Este fin de semana disfruté de los últimos coletazos del verano en Venta de Cárdenas, un pueblo que algunos conoceréis por el "Casa Pepe" de despeñaperros (lugar chocante donde los haya). En dicho municipio tiene una finca uno de los amiguetes del verano, y como hasta ahora nunca había ido la pandilla, decidió que podíamos aprovechar el momento de la berrea, el celo de los ciervos.
Porque la finca de mi amiguete es uno de esos latifundios de caza que tanto se ven por el sur de España, y el animal más común es el ciervo. Si hubiera tenido una cámara medio decente, habría hecho unas cuantas fotos de los astados, pero mi máquina no tiene zoom. Seguro que Juan cuelga unas pocas.
Pero no dedicamos todo el día a ver animalillos. Otros atractivos del lugar eran un horno de leña (riquísimo el cordero, oiga) cuyo calor residual nos dio para cocinar la cena. Estaba ubicado en una sala maquillada de bar (no faltaban ni las luces ni la máquina recreativa) cuyo contenido debíamos tratar de agotar ("liquidación por reforma", podríamos haberlo llamado). Lo más gracioso del bar era la existencia de una cadena musical capaz de tocar vinilos, acompañada por una buena cantidad de LPs de los 80. No es necesario decir que pronto desconectamos el ipod y comenzamos a pinchar vinilos, con cierta torpeza (achacable a la falta de luz, o quizás a la lámpara estroboscópica).
En fin, que casi puedo agradecer que llegue el lunes, porque tanta fiesta no puede ser buena para el cuerpo. De ninguna manera.
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