sábado, 8 de octubre de 2005

Los elementos

Tarde memorable, la de ayer. Cuando llegué a mi casa, mi hermana me pidió que me sentara para darme una noticia: la pintura de mi cuarto, prevista para el lunes, se había adelantado. Ella se llevó la peor parte, claro, pues a excepción de un cerro de papeles mis trastos estaban sin guardar, ya que me gusta tenerlos a mano hasta el último momento. Aun así, me pasé toda la tarde quejándome: quería preparar una fotocopia sobre la rima y la medida de versos, y me es más rápido hojear libros en busca de ejemplos que rastrear en internet, donde cada poema está en su propia página, a razón de cinco segundos por página. Otra razón de queja fue la desaparición de la carpeta azul donde tenía textos para comentar, uno de los cuales quería usar esa misma tarde.

Llegué al instituto con el tiempo justo, echando el bofe porque, además, me había dejado el reloj en casa y no podía comprobar si iba bien de tiempo. En esto que me encuentro con que el pasillo entre la verja del patio y el edificio donde daba mis clases estaba bloqueado por camiones. Aquella mañana había visto un par de grupos electrógenos en la rotonda de debajo; a mediodía había una terraza cutre y unos mostradores de aluminio que hacían pensar en un cátering. Saqué mis conclusiones.
En efecto: estaban rodando una película, una serie, un comercial o algo parecido. La finalización de la operación estaba prevista para las 18:00, pero la cosa parecía alargarse. En mi vida he escuchado tacos similares en la sala de profesores.
El Secretario del centro nos tranquilizó y dijo que fuéramos a clase, como un día normal. Claro, él no daba clase en el aula de al lado de la ocupada por el rodaje.
Quizá sea una manía, pero tengo el prurito de no molestar. Por ello busqué otra aula libre en el plano. Resultó ser un seminario. Al final, terminé en el patio, para gozo de los alumnos y mi desesperación (es fácil dar un "seminario" de corrección de redacciones en una mesita del patio, pero también es fácil que, en un momento dado, la cosa se desmande; en todo caso, llegué a poder utilizar mis fotocopias sobre la rima).
En fin, yo no había venido a luchar contra los elementos. Por lo menos, conseguí que mis alumnos observasen que no se escribe "esque" sino "es que", y recordasen algo de métrica. Después dediqué una hora libre a corregir los comentarios de texto que me quedaban por corregir y a fotocopiar para el nuevo comentario un texto que no me había hecho mucha gracia, pero que era el único que tenía.

Durante el recreo de 10 minutos (que me pilló desprevenido: yo pensaba que se estaba alargando mucho el hueco entre clase y clase y que quizá llegaba tarde a algo) comentaron en la sala de profesores que ya se estaban confeccionando los horarios de bibliotecas y guardias, lo que contribuyó a mi desesperación: aquella mañana había estado rellenando, sin ninguna guía, huecos de períodos no lectivos en mi horario; esperaba tener datos para cerrarlo esa misma tarde, pero ahora veía que el lunes por la mañana no iba a saber qué entregar. ¡Diooooos!
Terminé el viernes durmiendo en mi cama, puesta en el salón, entre cajas y cajas de libros, pero sin conseguir encontrar la novela que había estado leyendo últimamente. Y no puedo quejarme: por lo menos, en mi casa actual hay hueco para poner una cama y muchos trastos en el salón. Ya veremos qué ocurrirá cuando me compre una.

1 comentario:

juank sinclair fantoba dijo...

Goce puro, chico. Igualito que "El Club de los alumnos muertos"...


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