La recuerdo en la que siempre fue su casa, recibiendo a los sobrinos con rosquillas y mantecados. Enfadándose, aunque sólo un poco poco, cuando jugábamos en el arenoso patio y dejábamos encendido el grifo de riego. Aceptando con resignación el hecho de que nosotros, criados en ciudad, prefiriéramos el tomate de bote y el puré en copos.
Nos ha dejado.
Era muy mayor, pero no lo esperaba: su aspecto, estas navidades, no era malo. Había pasado ya varios inviernos fuera de su hogar, en las casas de los sobrinos, y al final el frío acabó con ella lejos de su pueblo.
Allí volverá a la tierra, cerca de los suyos.
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