martes, 28 de diciembre de 2010

Tocayos en la red

Creía que ya había tratado en mi blog del tema de los tocayos en la red, pero tras una búsqueda rápida no lo he encontrado. Se trata de personas que comparten nuestro nombre, apellido o iniciales, y tienen por tanto una dirección de correo parecida a la nuestra. Tan parecida, que a menudo se confunden y dan nuestros datos a sus amigos.

Que nos llegue su publicidad es molesto, pero siempre podemos borrarla o clasificarla como basura. Pero cuando nos llegan correos personales o de negocios, surge en nosotros cierta angustia.

Fui uno de esos friquis que se apuntaron en su día al programa de prueba de gmail, y pude tener mi cuenta antes de que ninguno de mis amigos la tuviera. Gracias a ello, mi dirección de correo electrónico de gmail es mi nombre seguido de mi apellido, detrás de lo cual van la consabida arroba y el dominio. Fue una de las cosas de las que me sentí más orgulloso en una época en la que, la verdad, tenía casi tan pocas razones para sentirme orgulloso como ahora. Pero, con los años, me he dado cuenta de que es una estupidez, porque si hubiera tenido una cuenta más difícil quizá no hubieran coincidido tantos conmigo (O quizá sí: mi cuenta de hotmail, que aparece en el margen derecho, recibe innumerables mensajes de listas iraníes. Cada vez que me des-suscribo de una, alguien me suscribe a otra...).

Es tan simple mi cuenta que muchos se confunden, y me llegan sus extractos bancarios, sus billetes de avión, sus fotos familiares. En los últimos años, he recibido:
  • Una confirmación de reserva de un español en un hotel de España. Afortunadamente, conseguí que se pusiera en contacto conmigo para darle los datos de la reserva.
  • Un billete aéreo electrónico de un filipino. No conseguí contactar con él. Espero que pudiera tomar su vuelo... (Chicos: ¡¡imprimid siempre la confirmación, no esperéis a que os llegue el correíto, que esto os puede pasar a vosotros!!)
  • Un montón de presupuestos para diversas instalaciones en una propiedad de Chile, así como mensajes acerca de su contabilidad interna. En todos los casos contacté con quien los enviaba y les pedí que usaran otro medio para enviar sus mensajes
  • Fotos familiares. Las enviaba alguien al abuelo de sus hijos. Además de "rebotarlas" al remitente, conseguí averiguar la dirección del destinatario (un amable uruguayo) para pedirle que tuviera más cuidado al dar su dirección. También he recibido otros mensajes personales, como felicitaciones del día del padre (os juro que no era mi hija quien la envió). A veces, estas personas se equivocan y me invitan a facebook.
  • Extractos bancarios de dos bancos chilenos. Creo que pertenecen a la misma persona (aunque en uno de ellos aparece con algo parecido a un mote), y durante un tiempo sospeché que quizá coincidieran con mi otro tocayo, el de la empresa chilena antes mencionada. Me he des-suscrito dos o tres veces del primero, y ahora he comenzado a recibir extractos del segundo, del que tengo esperanzas de des-suscribirme gracias a que uno de los correos está enviado por una persona real.
  • Por último, mensajes dirigidos a miembros de grupos de trabajo universitarios (del tipo "encárgate tú de esta parte" o "no seas huevón, que hay que entregar mañana y no has hecho nada"). Destinados a tocayos estadounidenses y dominicanos. Siempre me causan la desazón de pensar que, como haría un estudiante español, se están enviando la noche antes de que acabe el plazo de entrega, y suelo rebotarlos sin muchas esperanzas.


No sé si mi comportamiento habitual será el más apropiado. Consiste en buscar datos personales en el mensaje y compararlos con mi lista de "tocayos conocidos", investigar direcciones alternativas en google o facebook, y componer un mensaje para el remitente advirtiendo que gmail no distingue entre abc@gmail.com y a.b.c@gmail.com. Quizá fuera mejor que dejase que esos mensajes se fueran a la papelera, sin notificación ninguna. De hecho, me consta que hay mucha gente a la que le gusta registrarse en los sitios con nombres genéricos como johnsmith@gmail.com, alejandrosanz@gmail.com o el mío. Pero me parece más oportuno advertir a quienes han dado una dirección incorrecta, no sea que algún día necesiten que les lleguen sus correos.

Hasta aquí os he soltado mi rollo. ¿Qué opináis vosotros?

2 comentarios:

cristal00k dijo...

Pues me parece, que es raro encontrar a alguien como tú, que se moleste en encontrar a los auténticos destinatarios de los correos.
Y sí, supongo que tener un nombre y apellidos peculiares, como es mi caso, me evita ese tipo de confusiones.
Aún así, no me libro del spam, ya he tenido que cambiar mi contraseña varias veces en hotmail. Gmail parece funcionar con algo más de seguridad, por al momento.
En fin, abrazos José.

Antonio Martín Bardán dijo...

Mi opinión es que te tomas muchas molestias para enderezar esos entuertos, y eso te honra.

Un saludo, y feliz año.