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lunes, 25 de abril de 2005

Alienación.

Creo recordar que los marxistas definían la alienación (o enajenación, por usar una palabra patrimonial en vez del cultismo) como la sustracción de los medios de producción al trabajador, que deja de ser un artesano autónomo para ser un obrero al servicio de su patrono.
Obviamente, desde un punto de vista empresarial, al artesano no se le sustraen sus medios de producción, sino que se le ofrecen. Pero si leemos, por ejemplo, Nacimiento y Desarrollo de la Sociedad Industrial de Jean Vial que cité hace algunos posts, veremos que el efecto es el mismo: el pequeño taller no puede permitirse los medios del gran taller.

Hoy en día, en esta sociedad postindustrial o, mejor, superindustrial (Alvin Toffler), el trabajador puede costearse, en muchos casos, medios de producción que le permitan competir con las grandes compañías; sin embargo, los efectos de la alienación se siguen produciendo.

Uno de estos efectos es que el trabajador superindustrial (que puede ser un obrero de la pluma, como muestran los videos de Depeche Mode) no adquiere conciencia de clase y, lo que es peor, se siente parte de su empresa hasta tal punto que considera que es bueno para él no lo que es objetivamente bueno para él, sino lo que es bueno para el propietario de los medios de producción.

En este sentido, me hizo pensar el otro día lo que dijo una de mis amigas, una persona muy inteligente y muy preparada. Su absorción de la cultura empresarial es tal que, en lugar de querer que su empresa la trate como una trabajadora protegida por la legislación laboral (sindicatos, seguridad social a cargo de la empresa, etcétera), prefiere mantenerse como autónoma, que presta sus servicios a través de un contrato mercantil, aunque desarrolle su tarea utilizando los medios y condiciones de producción de quien contrata sus servicios (igual que las prostitutas, para quien recuerde un viejo artículo que colgué en esta página). ¿La razón? Que podría quedarse sin trabajo.
La misma razón que aludían los obreros del siglo XIX para aceptar su esclavitud.

No le comenté nada a mi amiga, pero me parece que debería tomar conciencia. Tomar conciencia de dónde está. Está en una sociedad donde ella tiene muchas posibilidades de triunfar, pero también muchas de ser explotada.

Y... bueno, no os voy a decir que vayáis a las barricadas porque no soy marxista. Últimamente soy sólo estalinista. De los que montan gulags.

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