Marco no me da jamón; sólo el hueso. De las costillas me da también los huesos, ya chupados. Si come pollo, ni huesos me da. Dice que por mi bien. Aparte de los huesos, me proporciona de vez en cuando un pienso naranja de extraño aroma. A mis compañeros de jaula les gusta, pero a mí me sabe demasiado artificial. Claro que a veces el hambre aprieta, y hay ocasiones en que el almuerzo de Marco no incluye huesos de ningún tipo.
Mi dueño anterior me daba pan duro, pero Marco no suele comer pan. La grasa de sus platos va directa al lavaplatos, ignorando nuestros ojos suplicantes. También dice que es por nuestro bien. Nosotros callamos, claro, para que no nos ponga el bozal. Observamos atentos cómo cambia el papel de periódico en que orinamos, y, cuando sale de la habitación, el más listo de nosotros lee la fecha y comenta, entre susurros, la mala suerte que tuvimos con el amo que nos tocó.
Excelente microcuento, Muchas gracias por participar del reto a través del Blog!
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