al vampiro draculín (incluso en el blog alternativo y draculinesco "cartas del vampiro"). Además, esta entrada hace la 997 de mi blog y, aunque todavía no he preparado nada, espero celebrar la milésima entrada antes de agosto, con algo interesante...
A niños, niñas y docentes, felices vacaciones. A los opositores, suerte. A todos los demas... «Madrid en verano y sin familia, Baden-Baden...»
miércoles, 18 de junio de 2008
De móviles
Absurda la propuesta de cobrar al receptor por las llamadas, que ya se probó en el mercado español con las tarifas internacionales.
Hay panolis, sí, que son capaces de valorar la medida: se trata de esos getas que llaman mucho, y a quienes les suele molestar que tú te limites al correo electrónico. Para muchos de estos, hace tiempo que funcionan servicios como SMS.ac: el emisor reparte los gastos del mensaje con el receptor, con lo que le parece baratísimo un mensaje por el que le cobran, en realidad, un congo.
Y del mismo modo que en estos servicios de mensajes, en un hipotético sistema de copago de llamadas los principales peligros vienen de las comunicaciones no deseadas...
Hay panolis, sí, que son capaces de valorar la medida: se trata de esos getas que llaman mucho, y a quienes les suele molestar que tú te limites al correo electrónico. Para muchos de estos, hace tiempo que funcionan servicios como SMS.ac: el emisor reparte los gastos del mensaje con el receptor, con lo que le parece baratísimo un mensaje por el que le cobran, en realidad, un congo.
Y del mismo modo que en estos servicios de mensajes, en un hipotético sistema de copago de llamadas los principales peligros vienen de las comunicaciones no deseadas...
De crisis, petróleos y otros
Llego a casa pensando en escribir un artículo sobre la crisis energética en el blog. Entonces pongo la TV mientras cuece mi almuerzo y veo a Bush en CNN+ hablando sobre el petróleo. ¿Coincidencia, o fatum?
El mensaje de Bush viene a decir lo siguiente:
Los malvados demócratas, con sus neuras ecologistas, han impedido que hagamos nuevas perforaciones en el Golfo de México (nombre técnico: Plataforma Continental) y en las reservas naturales de Alaska (nombre técnico: el Ártico). La tecnología actual permite que ahora perforemos en dichos lugares sin riesgos. Además, hay que crear nuevas refinerías (¿para qué, si no hay petróleo con que abastecerlas?), lo que crearía buenos puestos de trabajo (sí, ya imagino cuán buenos) en construcción (léase: curritos edificando), ingeniería (léase: curritos montando oleoductos) y refinado.
Finalmente, hace una alusión a que las petroleras se ven acosadas por juicios y ecologistas (supongo que sería mejor que los jueces dejasen el caso Exxon Valdez y otros similares pudriénose sobre la mesa de su despacho).
Dejando aparte el hecho objetivo de que sí, con más petróleo bajarían los precios, se nos viene a las mientes considerar:
1) Que el daño al medio ambiente producido por la extracción de petróleo no se debe sólo a la extracción en sí: también a la necesidad de dar alojamiento y comida a los trabajadores, al transporte (recuérdense los frecuentes casos de pérdida en oleoductos en Nigeria y la Amazonia, y de hundimientos de petroleros) y a la emisión de gases en el refinado.
2) Que si el refinado en EEUU se hace en las mismas condiciones que en España, no es un "buen trabajo", como tampoco lo es la construcción. ¿Se ha planteado Bush por qué en su juventud eligió ese gris trabajo de empresario que le condujo finalmente a la presidencia, en lugar de elegir la construcción? Como dice Gilbraith, "quienes más valoran el trabajo son quienes tienen trabajos menos fatigosos".
3) Que de las palabras de Bush se podría hacer un contrafacto adaptándolas a la droga, la prostitución, etc. La producción de cualquiera de estas mercancías aportaría "buenos trabajos" (si lo es el refinado, cualquier cosa lo es) y bajaría los precios del producto en cuestión. Eso sí: tendrían la misma oposición política y judicial que los benévolos trabajos petrolíferos que el Presidente del Mundo (pues, al fin y al cabo, lo es), propone.
El mensaje de Bush viene a decir lo siguiente:
Los malvados demócratas, con sus neuras ecologistas, han impedido que hagamos nuevas perforaciones en el Golfo de México (nombre técnico: Plataforma Continental) y en las reservas naturales de Alaska (nombre técnico: el Ártico). La tecnología actual permite que ahora perforemos en dichos lugares sin riesgos. Además, hay que crear nuevas refinerías (¿para qué, si no hay petróleo con que abastecerlas?), lo que crearía buenos puestos de trabajo (sí, ya imagino cuán buenos) en construcción (léase: curritos edificando), ingeniería (léase: curritos montando oleoductos) y refinado.
Finalmente, hace una alusión a que las petroleras se ven acosadas por juicios y ecologistas (supongo que sería mejor que los jueces dejasen el caso Exxon Valdez y otros similares pudriénose sobre la mesa de su despacho).
