Os prometí un cuento del miércoles, y, aunque tarde, allá va, si blogger me deja.
Para Jaime, que nos enseñó a creer en enanitos
Debajo de las piedras se esconden hombrecillos que viven muy felices hasta que el niño las voltea, las agarra fuertemente entre sus dedazos y las arroja, chof, contra el río, donde los hombrecillos, glu, glu, se ahogan irremediablemente maldiciendo entre dientes al creador que los privó de voz que pudiera ser escuchada por el malvado gigante.
Pero hemos de dar gracias al creador por privarles de su voz, pues en caso contrario estaríamos discutiendo continuamente contra estos seres tan dotados para la lógica, capaces de continuar, en medio del desastre, aferrados a su roca, mientras los filósofos y los hombres de ciencia discuten si ciertamente experimentará una fuerza de empuje proporcional al volumen de agua que desaloja.
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