Nos hemos acostumbrado a aprender por intuición. Pero la intuición a veces no es nada intuitiva. Recuerdo la primera vez que usé un Macintosh. A pesar de que la interfase de usuario de Windows se basaba en el famoso GUI de los ordenadores de la manzanita, me sentí completamente perdido.
Y es que si miramos nuestras pantallas veremos símbolos que nos hemos ido acostumbrando a descifrar, pero cuya relación con el referente es tan poco intuitiva como la que hay entre el carácter chino 口 y una boca, o entre la A y una vaca. Una vez sabido el significado es fácil reconocer que el signo es icónico: 口 se parece evidentemente a una boca; la A es una cabeza de vaca invertida; el viejo signo matemático ⋮ recuerda a un menú. Pero el camino inverso, el que va del significante al significado ha de ser aprendido.
No solo necesitamos aprender los símbolos de pantallas, mandos y botones. También la forma física o las posibilidades de la máquina han de aprenderse. A veces eso se olvida. Mi hermano me comenta, por ejemplo, que la nueva videoconsola de sus hijos se distribuye con un mero folleto de recomendaciones de seguridad y características técnicas donde ni siquiera dice dónde está la ranura para tarjetas SD, ni cómo activar el control parental. Toda esa información extra hay que buscarla enla red.
Ni en los años ochenta ni en los primeros noventa se confiaba en la intuición del usuario. Los aparatos se vendían con gruesos manuales, volúmenes que costaba dinero redactar, imprimir y distribuir. Mi primer ordenador, un Spectrum 48K traía la ZX Spectrum Basic Programming, un grueso tomo, encuadernado en espiral, con un tutorial de programación más una referencia sobre aspectos más técnicos, tales como los códigos de instrucción del procesador Z80; eso sí, en inglés. El siguiente ordenador Sinclair traía un bonito cuaderno impreso en papel couché a todo color (¡y en español!) del que se habían eliminado los aspectos más técnicos, asumiendo que el usuario raramente iba a querer programar en aquella máquina dirigida al mercado del videojuego. De explicar los entresijos del ordenador (y de paso algún concepto matemático: ahí tuve mi primer contacto con la trigonometría a los 14 años), prácticamente se pasaba al «LOAD ""⏎» (aunque he visto que en la versión en inglés esto no era así).
Algo parecido ocurrió con mis primeras impresoras. Entre 1990 y 1993, los manuales de mi matricial Olivetti y de su sucesora, una HP de inyección, traían la descripción de todos los códigos de escape, por si acaso el usuario necesitaba programar su propio driver (porque algunos procesadores de texto de la época, como WordPerfect 5, asumían que quizá el usuario se viera en la necesidad de hacerlo). No solo eso: mi HP Deskjet 500C, asumiendo que en la época las impresoras en color eran raras, traía un Manual para uso del color con recomendaciones tales como evitar tonos similares para distinguir valores en los gráficos, o combinar color y signos de manera que los daltónicos pudiéramos reconocerlos. Mi siguiente impresora (comprada no porque la 500C muriese, sino porque era grande, lenta y ruidosa y no permitía imprimir simultáneamente en color y negro) solo traía un manual de instalación y solución de problemas.
Puede pensarse que los manuales desaparecieron porque dejaron de ser necesarios. Tengo por casa el de un ordenador Fujitsu Senda 16 de 1990. Trae las informaciones sobre hardware propias del manual de una placa base (interrupciones del sistema, puertos de entrada salida de la arquitectura ISA, etcétera), más un suplemento enseñando cómo usar el sistema operativo (el farragoso MS-DOS) y otro explicando los rudimentos de GW-Basic. Un montón de información que el usuario de un pc actual o una tablet no necesitaría.
En efecto: a medida que iba simplificándose el manejo de los ordenadores, los manuales se sustituyeron por programas de ayuda en pantalla, que normalmente pasaban de puntillas sobre los aspectos más técnicos. Y a día de hoy, incluso esos manuales en pantalla han desaparecido: Office y Openoffice confían en la "ayuda en red", que está siempre al día... pero que desaparece cuando la versión del programa queda obsoleta. Y además esquiva las cuestiones más técnicas. Recuerdo buscar en tutoriales ajenos a Microsoft cómo usar el formato en campos combinados en Word, porque quienes hicieron la ayuda en línea habían supuesto que los pocos que usaban la combinación de correspondencia lo harían para nombres, apellidos y direcciones, nunca con cifras.
El problema está en que cuando se pierde la conexión a internet o el aparato se queda bloqueado por cualquier problema, nos quedamos sin manual. Por ejemplo, si Windows no arranca tras una actualización, vemos una pantalla con el logo y solo si se nos ocurre buscar en internet con el teléfono móvil (el ordenador, recordemos, está bloqueado) se nos indicará que debemos pulsar el botón de encendido, pero no una ni dos veces, sino tres. Con un manual, podríamos buscar esa información. Pero es cierto que en la mayor parte de oficinas y casas el manual se habría perdido largo tiempo atrás.
Y esa es realmente la razón de que ya no se hagan manuales en papel. No solo que sean caros de producir y que para el día a día sean innecesarios, sino que, a la hora de la verdad, no sabemos dónde los metimos.
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