Metió sus cosas en un petate y se preparó para el largo puente. Fue en automóvil al trabajo; llegó pronto, para no tener que recuperar minutos. Pero no dio golpe: la excitación le impidió hacer nada productivo en toda la mañana. En cuanto el reloj dio la hora, fichó la salida y se dirigió al aparcamiento. Fue, por tanto, el primero en entrar en el atasco. Después del largo trayecto, llegó, por fin, a su destino. Dejando el coche de mala manera, aparcó en pleno centro, allí donde la luz era más alta. Se aproximó a la barandilla y saltó.
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