Cuando eras niño
no pelabas la naranja:
la cortabas por la mitad
y sorbías con fruición cada hemisferio,
cada casquete polar de la naranja.
Pero luego creciste
y algún compañero de colegio
te afeó la conducta
así que aprendiste a pelar cítricos.
Hoy vives solo, y en soledad recuerdas
aquellos momentos del colegio ante tu postre,
pero ni aun así te atreves
a sorber la naranja:
¡Fuerza de la costumbre,
qué poderoso es tu imperio!
(17/3/2014, 16:00)
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