Dejando aparte el hecho objetivo de que sí, con más petróleo bajarían los precios, se nos viene a las mientes considerar:
1) Que el daño al medio ambiente producido por la extracción de petróleo no se debe sólo a la extracción en sí: también a la necesidad de dar alojamiento y comida a los trabajadores, al transporte (recuérdense los frecuentes casos de pérdida en oleoductos en Nigeria y la Amazonia, y de hundimientos de petroleros) y a la emisión de gases en el refinado.
2) Que si el refinado en EEUU se hace en las mismas condiciones que en España, no es un "buen trabajo", como tampoco lo es la construcción. ¿Se ha planteado Bush por qué en su juventud eligió ese gris trabajo de empresario que le condujo finalmente a la presidencia, en lugar de elegir la construcción? Como dice Gilbraith, "quienes más valoran el trabajo son quienes tienen trabajos menos fatigosos".
3) Que de las palabras de Bush se podría hacer un contrafacto adaptándolas a la droga, la prostitución, etc. La producción de cualquiera de estas mercancías aportaría "buenos trabajos" (si lo es el refinado, cualquier cosa lo es) y bajaría los precios del producto en cuestión. Eso sí: tendrían la misma oposición política y judicial que los benévolos trabajos petrolíferos que el Presidente del Mundo (pues, al fin y al cabo, lo es), propone.
martes, 10 de junio de 2008
Europa no es sólo la eurocopa...
Lamentablemente, Europa no es sólo la Eurocopa. Es también ese organismo en que una comisión elegida a dedo y basada en el democrático principio de que cada miembro sea de una nacionalidad distinta (imaginemos, en comparación, una España con un ministro de cada autonomía) dicta normas que, a menudo, chocan con los deseos de los ciudadanos. El europarlamento puede oponerse, claro, pero generalmente sólo se le da el derecho al pataleo.
Una de esas normas dictadas por la comisión es la que permitirá semanas laborales de 65 horas. Condicionadas, claro, al acuerdo entre empresario y trabajador, pero ya se sabe que el trabajador, en estos casos, acaba por ceder siempre.
Un escándalo, ¿verdad? Pues sepan que ha pasado desapercibido en una entrada de menos de 1 minuto en el informativo de CNN plus, entre más de 10 minutos dedicados a la crisis del transporte y más de 20 dedicados a la Eurocopa.
¿Y quiénes se oponen a los horarios estajanovistas de la comisión? Pues parece que sólo los países mediterráneos. Asombra ver que Francia, que tanto se movilizó contra la directiva de los servicios, calle ahora. Quizá es que ya ha externalizado toda su fuerza de trabajo en algún país del Este. Luego se quejarán los Alemanes de que se les vayan las empresas fuera.
Una de esas normas dictadas por la comisión es la que permitirá semanas laborales de 65 horas. Condicionadas, claro, al acuerdo entre empresario y trabajador, pero ya se sabe que el trabajador, en estos casos, acaba por ceder siempre.
Un escándalo, ¿verdad? Pues sepan que ha pasado desapercibido en una entrada de menos de 1 minuto en el informativo de CNN plus, entre más de 10 minutos dedicados a la crisis del transporte y más de 20 dedicados a la Eurocopa.
¿Y quiénes se oponen a los horarios estajanovistas de la comisión? Pues parece que sólo los países mediterráneos. Asombra ver que Francia, que tanto se movilizó contra la directiva de los servicios, calle ahora. Quizá es que ya ha externalizado toda su fuerza de trabajo en algún país del Este. Luego se quejarán los Alemanes de que se les vayan las empresas fuera.
lunes, 9 de junio de 2008
Aburrimiento...
No debería tener tiempo para aburrirme, porque hemos entrado en esa época en que me paso el día estresado. Sin embargo, el hecho de que el examen que debía celebrar hoy haya sido pospuesto a causa de las pruebas de conocimientos generales de lengua (quizá debería escribir aquí alguna de las preguntas y las soluciones, pero es que creo que hay institutos donde no se han celebrado hoy), y el que haya (por un año) presentado mi declaración y solucionado los diversos marrones relacionados me dan un par de tardes de libertad que malgasto como puedo.
Uno de esos medios para malgastar el tiempo es abrir una cuenta en google appserver y tratar de crear una aplicación usando python, un lenguaje de programación que no me gusta y no entiendo. Para ser un lenguaje de programación orientado a objetos, me parece demasiado complicado. Ni en el manual de google ni en los de los módulos a los que se remite dejan claras todas las propiedades y métodos del lenguaje, que, para mi, tiene lo peor de visual basic (esos objetos-salchicha que alargan la línea ad infinitum) unido a lo peor de lisp (las definiciones crípticas como el enigmático operador lambda: aunque lo comprendía cuando estudié semántica hace diez años, mi cerebro ya no es tan ágil), unido a lo peor de fortran (dejémoslo claro: si a mis alumnos les cuesta dejar margen, no habría para ellos nada más diabólico que un lenguaje donde la indentación no es una orientación sino que define la estructura del programa).
