O por qué las reglas de clasificación de correo dejan de funcionar al cabo de un mes.
(Con mis excusas a todos los que se han pasado al lado oscuro, incluyendo a Diego y Guille).
Supongamos que estamos allá por los primeros 90. Un grupo de frikis han conseguido (a fuerza de pornografía, software pirata y otros productos de mal gusto) que el resto de la humanidad comience a usar lo que hasta entonces era su territorio exclusivo: el mundo de las comunicaciones por ordenador. La masa crítica de usuarios del correo electrónico ha llegado al punto en que a alguien se le enciende una lucecita: podemos usar el correo electrónico para enviar publicidad.
En este punto sería todavía razonable que una compañía mandase la publicidad a sus afiliados desde seis o siete direcciones de correo electrónico. Es más, puede que fuese incluso razonable.
Lleguémonos a los primeros años de la presente década. Muchos usuarios emplean servicios de correo web. Los servicios de correo web más empleados incluyen un filtro antispam. Por ello, el 50% de las páginas de grandes compañías avisan, a quienes quieren recibir su publicidad (¡Opt-in: eso no es spam!) que deben agregar su dirección a la "lista de amigos" para que los mensajes no sean filtrados.
Es cierto que muchos usuarios son tan lerdos como para marcar como spam los mensajes que ellos mismos han indicado que desean recibir, haciendo que quienes de verdad los desean ver tengan que buscarlos en la papelera. Pero también es cierto que si la compañía que los envía cambia cada dos por tres de dirección de correo (y no avisa de ello), esos mensajes serán tratados como spam y no llegarán a su destino.
(La única compañía que en los últimos años me ha avisado antes de cambiar la dirección del remitente de sus correos publicitarios es Creative. Está claro que los de Creative, fabricantes de hardware, algo sabrán de ordenadores.)
Vayamos ahora a los últimos 5 años. El phising, que era un fenómeno esporádico anteriormente, se ha extendido tanto que casi todos los antivirus, e incluso buena parte de los motores de correo web, lo detectan. El algoritmo usado suele ser simple: aquellas páginas seguras a las que se dirija desde correos de otro dominio son phising. Queda claro que, en esta situación, no sería conveniente que, por ejemplo, la compañía MarketingExternoSA mandase la publicidad de GranSupermercado desde su propio dominio, porque los enlaces a GranSupermercado serían considerados un intento de robo de identidad.
Y, sin embargo, las grandes empresas siguen confiando en el márketing externo para este tipo de mensajes, sin ni siquiera buscar alguna solución para que los mensajes de la compañía de márketing externo se enruten a través del dominio de la gran empresa.
¿Cuál sería la solución a este problema? En primer lugar, que el ser humano no fuera tan vil como para saturar la red de spam y phising. Pero, puesto que esto es imposible, sólo hay dos vías: que los publicistas renuncien, por una vez, a eso que tanto les gusta, el cambio contínuo, o que las grandes compañías incluyan una opción para que el usuario actualice fácilmente las reglas de filtrado de su programa de correo electrónico.
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