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lunes, 9 de febrero de 2009

Matar a un inocente

Es difícil.
Te mira con sus ojos
de cordero degollado,
trata de engatusarte
con sus súplicas,
dice entre llantos
que él no merece tal pena.
Entonces tú desatas
sus manos engrilladas
y, mirando a otro lado
le dices «marcha»;
pues sabes que no puedes
—tendrás que buscar otro—:
hay demasiados lobos
con piel de cordero,
y no son aptos para el sacrificio.

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