Al salir del tren arrebata mis sentidos la fragancia de la tierra empapada de gas. Pero hasta que me alejo a 500 metros de allí no me apercibo de que todo el barrio hiede, como a comienzos de la semana pasada. Al principio tiene ese matiz picante del aroma a gas de hulla que se añade al gas natural; después, confundido con las sustancias deletéreas que emanan de los contenedores de basuras, comprendo que es un aire que nos viene de Valdemingómez.
La atmósfera artificial que suaviza el clima madrileño tiene, de vez en cuando, estos inconvenientes. Pero no nos quejemos. Me pregunto si las autoridades mexicanas habrán contrastado la mejora de salud pulmonar inducida por la semana de mascarillas y reclusión. Y es que el aire de la región más transparente lleva sustancias más perniciosas que el AH1N1. Quizá Davo pueda ilustrarnos más sobre el tema.
1 comentario:
Fue una situación tremenda. Me sentía en una película de ciencia ficción. Nunca había pasado algo así en México y la verdad aunque seguro al higiene aumentó durante esa semana. El terror, el pánico y la paranoia fue lo que más representó el evento "influenza".
Al parecer vamos saliendo, pero todo sucedió de una forma tan extraña que dudo, alguien tan mortal como yo pueda entender lo que se confabula desde el Fondo Monetario Internacional, las corporaciones farmaceuticas y el mismo gobierno mexicano que aprovechó el momento para aprobar una serie de leyes bastante dudosas. Para todo esto que ha pasado recomiendo ver el corto-documental de Noami Klein y Jonás Cuaron titulado "The Shock Doctrine".
Un saludo, amigo y gracias por la mención.
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