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martes, 3 de marzo de 2020

Cuento del martes: El carroñero

Tenía un cuento enlatado para hoy, pero creo que voy a seguir mi serie del Coronavirus, a raíz de las alarmantes noticias sobre desabastecimiento y rapiña en hospitales.

En la puerta hay un cartel que dice "Área restringida", y un símbolo con tres círculos formando una estrella negra sobre fondo amarillo. Alguien no quiere que entre ahí. Y por algo será. Así que me acerco disimuladamente a la puerta y, aprovechando que los médicos y las enfermeras están ocupados atendiendo a una camilla que acaba de llegar en el ascensor, abro la doble hoja y me cuelo dentro. En los pasillos no se ve nadie. Tras las puertas se ven camas. En ellas, gente con máscaras de tela o con respiradores. Hay una puerta sin ventanillo. Dice "Personal". Me meto dentro. Hay un buen montón de mascarillas. Cojo un puñado y las meto a mi bolsillo. Después, vuelvo al pasillo. Espero tras la puerta de doble hoja. Salgo cuando veo el campo libre. Ha sido fácil. Con tanto caos en el hospital, nadie me ve salir con un bulto bajo el abrigo.

Al llegar a casa, le doy a mi familia unas cuantas máscaras. El resto, las voy vendiendo entre mis conocidos. La primera será para Paco. Le hago precio. Un eurillo. Dos para el resto de amigos. Pero a los vecinos del bloque se las vendo a tres. Es un buen negocio. Creo que volveré otro día para conseguir más. Paco me quiere sonsacar, pero no voy a decirle en qué planta del hospital las he conseguido.

Dos viajes después, pienso que debería haber vendido más caras las mascarillas, pues no he hecho demasiado dinero antes de que vuelvan a las farmacias. Solo unos trescientos o cuatrocientos eurillos. Qué rabia. Si las hubiera vendido por más, me habría hecho rico. Pero lo importante es que mi familia está a salvo. Ese virus mortal ya está controlado.

Mi mujer me llama. La niña no para de toser. Hoy se quedará ella cuidándola, pero mañana me toca a mí. Qué rabia. Por un simple constipado. Ya podía la niña ir al colegio. Si me pasa a mí, desde luego, voy a la fábrica sin protestar. Pues no he ido yo días con fiebre...

Mi mujer está preocupada. Hay sangre en el pañuelo de la niña. Además, parece que una de las vecinas también está enferma. La han llevado al hospital y todo. El jueves libro, y me tocará llevar a la niña al médico.

Al entrar al centro de salud, pregunto si podría ser el coronavirus. ¿Qué le pasa?, se interesan en recepción. La niña tose mucho. Tose sange.

La enfermera de recepción me mira, compasiva. «Voy llamando al hospital. No es el nuevo virus, sino una vieja bacteria...»

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