Después de un par de días puesto a prueba por la gastroenteritis (probablemente vírica), decidí buscar en internet una de las cosas que me preocupaban cuando estaba en cama: la frecuencia con que debía rehidratarme (es decir: ¿debía beber el asqueroso suero a grandes tragos?). No lo encontré, pero sí dos interesantes artículos sobre la evolución histórica de la terapia de rehidratación oral.
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