Me vienen a buscar los alumnos de mi tutoría. Dicen que los van a expulsar por una tontería, y que hable con Jefatura de Estudios. "Bien —les digo— hablaré."
Pero me he supuesto que, como en otras ocasiones, lo que ellos consideraban "niñería" era una falta grave. Así es.
Estos chavales están acosando moralmente a otro compañero, y hoy han progresado en su camino. Obviamente, el castigo sólo ha logrado una cosa, de momento: poner a toda la clase en contra del acosado. Pero ciertas conductas no pueden quedar impunes, aunque el martirio fomente la revuelta.
Si uno lo piensa, es lo mismo que ocurre con el terrorrismo.
¿Me estaré volviendo fascista?
No, los fascistas son ellos.
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