Para el fin de semana de San Juan teníamos pensado un plan estupendo: despedida de solteros de Juan y Mer, con fiesta en la playita incluida. Hasta el último momento estuve cruzando los dedos para ver si podría participar, y al final pude.
Quedamos a las tres de la tarde en Plaza de Castilla para vestirnos de árabes y "secuestrar" a los dos novios, que estaban previamente avisados de nuestras intenciones. Al final, el atascazo del viernes nos obligó a realizar el "secuestro" en otro lugar, y casi que lo preferí, pues vestirse de terrorista, aunque sea con armas evidentemente de pega, delante un juzgado, me da un poquito de mal rollo.
Los "secuestradores" disfrazamos a los novios, y vestidos todos de árabes y montados en una furgoneta (y precedidos de otro coche en que iban otros dos compinches), salimos al atasco de la carretera de Valencia coreando "¡Arabia! ¡Arabia!". En aquel momento, la selección española estaba jugando contra el país asiático.
Me ahorraré los detalles del viaje, realizado en las condiciones habituales para tal tipo de eventos (ocultación del destino, pistas falsas, etcétera). A la llegada a Benicàssim (tardía: nos comimos varios atascos) nos pusimos los bañadores, cenamos lo justo para empapar las copas y partimos a la playa poco después de las doce (con lo que nos perdimos los fuegos artificiales). Ocupamos una fogata huérfana de campistas, y la alimentamos con troncos de las hogueras que se iban abandonando alrededor. Estuvimos cantando, acompañando por las guitarras de dos de nuestros amigos, y aguantamos hasta las mil.
Al día siguiente (por la tarde; por la mañana nos dedicamos a dormir) el plan consistía en vestir de horteras playeros a los dos novios y encaminarse a la playa. Para obligarles a pasear su lamentable indumentaria (él con gorra, pelo en pecho postizo, flotador, bañador slip y sandalias de plataforma; ella con un bañador para cincuentona, que le quedaba evidentemente grande, manguitos y sandalias horteras) les obligamos a vender artículos de playa. Salieron con éxito de la prueba gracias a matrimonios jóvenes que, evidentemente, habían sufrido en sus carnes pruebas parecidas.
Por la noche, Güigüi (la cabecilla de la despedida) montó un Trivial Pursuit temático que había preparado utilizando placas de Suelo de Tatami generosamente donado por un amiguete que trabaja en el ramo. La verdad es que tuvimos suerte de que cupiera en la habitación. Las preguntas temáticas se referían a bricolaje-hogar, datos sobre los novios, datos sobre la pandilla y datos sobre el pueblo donde veraneamos.
Al día siguiente, recogimos todo y fuimos a la playa. Lo primero fue el "reparto de regalos": utensilios horteras de tienda de "todo a cien" que los novios debían colocar en su hogar cada vez que fuéramos a visitarlos. Después de la playa, nos comimos una paella (tras la cual los que no íbamos a conducir nos tomamos varios chupitos de licor de naranja) y cogimos los coches de vuelta a Madrid.
En casa de los novios les esperaba una gran putada, que yo conocía pero casi había olvidado tras horas de atasco: El suelo de entrada y comedor estaba cubierto de vasos de plástico llenos de agua (afortunadamente, el cubo de la fregona estaba cerca) y la cama, los inodoros, toda la comida de la nevera y los utensilios de cocina estaban envueltos en película de plástico transparente, de esa que cuesta tanto romper. La verdad es que la cosa nos explotó en las manos, porque, excepto en mi caso, estaban todos suspirando por un lugar donde orinar desde hacía más de una hora. Así que quienes habían envuelto los inodoros descubrieron que el pecado llevaba dentro su penitencia.
En fin, este fue mi fin de semana. ¿Y el vuesto?
Pobres novios. Lo extraño es que se sometiesen voluntariamente a tan cruel ritual. Máxime teniendo en cuenta lo que les espera de verdad en los años venideros...
ResponderEliminarYo no he celebrado nunca San Juan, nunca ha sido especial en mi familia y nunca he sido capaz de recordar la importancia de la fecha.
Mi fin de semana ha consistido en sabrosas conversaciones.
;-)