Nos encantaba escucharle. Su infancia en Calahorra, sua años de estudiante en Zaragoza, sus andanzas en Vitoria y, sobre todo, las historias de sus años mozos en las fiestas cameranas. Siempre quisimos recopilar sus anécdotas, pero, ¿quién las contaría como él? Por eso postergamos la tarea, hasta que ha sido demasiado tarde. Ahora ya no podremos volver a escucharlas de su boca. Aurelio se ha ido. Me lo han dicho esta mañana, cuando llamaba a mis padres para darme un recado. ¡Se fueron tantos este invierno! Y, sin embargo, esta noticia fue un mazazo.
Quizá porque no tuvo hijos, somos muchos los que nos sentimos sus nietos. Suyos y de la Blanqui, Edurne, inseparable pareja, que nos mostraba lo que podía ser un matrimonio bien avenido. No sé cómo será volver a Torrecilla y no verle. Será sentir un vacío, ese vacío que nos recuerda que los vivos caminamos a la muerte.
Descanse en paz.
Vaya...
ResponderEliminarNo sabía nada, y mi madre tampoco. Se lo estoy diciendo ahora mismo, después de leerte.
Descanse en paz.