Benito apoya su oído sobre la puerta cerrada. No se escucha nada. Apoya la mano sobre el pomo y, con cuidado para evitar hacer ruido, la abre ligeramente. Mira por la rendija. De repente, aparta la cabeza, cierra la puerta y apoya su peso sobre ella.
Suenan golpes contra la puerta. El pomo gira a pesar de la mano de Benito. Más golpes. Repentinamente, todo cesa. Benito mira su mano, con la palma despellejada; pero sigue sujetando la puerta. Un golpe la abre de par en par, catapultándolo contra la pared de enfrente. Aunque no se ve nada en el pasillo, Benito, tirado en el suelo, abre los ojos de par en par y grita.
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