domingo, 29 de diciembre de 2019

Petrucha: Destripador

PETRUCHA, Stefan: Destripador. León, Everest, 2012. 501 págs., 21cm
ISBN:
978-84-441-4825-0
Descriptores:
Literatura juvenil. Novela negra. Steampunk.

Recibí este libro en mi cumpleaños, o quizá en las navidades pasadas, como regalo de mi padre, incansable fatigador de traperías y librerías de lance. Como no soy muy amigo de novelas negras, el libro permaneció durante meses en el salón de mis padres, mientras yo me dedicaba a leer los libros que mi padre había comprado para sí o para el resto de la familia. Finalmente, le llegó el turno. Lo empecé un poco antes de Navidad y a ratos perdidos he ido leyendo capítulos hasta que anoche me di un atracón. Porque Destripador es uno de esos libros que enganchan, pero no en el primer ni en el segundo capítulo.

La trama parece simple, al menos lo que se puede contar sin destriparlo. Comienza con un asesinato en un museo de Nueva York, tras el cual el criminal deja una carta con el estilo inconfundible de Jack el Destripador. A continuación, la acción pasa a un orfanato, donde un jovencito busca detalles sobre su padre, hasta dar una carta con el mismo estilo (creo que al decir esto no destripo el libro: el protagonista no asociará a ambos autores hasta que disponga de la información en el capítulo 56, pero el lector medianamente perspicaz habrá captado la idea al leer el capítulo 1 y el 2 y relacionarlos con el título de la novela). Poco después, el joven es adoptado por un detective jubilado, que lo prepara para incorporarse a una agencia de detectives que tiene un evidente toque steampunk. El primer caso que deberá solucionar es la identidad de su padre, lo que le llevará a enfrentarse contra un asesino en serie. Cuando, después de solucionarse ese caso (hacia el capítulo 77) vemos que quedan cincuenta páginas más, poco a poco nos damos cuenta de que la obra acabará... (a continuación spoiler en rot13:) pba ry ivrwb tveb ra dhr ry ohrab l ry znyb fba yn zvfzn crefban.

La estructura sigue el «viaje del héroe» —o, si se prefiere, la estructura general del cuento de hadas— con el huérfano afectado por la pérdida, la prueba que le lleva a encontrar un ayudante, el objeto mágico (en este caso las maravillas tecnológicas imaginadas por el autor) necesario para posteriores pruebas... Incluso diría yo que está ese segundo ciclo propio de todo cuento de hadas, el del retorno del héroe, si bien un poco desdibujado. Pero, como en toda novela actual que se precie, hay una trama secundaria que se imbrica en los sucesos de la trama principal. En este caso son las relaciones de enemistad-amistad con sus antiguos compañeros de orfanato y su amor por Delia, también una antigua compañera de orfanato. La importancia de estas relaciones sociales entre adolescentes es realmente la que da un aire de novela juvenil a esta obra, a pesar de lo truculento de sus escenas.

Los personajes están bien dibujados a través de sus acciones, pero en general se comportan como «tipos» que no evolucionan, más que como «caracteres». Los más profundos son Carver Young (el protagonista), que se debate, por una parte, entre su deseo de conocer a su padre y su deseo de no parecerse a él, y, por otra, entre su deseo de hacer el bien y su inevitable tendencia a comportarse como un pícaro; el detective jubilado Hawking, un personaje que es a la vez paternal y bestial, paciente e impulsivo, marcado por el fracaso en su carrera profesional y (lo sabremos al final) en su vida familiar; Delia, la heroína, no está tan bien dibujada como ninguno de los, pero aun así posee cierta libertad de acción y decide por sí misma. En cambio, Finn, si bien acaba evolucionando al final, actúa durante casi todo el libro como el tipo del compañero abusón. También Theodore Roosevelt actúa como una caricatura de sí mismo (el autor dice que fue el visionado de Noche en el museo lo que le animó a meterlo en la novela).

Respecto del estilo, está razonablemente bien escrito. La narración es rápida, con capítulos muy breves (85 capítulos en 491 páginas de narración, lo que hace una media de 6 páginas por capítulo, alrededor de 1500 palabras por capítulo). Hay algún término de argot obsoleto que supongo se ha introducido para dar sabor antiguo, y solo he visto una errata execrable: el uso de «sobre todo» [separado] para 'impermeable' (me hizo gracia porque el error ortográfico habitual es el contrario, «sobretodo» [unido] para 'principalmente'). En clubes de escritura suele surgir la pregunta sobre la variedad en verba dicendi es necesaria. Como sucede con tantos autores de juvenil, Petrucha parece partidario de la variación (espetó, gritó, siseó...), aunque podría ser cosa de los traductores.

Que podía haber literatura juvenil de calidad ya lo sabía, pero me ha resultado interesante descubrir que existe una literatura noir para jóvenes que no renuncia a lo truculento. Si les gustan los juegos de espías, las novelas con giro final a lo Clancy o simplemente la novela policial clásica, disfrutarán con esta obra.

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