Otro es seguir jugando a nethack, estrellándome cada vez antes de llegar al nivel 7 (sólo lo superé en una ocasión) a causa de la codicia (¿cómo voy a dejar pasar una fuente potencialmente cargada de agua mágica sin beber de ella?), el hambre (66% de las veces muero sin comida, o envenenado por ella) o los descuidos (corro sin mirar la pantalla y acabo golpeando a un ser amistoso, que me vapulea).
Y aunque persisto con python y con nethack, creo que quizá debería hacer otra cosa. No sé, salir, ir a la feria del libro... Claro que, la última vez que pasé por allí, volví con los brazos destrozados y ocho kilos de publicaciones institucionales en ellos (me acompañaba mi hermana, opositora obsesionada por recopilar información). Para eso, prefiero quedarme en casa.
Uno de esos medios para malgastar el tiempo es abrir una cuenta en google appserver y tratar de crear una aplicación usando python, un lenguaje de programación que no me gusta y no entiendo. Para ser un lenguaje de programación orientado a objetos, me parece demasiado complicado. Ni en el manual de google ni en los de los módulos a los que se remite dejan claras todas las propiedades y métodos del lenguaje, que, para mi, tiene lo peor de visual basic (esos objetos-salchicha que alargan la línea ad infinitum) unido a lo peor de lisp (las definiciones crípticas como el enigmático operador lambda: aunque lo comprendía cuando estudié semántica hace diez años, mi cerebro ya no es tan ágil), unido a lo peor de fortran (dejémoslo claro: si a mis alumnos les cuesta dejar margen, no habría para ellos nada más diabólico que un lenguaje donde la indentación no es una orientación sino que define la estructura del programa).
Otro es seguir jugando a nethack, estrellándome cada vez antes de llegar al nivel 7 (sólo lo superé en una ocasión) a causa de la codicia (¿cómo voy a dejar pasar una fuente potencialmente cargada de agua mágica sin beber de ella?), el hambre (66% de las veces muero sin comida, o envenenado por ella) o los descuidos (corro sin mirar la pantalla y acabo golpeando a un ser amistoso, que me vapulea).
Y aunque persisto con python y con nethack, creo que quizá debería hacer otra cosa. No sé, salir, ir a la feria del libro... Claro que, la última vez que pasé por allí, volví con los brazos destrozados y ocho kilos de publicaciones institucionales en ellos (me acompañaba mi hermana, opositora obsesionada por recopilar información). Para eso, prefiero quedarme en casa.
miércoles, 4 de junio de 2008
Just listen to the music of the traffic in the city...
When you're alone and life is making you lonely
You can always go - downtown
When you've got worries, all the noise and the hurry
Seems to help, I know - downtown
Just listen to the music of the traffic in the city
Linger on the sidewalk where the neon signs are pretty
How can you lose?
The lights are much brighter there
You can forget all your troubles, forget all your cares
So go downtown, things'll be great when you're
Downtown - no finer place, for sure
Downtown - everything's waiting for you
And you may find somebody kind to help and understand you
Someone who is just like you and needs a gentle hand to
Guide them along
So maybe I'll see you there
We can forget all our troubles, forget all our cares
So go downtown, things'll be great when you're
Downtown - don't wait a minute for
Downtown - everything's waiting for you
Dentro de este revival de los 60 que representan Ami Winehouse, Duffy y otras cantantes (no recuerdo a demasiados cantantes masculinos que se dediquen al revival; como mucho, a Robbie Williams, en cierto disco), me encanta la canción del anuncio de Chevrolet. Su título es Downtown y fue popularizada por Petula Clark (Video de 1964 referenciado desde last.fm), aunque para entonces ya era un clásico... También la he visto interpretada por Frank Sinatra (aparece en su disco Strangers in the Night, de 1964).
Es posible que la versión usada en el anuncio sea de Emma Bunton porque, de acuerdo con esta página, una subdivisión de Universal cuyo nombre parece aludir al mundo de la publicidad publicó hace dos años un disco con una versión cantada por ella. En cualquier caso, según last.fm, la canción volvió a la actualidad desde su uso en esa serie tan exitosa llamada "Perdidos", que tanto me aburre a mí. O sea que mirando la cartátula del disco saldríamos de dudas.
Cuando estás solo y la vida hace que te sientas solitario,
siempre puedes ir... al centro
Cuando tienes problemas, todo el ruido y la prisa
parecen ayudarte... al centro
Simplemente escucha la música del tráfico en la ciudad,
Permanece en la acera, donde las luces de neón son preciosas,
¿Cómo puedes perder?
Ahí las luces son mucho más brillantes
Puedes olvidar tus problemas, olvidar tus preocupaciones
Así que ve al centro, pues las cosas serán estupendas cuando estés en
el centro... No hay sitio mejor, seguro...
El centro... todo te está esperando...
Me resulta curioso el espíritu optimista con que esta canción se enfrenta al mundo urbano. Y es que, a pesar de películas como Metrópolis o Tiempos Modernos, casi todo el siglo XX vio los avances técnicos y urbanos con los mismos ojos esperanzados con que los vio el XIX, a pesar de la masificación, la polución y el triunfo del átomo. Luego vendrían los remordimientos ecológicos...