Eran anárquicos, caóticos, libres. No podían vivir en esta sociedad de reglas y autoridades. Así se lo hicieron saber a Salomón. El sabio, tras meditarlo unos minutos, comprendió que era un problema difícil, pero que existía una solución. Era clara, evidente: ¿cómo no se le había ocurrido antes?
En el momento en que el saco se hundía en el agua, aún se pudieron escuchar, mezclados con el chapoteo, los balbuceos y gimoteos de los niños, que prometían —pilluelos— que no lo volverían a hacer.
2 comentarios:
Como véis, son los jueves que me siento venenoso.
Chico, Herodes se te queda pequeño... :8
En fin, haremos como que no sabemos que te dedicas a la enseñanza ;-)
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