No fui yo. Pero podría haber sido.
Salió del departamento echo una furia, echando pestes de todo el mundo. Alguno, al verle, comentó por lo bajo lo mismo que llevaban meses comentando. Agarró al gachó de las solapas y lo arrastró hasta la barandilla. Entonces, dándose cuenta de que la situación era irremediable, lo empujó escaleras abajo, porque ya daba lo mismo. Y como daba lo mismo, repitió su acción una y otra vez, hasta que no quedó nadie.
Entonces llegaron los periodistas, tarde como siempre, y le pidieron que, por favor, lo repitiera para las cámaras.
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